Existen ciertas cosas que todos los seres humanos necesitamos para vivir y la comida es una de ellas. Además de satisfacer una necesidad biológica, la comida es también un complejo producto cultural definido por la agricultura, el clima, la geografía y la búsqueda de placer. De ser una necesidad práctica, la comida ha evolucionado y se ha convertido en un indicador de identidad cultural y estatus social.
Sin embargo, para muchas personas tiene un propósito diferente: sobrevivir, incluso si conseguir comida para subsistir se torna en una lucha diaria. Alrededor de 795 millones de personas no obtienen suficiente comida todos los días, según el Informe del estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015; pero son 2,000 millones los que padecen alguna forma de “hambre oculta” o deficiencia de micronutrientes. Esto se refiere a la ausencia crónica, aunque con frecuencia no visible, de las vitaminas y los minerales que se requieren para tener una vida saludable.
La seguridad alimentaria es un asunto de capital importancia, pero ¿qué hay de la seguridad nutricional? La seguridad nutricional difiere de la seguridad alimentaria, ya que ésta tiene que ver con la evaluación de nutrientes esenciales y no solo de calorías. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, establecidos en 2000 y cuya conclusión está programada para este año, tienen como una de sus metas esenciales reducir en 50% el número de personas que padecen hambre. Gracias a ello, ha mejorado mucho el acceso a los alimentos, pero el impacto de la creciente población, junto con la escasez de tierra y el cambio climático, significa que el problema del hambre no se ha resuelto. El hambre tiene una nueva cara que no se podrá resolver con solo aumentar los rendimientos.
El hambre oculta es un problema intersectorial que necesita una respuesta interconectada de la comunidad de desarrollo internacional. Además de ser un riesgo para la salud, el hambre oculta también causa estragos en la economía, confinando a la gente a ciclos de pobreza y pérdidas de productividad.
La agricultura es lo que marca la diferencia
Numerosas poblaciones que padecen deficiencia de micronutrientes incluyen cereales o tubérculos en su dieta, los cuales les aportan cantidades apropiadas de proteína y energía, pero no cantidades suficientes de micronutrientes como vitamina A, vitamina C, ácido fólico, hierro y zinc. Entonces, ¿de qué manera se puede dar un impulso la seguridad nutrición en estos contextos? Diversificar las dietas de manera que incluyan distintos productos alimentarios tiene que ser una prioridad, pero no siempre constituye una opción para las personas de bajos recursos económicos o que tienen un acceso muy limitado a otros alimentos. Por tanto, es importante buscar otras opciones que garanticen un suministro de micronutrientes esenciales o que ayuden a la gente a entender la importancia de tener una dieta apropiada: educación nutricional, suplementos y fortificación.
La biofortificación —el mejoramiento convencional y el trabajo de laboratorio para mejorar el contenido de micronutrientes en el grano de cultivos alimentarios— forma parte de las actividades del CIMMYT destinadas a combatir la desnutrición. El primer paso está relacionado con el mejoramiento de maíz y de trigo para aumentar el contenido de micronutrientes a un nivel que produzca un impacto significativo en la nutrición humana. El segundo paso consiste en asegurarse de la biodisponibilidad de los nutrientes adicionales –la proporción de un nutriente que nuestro organismo absorbe de los alimentos y que utiliza para las funciones corporales normales. Por último, los agricultores deben estar dispuestos a sembrar variedades biofortificadas y los consumidores, a usar el grano en sus preparaciones.
En el CIMMYT se está utilizando este proceso para aumentar el contenido de provitamina A y cinc en el maíz, y las concentraciones de hierro y cinc en el trigo. Aumentar el contenido de micronutrientes mediante la biofortificación ayudará a combatir el hambre oculta y, al mismo tiempo, a fomentar la salud humana y el crecimiento económico.
Mejorar maíz para aumentar el contenido de provitamina A es un paso para ayudar a los 4.4 millones de niños en edad preescolar y 20 millones de mujeres embarazadas que padecen deficiencia de vitamina A. A la deficiencia de zinc se le atribuyen 800,000 decesos cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Aumentar el contenido de zinc en el trigo, que aporta 20% de la ingesta proteica y energética de la población mundial, es una herramienta importante para combatir problemas de crecimiento, trastornos del sistema inmunológico, enfermedades de la piel, disfunción cognitiva y otros trastornos asociados con la deficiencia de zinc.
El éxito que ha tenido el maíz con provitamina A en Zambia es solo un ejemplo de la forma en que el CIMMYT trabaja con sus colaboradores para generar productos biofortificados y ponerlos al alcance de los consumidores finales. Los habitantes de Zambia consumen en promedio 130 kg de maíz al año, que les aportan 50% de las calorías que necesitan pero solo una cantidad mínima de provitamina A, un elemento esencial para tener una buena visión y para el mantenimiento del sistema inmunológico. Los híbridos que generó el CIMMYT y liberaron HarvestPlus y el Instituto de Investigación Agrícola de Zambia (ZARI) mostraron un 400 por ciento más de provitamina A que el maíz amarillo común, y el potencial de producir mayores beneficios de salud.
Desde 1990, el número de personas que no tienen acceso a alimentos ha disminuido en 39 por ciento, según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) —un logro considerable. En esta nueva era de las Metas de Desarrollo Sustentable, debemos dejar atrás la práctica estándar de evaluar el hambre y la desnutrición meramente como la cantidad de alimentos que se pueden conseguir.
El problema del hambre oculta tiene solución; la salud y el bienestar de millones de personas dependen de esa solución. Hagamos un mayor esfuerzo para atender los problemas de la desnutrición y el hambre y garantizar así la seguridad alimentaria y nutricional, que es un derecho fundamental de todos los seres humanos.