NAIROBI, Kenia – Purity Wanjiku vive en la aldea de Mirera, condado de Naivasha, a unos 90 kilómetros de Nairobi. Como la mayoría de las mujeres en su aldea, por años ha dependido de la agricultura para satisfacer las necesidades básicas de su familia, principalmente mediante la venta de maíz y de harina de banana.
Habiendo sembrado durante 40 años, Wanjiku de 68 años, madre de 10 hijos y abuela de 20 nietos, no es solo un gurú en temas de agricultura sino que ha sido un pilar para las mujeres de su aldea que dependen de su tierra para producir alimentos para sus familias.
Wanjiku posee un terreno de seis acres que describe como demasiado grande para sembrar cultivos alimentarios solo para su esposo y su hijo menor. Sus otros hijos son adultos y tienen su propio hogar; el más joven está en la universidad. Con toda esta tierra a su disposición, Wanjiku renta parte de su terreno a siete mujeres que son sus vecinas, quienes siembran para producir alimento para sus familias.
“Ocupo solo un acre del terreno, que es suficiente para producir alimentos para mi familia y un excedente para vender”, dice Wanjiku. Las siete mujeres unen esfuerzos para pagarle US$400 (4000 chelines kenianos) cada una y poder utilizar los cinco acres por todo el ciclo de siembra y de cosecha.
El maíz es uno de los cultivos importantes que Wanjiku y sus vecinas siembran. Aunque ha habido buenos años para la producción de maíz, Wanjiku dice que los últimos tres años fueron difíciles por el brote de necrosis letal del maíz (MLN) que causó grandes pérdidas a los agricultores en la zona de Naivasha. “Antes de que surgiera la enfermedad, de un acre solía cosechar, como mínimo, 50 sacos de 90 kilogramos cada uno. Pero ahora la cosecha ha disminuido mucho”, lamenta.
Sin embargo, pese a la amenaza de la MLN y las grandes pérdidas, la resiliencia y perseverancia de Wanjiku para seguir sembrando maíz son admirables. Su resiliencia ha inspirado a las siete mujeres que arriendan el terreno de Wanjiku a seguir sembrando maíz pese a que corren un gran riesgo de perder su cosecha a causa de la MLN. Todas siguen confiando en que se encontrará una solución permanente a la MLN mediante la investigación que se está realizando en el sitio de selección de MLN, a solo cinco kilómetros de la finca de Wanjiku.
La mayoría de estas mujeres prefieren sembrar maíz a otros cultivos porque se puede consumir de diferentes maneras, en forma de harina, o asado, hervido o cocinado con frijoles u otros cultivos.
“A pesar de que es poco el maíz que cosechamos en la finca, éste se convierte en un producto valioso por las muchas formas en que lo consumimos, incluso en pequeñas cantidades”, agrega Wanjiku.
Esta resiliencia nos da la pauta para pensar que las mujeres agricultoras africanas serán los pilares de la transformación que África está buscando para atender el problema de la seguridad alimentaria, que se ve obstaculizada por una serie de factores como el cambio climático, la escasa fertilidad del suelo, las plagas de insectos y otros fenómenos.
Su participación en la producción, el almacenamiento postcosecha y el procesamiento del maíz contribuye directamente a la economía del maíz en África y, por tanto, también contribuye a crear un sistema alimentario más fuerte a nivel familiar, nacional y continental.
En los últimos 50 años, el CIMMYT ha priorizado el género a fin de fomentar el crecimiento agrícola y la seguridad alimentaria de los pequeños productores. Asimismo, sigue atendiendo el asunto de la igualdad y equidad de género para cerrar la brecha entre hombres y mujeres, a fin de que las mujeres tengan mayor representación en la agricultura y en la producción de alimentos.