EL BATÁN, México (CIMMYT) – Compilar información que incluya datos de género ayudaría a los científicos a entender cómo ayudar a mejorar las prácticas que utilizan los pequeños agricultores para aplicar fertilizante, según un artículo científico de reciente publicación.
Los pequeños productores de maíz y de trigo necesitan utilizar fertilizante nitrogenado inorgánico, junto con otras buenas prácticas agronómicas, para producir cultivos sanos y rendidores, pero no aplican el nitrógeno de manera apropiada.
El uso excesivo de fertilizante es dañino para las plantas y el suelo, contamina el agua potable y mata especies piscícolas. Además, el fertilizante nitrogenado produce óxido nitroso, un potente gas de invernadero que contribuye al cambio climático.
“Las políticas que no toman en cuenta ni el género ni el medio ambiente han marcado la pauta en muchas regiones, y han causado efectos negativos en escenarios tanto de uso excesivo como de uso insuficiente de fertilizante, lo cual afecta, en primer lugar, a mujeres y niños”, dice Clare Stirling, científica sénior del Programa de Intensificación Sustentable del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
“Nuestro estudio revela que si hacemos un uso más balanceado y eficiente del fertilizante nitrogenado, esto mejorará considerablemente aspectos relacionados con la igualdad social y de género”, continúa Stirling, y añade que esto solo es posible si se hacen cambios socioeconómicos y culturales trascendentes que influyan en las normas de género y sociales.
“La agricultura necesita operar dentro de un “espacio seguro para el nitrógeno”, previene. “Necesitamos asegurarnos de que la eficiencia en el uso del nitrógeno no sea ni muy alta ni muy baja. Si es demasiado alta, los suelos pueden ser minados y degradados; si es muy baja, se liberan grandes cantidades de nitrógeno reactivo al medio ambiente”.
En los países en desarrollo, las mujeres constituyen cerca del 43% de la fuerza laboral agrícola, pero comparadas con los hombres, ellas tienen acceso solo a una fracción de la tierra, el crédito, los insumos –por ejemplo, semilla mejorada y fertilizantes, capacitación e información agrícola, según la asociación Farming First.
La falta de acceso a recursos pone en desventaja a las mujeres que son jefas de familia. Incluso si ellas son las que toman decisiones, en general son obstaculizadas por su bajo estatus socioeconómico, la poca disponibilidad de mano de obra masculina, y el poco acceso que tienen a mercados, tecnologías agrícolas, maquinaria, crédito, garantías y asesoría, incluyendo cómo adaptarse al cambio climático y mitigar sus efectos. Como resultado de este acceso no equitativo, las mujeres utilizan menos fertilizante. También sucede que a veces se privan de tomar alimento para asegurar que sus niños y otros familiares consuman alimentos nutritivos, con lo cual ponen en riesgo su salud.
“Incluso si reciben capacitación, es más difícil para las mujeres que para los hombres aplicar conocimientos prácticos debido a sus limitaciones socioeconómicas”, afirma Simon Attwood, científico agroecólogo de Bioversity International, que colaboró en un estudio nuevo titulado Gender and inorganic nitrogen: what are the implications of moving towards a more balanced use of nitrogen fertilizer in the tropics?
“Existe un creciente consenso en torno a que las diferencias en la productividad y las prácticas en finca se deben, en parte, a que las mujeres no tienen el mismo acceso a los insumos que los hombres”, añade.
Las agricultoras que utilizan muy poco fertilizante nitrogenado están atrapadas en un ciclo negativo de bajos rendimientos e ingresos, lo cual aumenta el riesgo de que las familias campesinas padezcan inseguridad alimentaria y económica, destacan los científicos. Por otro lado, es probable que en lugares donde se utiliza demasiado fertilizante nitrogenado, las mujeres y los niños sean los que más padezcan problemas de salud como consecuencia del uso excesivo de ese insumo.
A pesar de la importante función que desempeñan en la producción agrícola, sobre todo en el mundo en desarrollo, las mujeres no son incluidas en la mayoría de los proyectos de desarrollo, lo cual sugiere que los beneficios que resultan de promover las mejores prácticas del uso de fertilizante entre las mujeres, podrían contribuir a aumentar grandemente la producción y los ingresos, según los autores.
Debido a que las mujeres tienen un papel primordial en el cuidado de la salud, la nutrición y la educación de los niños, deberían ser ellas las principales beneficiarias de los programas de desarrollo, argumentan los científicos.
“Estos factores indican que las retribuciones sociales de las inversiones agrícolas son mayores cuando se destinan a las mujeres”, puntualiza Attwood.
Los científicos tomaron varios estudios de caso de la India y África subsahariana, que confirman su teoría de que el uso no balanceado de fertilizante nitrogenado produce un mayor impacto en las mujeres y los niños.
El primer estudio de caso reveló conexiones claras entre los resultados negativos para la salud de las mujeres pobres y sus hijos en zonas rurales y los tiempos de aplicación de fertilizante en la India. El estudio mostró que la morbilidad de los bebés de mujeres pobres de zonas rurales parece ser afectada negativamente por el trabajo que la madre realiza en los arrozales, donde absorbe toxinas derivadas del fertilizante.
El segundo caso de estudio sugiere que aplicar fertilizante nitrogenado a los cultivos comerciales y no a cultivos alimentarios básicos, como el maíz, puede reducir la disponibilidad de alimentos y contribuir a la mala nutrición de las familias en algunos países de África subsahariana.
El tercer caso de estudio en el lago Victoria ata los cabos sueltos entre el uso insuficiente de fertilizante, la degradación del suelo que causa erosión y escurrimiento hacia el lago, y los problemas de salud tanto en hombres como en mujeres. La presencia de altos niveles de nitrógeno en el lago causados por el deficiente manejo de la tierra está cambiando su ecología, afectando la vida de las comunidades de pescadores y causando mayores índices de VIH/sida.
“Mientras la mayoría de formuladores de políticas y planificadores sigan aferrados a una idea fija que no toma en cuenta las implicaciones de género del uso técnica- y socialmente balanceado del fertilizante, las agricultoras de pequeña escala no realizarán su potencial”, advierte Cathy Farnworth, especialista en género que trabaja en el Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) del CGIAR y primera autora del artículo científico.
“Necesitamos que los estudios de investigación y servicios de asesoría rural tomen en cuenta el aspecto de género para poder crear estrategias apropiadas que nos permitan llegar y empoderar a las mujeres en diferentes entornos y ayudarlas a actuar de manera independiente”.
Este proyecto fue financiado por CCAFS, Bioversity, CIMMYT y los Programas MAÍZ y TRIGO del CGIAR.