El calor y la sequía son las principales causas de las pérdidas de rendimiento del trigo a nivel mundial; científicos predicen que estos problemas empeorarán a causa del cambio climático.
Como fisiólogo de trigo, Matthew Reynolds, hace investigación para aumentar los rendimientos de este cereal y mejorar su capacidad para sobrevivir en condiciones climáticas difíciles, sobre todo en los países en desarrollo.
Reynolds, que ha tenido un papel preponderante en varias iniciativas internacionales de trigo, como el Consorcio de Mejoramiento para Obtener Tolerancia a la Sequía (HeDWIC) y la Alianza Internacional de Mejoramiento de Trigo (IWYP), ha generado líneas nuevas basándose en la combinación de caracteres fisiológicos complementarios.
Parte de su trabajo se describe en el libro “Climate Change and Crop Production”, el cual le pidieron editar.
Además de hacer mejoramiento para obtener resistencia a la sequía, Reynolds, que es también consultor de Bayer Crop Science, ha desarrollado métodos fisiológicos para mejorar el potencial de rendimiento, una actividad que sustentará la nueva iniciativa de IWYP, que hasta ahora ha recaudado más de 50 millones de dólares para su financiamiento.
En la siguiente entrevista nos da su punto de vista, después de su nombramiento como científico distinguido del CIMMYT.
¿Qué es lo que lo inspira en su trabajo?
Lo que me inspira en mi trabajo en el CIMMYT es la forma en que aplicamos la ciencia para resolver problemas de la vida real, participando en una impresionante cadena de eventos cuyos resultados benefician principalmente a muchos de los integrantes menos privilegiados de la sociedad. Dado su carácter multicultural y porque somos un centro importante de investigación de maíz y de trigo en el mundo, los científicos del CIMMYT entienden de manera única los problemas que enfrenta la agricultura en el mundo en desarrollo.
¿Cuál es su logro más significativo?
Lo que más satisfacción me ha dado es que, aplicando la fisiología, hemos estado entregando tecnologías de trigo mejoradas a los gobiernos nacionales —algo que hace 25 años nadie habría creído posible. Nuestra primera intervención consistió en mostrar el valor de la medición de la temperatura del dosel (follaje) y ahora es una herramienta que todo el mundo está aplicando. De ahí se derivó la termografía, que es una herramienta muy robusta para medir la temperatura de las plantas. Nos sirve para saber si una planta está adaptada, cuando está “fría”, o si hay algo que no está bien, cuando está demasiado “caliente”. Es una maravillosa herramienta de diagnóstico; es como el estetoscopio que usan los médicos, salvo porque nosotros la podemos usar incluso de manera remota, y ahora desde el aire, para hacer mediciones en miles de parcelas en una sola toma.
¿Qué papel tiene la agricultura en el alivio a la pobreza?
Mientras podamos hacer algo en torno al hecho que casi mil millones de personas en el mundo padecen hambre, la agricultura es solo una pequeña parte de esa ecuación. Existen muchos otros elementos sobre los que no tenemos control —las fuerzas del mercado, la política exterior y los fenómenos naturales, como la inestabilidad climática— y que en conjunto pueden neutralizar nuestras iniciativas. La inspiración y el aliciente para hacer nuestro trabajo son herencia del finado Norman Borlaug, que fuera mejorador de trigo del CIMMYT y Premio Nobel de la Paz, quien dijo: ‘No puedo quedarme sentado sin hacer nada en medio de la abyecta pobreza, el hambre y la miseria humana”.
¿Cuál es el mayor desafío para el mundo?
Creo que el más grande desafío para la humanidad es lograr una mayor unidad y la igualdad de oportunidades. El CIMMYT es, en cierto sentido, como la Cruz Roja de los recursos genéticos para los agricultores, pero nosotros tratamos de anticiparnos a sus problemas e invertimos en su futuro. Recientemente se ha reafirmado que la base fundamental de un crecimiento económico sostenible es un sector agrícola vigoroso. Nuestra meta global es la seguridad alimentaria para todos, sobre todo para los consumidores y agricultores de bajos recursos. Como sociedad, dedicamos enormes esfuerzos para controlar los recursos naturales (tierra, agua y minerales), sin tener en cuenta el costo y el conflicto que esto ocasiona, en tanto que, irónicamente, mantener la base de los recursos del planeta pasa a segundo término, en el mejor de los casos. Quizá esto haya sido justificable antes del advenimiento de las buenas comunicaciones y la cooperación internacional, pero ahora ya no tiene sentido, sobre todo porque nuestro planeta está sobrepoblado. Supongo que siempre es mucho más difícil unir a la gente, algo en lo que Borlaug era muy bueno, aunque no sin un considerable esfuerzo de su parte.
¿Cuál fue el legado de Borlaug?
En mi opinión, su legado principal fue que hizo que la gente tomara conciencia de los problemas humanitarios y que implementó soluciones reales con una dedicación absoluta. Esto es algo de lo que la mayoría de los políticos y líderes solo hablan de dientes para afuera, para no perturbar el statu quo, que básicamente consiste en un mundo con una inequidad masiva y creciente. Aunque no soy católico, leí recientemente una maravillosa cita del Papa Francisco que tiene mucho que ver con la misión del CIMMYT. El Papa dijo: “Si bien los ingresos de una minoría están creciendo de manera exponencial, todo lo contrario ocurre con los de mayoría. Esta falta de equilibrio se deriva de ideologías que sustentan la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, y niegan por tanto el derecho de control de los Estados, que son los encargados de proporcionar el bien común a sus habitantes”. En el CIMMYT tenemos aún la tarea de promover el bien común —al menos por ahora; esperamos seguir cumpliendo este legado.