EL BATÁN, México (CIMMYT) – Los programas educativos para agricultores que no abordan los roles tradicionales del género marginan a las mujeres, porque les limitan el uso de las técnicas de la agricultura de conservación que podrían aumentar su capacidad de adaptarse al cambio climático, indica un nuevo estudio científico.
La agricultura de conservación se basa en tres principios: movimiento mínimo del suelo, cobertura permanente de la superficie del suelo y la rotación de cultivos que, de manera simultánea, aumentan los rendimientos, incrementan las utilidades y protegen el medioambiente. Asimismo, contribuyen a mejorar las funciones y la calidad del suelo, lo cual aumenta la resiliencia a la variabilidad climática.
Aunque algunos científicos creen que dichas técnicas tienen el potencial para reducir las emisiones de gases de invernadero y aumentar el secuestro de carbono, que puede ayudar a mitigar el impacto del calentamiento global, es importante señalar que se han sobreestimado los beneficios potenciales de ciertos aspectos de la agricultura de conservación —sobre todo, no labrar el suelo—, señalan los autores del estudio que provienen del CIMMYT y del Programa de Investigación del Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS).
En el estudio titulado Gender and conservation agriculture in east and southern Africa: towards a research agenda, se señala la falta de investigación sobre las interacciones entre el uso de la agricultura de conservación y el género. Se propone una agenda de investigación orientada a averiguar por qué los sistemas de producción agrícola en África siguen siendo sumamente estratificados según el género.
A pesar de que ha aumentado el número de agricultoras de pequeña escala en África subsahariana —una de las regiones del mundo más vulnerables al cambio climático—, los proveedores de servicios agrícolas y los formuladores de políticas siguen “apegados al concepto de que son los hombres los que deben cultivar el campo”, señala Clare Stirling, coautora del estudio y científica sénior del Programa de Intensificación Sustentable del CIMMYT.
“La capacidad de las familias encabezadas por mujeres, o encabezadas por hombres en las que las mujeres son las que se dedican a las tareas del campo, de adoptar la agricultura de conservación puede verse mermada si las políticas oficiales, los sistemas de extensión y otros actores continúan elaborando las intervenciones, la información y la capacitación con base en la norma conceptual de la familia encabezada por un hombre”, enfatiza Stirling, y agrega que la perspectiva de género debería formar parte de la investigación convencional.
“En general, las conceptualizaciones normativas de los ‘agricultores’ dan lugar a una orientación inapropiada de las intervenciones y un mensaje ineficaz”, recalca.
Según el estudio, no queda muy claro cómo las relaciones de género en la agricultura de pequeña escala —sobre todo cuando se trata de tomar decisiones respecto a la adopción de tecnología, los roles y las responsabilidades en tareas específicas del campo— influyen en la probabilidad de adoptar las técnicas de la agricultura de conservación.
Además, se sabe muy poco acerca de los costos y los beneficios de la adopción de la agricultura de conservación por parte de las mujeres mismas —en lo que se refiere a ingresos, uso de mano de obra, contribuciones a la seguridad alimentaria y la nutrición, así como el poder de tomar decisiones a nivel familiar y comunitario.
En África subsahariana, cerca del 30% de la población está desnutrida, y las proyecciones del crecimiento demográfico para 2050 son muy elevadas, indica el estudio, y agrega que es probable que el aumento de dos grados en la temperatura a causa del calentamiento global venga acompañado de escasez de lluvias y una mayor variabilidad de los patrones climáticos.
Estos factores ejercerán presión en sistemas agrícolas que, en su mayoría, son de pequeña escala, de temporal y utilizan pocos insumos, y que ya enfrentan problemas para alimentar a la población, dice el informe. Los rendimientos de cereales en la región son bajos y se han estancado, con un promedio de 1.3 toneladas por hectárea, comparados con las 3 toneladas por hectárea que se obtienen en el mundo en desarrollo en general.
Tradicionalmente, en los sistemas de producción agrícola, las mujeres y los hombres asumen roles, responsabilidades y tareas específicas según el género. Aunque los hombres y las mujeres tienen diferentes derechos y responsabilidades respecto a los diferentes cultivos y productos de la ganadería, por lo general las mujeres son responsables de las tareas del hogar y de cuidar a los hijos.
“Las mujeres, más que los hombres, están involucradas en un sistema en el que el tiempo o la energía que se destina a una nueva tarea debe restarse a otra actividad”, recalca el informe.
Asimismo señala que el acceso a la tierra (que en muchos países de África subsahariana es administrado bajo una ley consuetudinaria o una mezcla de leyes estatutarias y consuetudinarias) es un asunto complicado que no se ha investigado lo suficiente como para entender la asociación entre el género, las decisiones de la administración de la tierra y la disposición de los agricultores de participar en la agricultura de conservación o en una nueva intervención que implique demoras para obtener beneficios.