Los hechos son sorprendentes. Más de 2000 millones de personas en el mundo padecen deficiencia de micronutrientes y 795 millones también sufren desnutrición. El problema de alimentar de manera nutritiva y segura a la creciente población mundial es exacerbado por el cambio climático que ha provocado patrones climáticos extremos y reducido el rendimiento de los cultivos. Considerando que más del 10% de la población mundial vive con menos de US $1.90 al día, resulta obvio que es apremiante transformar los sistemas alimentarios de manera que las vidas y el sustento de las personas y la condición de los recursos naturales mejoren simultáneamente.
El cambio climático constituye un reto formidable, pues es uno de los más grandes obstáculos para mejorar los sistemas alimentarios y la seguridad alimentaria, y aliviar la pobreza en el mundo, sobre todo de la gente más vulnerable en el planeta. Los impactos del cambio climático y la pobreza están estrechamente interconectados, ya que el cambio climático repercute en la disponibilidad de tierra, en la lluvia y en las enfermedades. Debido al número desproporcionado de personas pobres que dependen de la agricultura de temporal para obtener su sustento e ingresos, sus comunidades son especialmente vulnerables a los impactos del cambio climático. La mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos repercute en su capacidad de vender su producción excedente, lo cual implica que invierten menos en sus fincas y otras actividades, y que tienen menos posibilidades de adquirir alimentos nutritivos.
El Acuerdo de París sobre el Cambio Climático 2015, sin ser perfecto, inició una nueva, ambiciosa e histórica fase de acciones contra el cambio climático, y abrió la puerta para que el sector agrícola asuma un papel de liderazgo. “Reconocemos que el sector agrícola tiene una función clave en aumentar la resiliencia a las crisis climáticas. La seguridad alimentaria, la producción de alimentos, los derechos humanos, el género, los ecosistemas y la biodiversidad fueron todos explícitamente reconocidos en el Acuerdo de París y son aspectos esenciales de nuestro trabajo”, opina Elwyn Grainger-Jones, director ejecutivo de la Organización del Sistema CGIAR.
En África, Asia y América Latina, el CGIAR y sus colaboradores están generando tecnologías climáticamente inteligentes que ayudan a los agricultores a adaptarse al cambio climático y mitigar lo que la agricultura contribuye a este fenómeno. El Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) del CGIAR reúne a expertos en ciencias agrícolas, ambientales y sociales con el fin de identificar y atender este nexo entre la agricultura y el cambio climático. Innovaciones como los cultivos tolerantes a la sequía, los seguros agrícolas y las prácticas agronómicas que reducen las emisiones de gases de invernadero son solo algunas de las tecnologías que está generando el CGIAR.
En África, investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) trabajan con maíz tolerante a la sequía que ofrece considerables beneficios a los agricultores africanos, ya que produce hasta 30% más grano que las variedades convencionales en condiciones de sequía. Gracias a benéficas asociaciones colaborativas con gobiernos, el sector privado y ONG, los investigadores han liberado variedades en poco tiempo y promovido mercados competitivos de semilla, lo cual ha permitido el acceso generalizado a semilla de calidad a precio accesible.
“Un gran porcentaje de los agricultores y consumidores de bajos recursos viven en zonas tropicales, que son las más vulnerables a los efectos del cambio climático. Al proporcionar herramientas y conocimientos respaldados por la ciencia, el CGIAR ayuda a los agricultores a adaptarse, y lleva seguridad alimentaria y prosperidad a esas zonas”, destaca Martin Kropff, director general del CIMMYT y presidente de la Mesa Directiva del Sistema CGIAR. “La investigación sobre maíz tolerante a la sequía que coordina el CGIAR ha ayudado a más de 5 millones de familias campesinas de 13 países a ser más resilientes al cambio climático”.
En Vietnam, Bangladesh y las Filipinas, investigadores del Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI) están creando técnicas de manejo para el arroz en zonas bajas irrigadas, conocidas como humedad y sequía alternadas, que ahorran agua, reducen las emisiones de gases de invernadero y, al mismo tiempo, mantienen los rendimientos.
Para asegurar que se creen innovaciones agrícolas donde se necesitan, el CGIAR está priorizando las tecnologías que los agricultores requieren, sobre todo en lo que se refiere a soluciones climáticamente inteligentes.
En Senegal, la investigación del CGIAR sobre asesoría digital y los servicios de información climática hacen llegar a los agricultores pronósticos estacionales más precisos a través de la radio y SMS; esta información está ayudando a los agricultores a adaptarse al cambio climático y aumentar su resiliencia a los efectos del mismo.
En India, investigadores de CCAFS están estableciendo esquemas de seguros agrícolas que aumentarán la resiliencia a las crisis climáticas y ayudarán a proteger a los agricultores cuando no haya buenas cosechas. CCAFS trabaja también en colaboración con el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) para ayudar a las principales agroempresas a mejorar su capacidad de seguir, medir y monitorear los avances de la agricultura climáticamente inteligente, entre otras cosas, al generar indicadores basados en la ciencia.
“El desafío que ahora tenemos es cómo diseminar estas innovaciones, es decir, llegar a millones y no solo a cientos de agricultores. Para esto es necesario cambiar la forma en que colaboramos y generamos nuestra ciencia, así como conjuntar y enfocar las innovaciones de la agricultura climáticamente inteligente”, destaca Kropff.
“Reconocemos que para responder de manera eficaz a los problemas del cambio climático es necesario hacer grandes cambios en nuestra forma de trabajar”, continúa Grainger-Jones. “Tenemos la responsabilidad de promover cambios de paradigma que nos preparen para los retos que afrontamos”.
La investigación que lleva a cabo el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) está haciendo exactamente eso, pues está evaluando el efecto de alimentar animales con forraje de Brachiaria climáticamente inteligente; algunas variedades de Brachiaria toleran la sequía y el anegamiento, en tanto que otras han producido más y mejor forraje.
Básicamente, el CGIAR tiene la misión de transformar la agricultura y generar sistemas alimentarios que permitan a los más vulnerables ofrecer a sus familias alimentos más nutritivos y mejorar su productividad y resiliencia.
“Como la alianza de investigación agrícola para el desarrollo más grande a nivel mundial, el CGIAR está en una posición única de responder a los desafíos de desarrollo más complejos que tiene el mundo. Tenemos el compromiso de realizar investigación de primer orden sobre el cambio climático a fin de aumentar la resiliencia y conservar el frágil ecosistema del planeta”, afirma Grainger-Jones.
Elwyn Grainger-Jones, director ejecutivo del Sistema CGIAR, y Martin Kropff, director general del CIMMYT y presidente de la Mesa Directiva de la Organización del Sistema CGIAR, recientemente participaron en el evento ‘Climate change research and partnerships for impact on food and nutritional security’ durante la inauguración de la nueva oficina del Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) en la Universidad de Wageningen, en Holanda.