Muy interesantes y útiles resultaron las diversas presentaciones y demostraciones en campo sobre las modernas prácticas de la agricultura de conservación para los 150 participantes del taller que se celebró en la provincia de Golestán, al norte de Irán, el 10 y 11 de diciembre de 2014. Entre los asistentes hubo agricultores, fabricantes de maquinaria, funcionarios de extensión, investigadores y otros especialistas.
El taller fue coordinado por la Organización Agrícola y el Centro de Investigación Agrícola de Golestán, e impartido por Ken Sayre, consultor sénior del CIMMYT, quien, auxiliado por un intérprete, respondió preguntas de agricultores que promueven la agricultura de conservación, una tecnología basada en la cero labranza, la retención de rastros en el terreno y la rotación de cultivos.
“Estas prácticas ayudan a proteger el suelo de la erosión y a los agricultores a ahorrar combustible que normalmente utilizarían en la extensiva labranza que hacen antes de sembrar”, explicó Sayre.
La Provincia de Golestán tiene como frontera natural el mar Caspio y es parte de la fértil región de la antigua Hircania; su capital es Gorgán, una escala de la legendaria Ruta de la Seda. Abarca una superficie de más de 22,000 kilómetros cuadrados y su población es de aproximadamente 1.8 millones, de los cuales casi 50% viven en zonas rurales con bosques comerciales, pastizales y 630,000 hectáreas de tierra cultivable.
“La topografía es muy diversa y oscila entre 27 metros bajo el nivel del mar hasta 3,750 metros sobre el nivel del mar; el clima varía también, de húmedo-templado a semiárido y apto para el cultivo de cereales, algodón, oleaginosas y arroz”, describe M.E. Asadi, investigador especialista en agua y riego del Centro de Investigación Agrícola de Golestán, quien ayudó a organizar el taller. “El trigo y la cebada ocupan más de 300,000 hectáreas.”
La precipitación pluvial anual varía entre 200 y 700 milímetros. Los terrenos no arados donde se deja el rastrojo captan y retienen mejor la humedad y por tanto los rendimientos de cultivos como los de algodón, maíz y soya aumentan, según Asadi. “Los agricultores también tienen una corta temporada de lluvias y siembran cebada, colza y trigo, para aprovechar las lluvias del Mediterráneo. Si se hace menos labranza, o se elimina, los agricultores pueden sembrar antes. Y si se dejan los residuos en la superficie del suelo, éstos lo protegen de la erosión.”
Asadi dice que las prácticas de la agricultura de conservación se introdujeron en Golestán hace unos 15 años. “Sin embargo, hoy en día estamos tratando de promover su uso con información y apoyo de científicos del CIMMYT como Sayre y M.L. Jat. De particular interés son ahora los ahorros de combustible y energía derivados de la labranza reducida y un uso más eficiente del agua.”