En una época en que había muy pocas mujeres de ciencia, Barbara McClintock se hizo famosa por ser la citogenetista más distinguida en el campo de la ciencia. Desde sus primeros estudios en genética en la década de 1920 hasta su descubrimiento de los elementos móviles en la masa genética, por el cual recibió el Premio Nobel en 1983, su legado a la ciencia prevalece hasta nuestros días.
“Fue pionera en el campo de las ciencias agrícolas en tiempos en que las mujeres dedicadas a la ciencia no tenían reconocimiento o apoyo”, refiere Thomas Payne, jefe del banco de germoplasma de trigo del CIMMYT.
“Su contribución a la citogenética, al estudiar la estructura y función celular, sobre todo en los cromosomas, fue enorme”.
Su trabajo fue revolucionario. En las décadas de los cuarenta y los cincuenta descubrió los elementos móviles de la masa genética y los utilizó para demostrar que son los genes los que determinan las características físicas. Posteriormente, McClintock hizo un estudio exhaustivo sobre citogenética y etnobotánica de razas de maíz sudamericanas.
En un principio, sus teorías sobre la transposición fueron recibidas con escepticismo. En 1950, cuando dio a conocer por primera vez que la información genética puede transponerse de un cromosoma a otro, los científicos conservadores pensaron que sus hallazgos no eran aplicables a todos los organismos.
No fue sino hasta los años sesenta, cuando los biólogos François Jacob y Jacques Monod descubrieron elementos similares en bacterias, que se reconoció la importancia de la investigación de McClintock. Se le otorgó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1983, y hasta hoy en día sigue siendo la única mujer que ha recibido un premio en esta categoría.
Nació en Hartford, Connecticut, Estados Unidos, en 1902, y asistió el único curso de genética que podían tomar los estudiantes de licenciatura en 1922. Hizo un doctorado en botánica en 1927 y a partir de entonces comenzó su carrera como líder en la investigación citogenética del maíz.
Cuando McClintock falleció en 1992, su trabajo era considerado de invaluable ayuda para entender las enfermedades humanas. Los “genes saltarines” ayudan a explicar cómo las bacterias generan resistencia a los antibióticos, y existen indicios de que dichos genes son causantes de alteraciones en las células normales que hacen que éstas se vuelvan cancerosas.
Como pionera en las ciencias agrícolas, a su muerte en 1992 era considerada en el mundo como una súpermujer.