EL BATÁN, México (CIMMYT)—Pese a que desde hace más de una década se han implementado políticas y programas que promueven la igualdad de género en la investigación, en algunos países las carreras de mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) se han estancado e incluso han disminuido en algunos campos.
Hay estudios que indican que igual número de mujeres y hombres empiezan a estudiar una carrera—y que algunas veces hasta es mayor el número de mujeres— a nivel de licenciatura y maestría en STEM, pero que el número de mujeres disminuye durante el doctorado y mucho más en la etapa de investigación; hoy en día, los hombres representan 72% de los investigadores en el mundo.
“La edad a la que muchos estudian o terminan su doctorado a menudo coincide con la etapa en que la gente empieza a pensar en tener hijos”, dice Denisse McLean, estudiante de doctorado en agrobiodiversidad de la Escuela Superior Santa Ana en Pisa, Italia, quien realiza investigación en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en México. “Sabía que tenía que estudiar mi doctorado en cuanto terminara la maestría, porque sabía que en cuanto tuviera hijos, no tendría mucha flexibilidad”.
“Muchos de mis compañeros de escuela estudian en el extranjero y sus esposas se quedan en casa con sus niños”, señala McLean. “En cambio, ninguna de mis compañeras tiene niños. Si yo tuviera hijos, no podría viajar y trabajar largas horas, como lo hago ahora”.
McLean se refiere a la “barrera de la maternidad”, que resulta de la idea de que el desempeño laboral de una mujer se verá afectado cuando tenga que ausentarse por maternidad o para cuidar a su familia.
El ambiente laboral de un laboratorio o una sala de conferencias no suele permitir que haya flexibilidad para dar a luz o cuidar a los hijos. Dado que la mayoría de las mujeres tienen el papel de cuidar a sus hijos, sin importar en qué país vivan, en las parejas heterosexuales suele ser la mujer, no su pareja, la que tiene que abandonar su carrera.
“Nunca tuve licencia por maternidad”, relata Denise Costich, científica sénior y jefa del banco de germoplasma de maíz del CIMMYT que ahora tiene más de 30 años de experiencia en su área de especialización. “Eso no estaba incluido en mi contrato de trabajo, ni como estudiante de posgrado o de doctorado. Tuve que tomar vacaciones cuando nacieron mis hijos. Cuando nació mi primera hija, la llevaba conmigo al invernadero para revisar mis experimentos cuando no tenía ni una semana de nacida”.
Costich, quien cariñosamente se refiere a sus tres hijos como sus “bebés de licenciatura, tesis y posdoctorado”, estudió investigación ecológica al mismo tiempo que criaba a sus hijos, lo cual a veces requería ingenio para encontrar soluciones innovadoras, como atar sillas para bebés a los carritos de laboratorio o cargarlos en su espalda cuando iba al campo. A veces era difícil cumplir con los requerimientos de una carrera en ciencias, sobre todo en una ocasión en que tuvo que ir a una entrevista de trabajo, apenas dos semanas después de haber dado a luz.
Según Costich, los empleos de planta en cualquier institución requieren que se les dedique de 80 a 90 horas a la semana. Asimismo, se espera que los científicos jóvenes trabajen de 80 a 120 horas a la semana en el laboratorio, y esto pone en desventaja a las mujeres que tienen niños.
“Siempre he trabajado y nunca he dejado de hacerlo, porque sé que cuando dejas de trabajar algún tiempo, te vas quedando rezagada, sobre todo en la ciencia, ya que la tecnología cambia rápidamente”, señala Costich. “Si te sales del medio, te pones en total desventaja al tratar de ponerte al día en tu carrera”.
Tanto Costich como McLean reconocen el enorme apoyo que recibieron para lograr sus objetivos, pero también señalan que hay que hacer cambios estructurales en todo el sistema de investigación. Países como Estados Unidos, donde no se garantiza la licencia por maternidad ni se da suficiente apoyo para el cuidado de los niños, deben reorientar sus políticas nacionales a fin de ayudar a las mujeres que trabajan, dice Costich, al referirse a su país de origen.
“Pude adaptarme al sistema y seguir adelante, pero conozco a muchas mujeres que se han dado por vencidas”, continúa la científica. “Necesitamos que haya más mujeres que hayan pasado por estas experiencias en posiciones de mayor jerarquía para poder hacer cambios apropiados en las políticas”.
La crianza de los hijos no es el único motivo por el que las mujeres abandonan sus carreras para cuidar a alguien. Existen estudios que indican que las mujeres también se ausentan por motivos familiares, por ejemplo, para cuidar a sus padres, nietos u otros parientes, y es mucho menos probable que sigan trabajando en comparación con sus colegas, en tanto que los hombres que deciden cuidar de alguien no sufren ningún cambio en su estatus laboral.
Reformar la cultura y los procesos institucionalizados que “castigan” a la mujer por tener vida familiar es vital para asegurar que más mujeres tengan carreras de investigación en STEM. Cambiar los criterios generalmente aceptados de contratación y aceptar condiciones adaptables de trabajo, así como programas de publicación y estudio más flexibles son algunos de los métodos que pueden ayudar a garantizar que las mujeres y los hombres que interrumpen sus carreras para hacerse cargo de la familia no pongan en riesgo sus carreras en el futuro.
Todos los institutos que se han propuesto aumentar el número de mujeres que en ellos trabajan, deben tomar estos y otros pasos para derribar las barreras de las mujeres en la ciencia, como los prejuicios en el proceso de contratación y en la revisión por pares, si quieren realizar investigación con mejores resultados.