Las lluvias erráticas y el aumento de la temperatura ya están causando la pérdida de cosechas y poniendo en riesgo la capacidad de los agricultores africanos de mantener su seguridad alimentaria familiar, explica. África es la región más vulnerable a la variabilidad y el cambio del clima, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.
Los agricultores a pequeña escala, que producen la mayor parte de los alimentos en África, estarán entre los más afectados. El trabajo de Rusinamhodzi incluye educar a los agricultores africanos acerca de los impactos del cambio climático y trabajar con ellos para adaptar soluciones de la agricultura sustentable que aumenten su producción de alimentos ante un clima cada vez más variable.
Según proyecciones, la población mundial llegará a 9,800 millones para 2050, de los cuales 2,100 millones vivirán tan solo en África subsahariana. La Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas estima que los agricultores tendrán que aumentar la producción en por lo menos 70% para satisfacer la demanda de alimentos. Sin embargo, el cambio climático está ocasionando numerosos riesgos a los sistemas de producción tradicionales y poniendo en jaque la capacidad de aumentar la producción, señala Rusinamhodzi.
Rusinamhodzi cree que el hecho de concientizar a los agricultores sobre los riesgos climáticos y trabajar con ellos con el fin de implementar soluciones sustentables es fundamental para asegurar que tengan la capacidad de amortiguar los embates del clima, como la sequía y las lluvias erráticas.
“La temporada de lluvias está comenzando a destiempo y las sequías estacionales o de temporada son cada vez más comunes”, explica Rusinamhodzi. “Los agricultores necesitan más conocimientos y recursos para poder cambiar las fechas y densidades de siembra, las variedades y especies que siembran, los regímenes de fertilización y la rotación de cultivos para intensificar de manera sustentable la producción de alimentos”.
Rusinamhodzi se crió en Zimbabwe –país que ahora está experimentado directamente los impactos del cambio climático– y, por tanto, entiende la importancia de la agricultura de pequeña escala y el daño que el clima errático puede causar a la seguridad alimentaria familiar.
Estudió ciencias del suelo y agronomía, y comenzó su carrera como investigador adjunto en el Centro Investigación de Agricultura Tropical en Zimbabwe, donde aprendió a utilizar la agricultura de conservación como punto de partida para aumentar la producción de alimentos.
La agricultura de conservación se basa en los principios de movimiento mínimo del suelo, cobertura permanente de la superficie del suelo y rotación de cultivos para mantener y, al mismo tiempo, aumentar los rendimientos y proteger el medioambiente. Además, mejora las condiciones y la calidad del suelo, lo cual mejora la resiliencia a la variabilidad climática.
Es una práctica de la intensificación sustentable que tiene por objeto aumentar la productividad de la mano de obra, la tierra y el capital. Las prácticas de intensificación sustentable ofrecen la posibilidad de cumplir simultáneamente varios objetivos apremiantes del desarrollo, realizar el potencial de la agricultura para adaptar los sistemas al cambio climático y manejar de manera sustentable la tierra, el suelo, los nutrientes y los recursos hídricos, y, al mismo tiempo, mejorar la alimentación y la nutrición.
Adaptar la agricultura sustentable a las necesidades de los agricultores
Los sistemas de producción de pequeña escala en África son diversos en carácter y contenido, aunque el maíz es generalmente el principal cultivo. Dentro de cada sistema, los recursos y procesos de producción de los agricultores también son diversos. Las condiciones biofísicas –como el suelo y la lluvia– cambian considerablemente a poca distancia.
Dadas las variadas circunstancias, no es posible promover la agricultura de conservación como una solución rígida que todos pueden adoptar, según Rusinamhodzi.
Este agrónomo especialista en sistemas de producción obtuvo su doctorado en la Universidad de Wageningen, enfocado principalmente en adaptar opciones apropiadas de la intensificación agrícola a ciertos sistemas de producción del sur de África. Ahora, en el CIMMYT trabaja con comunidades agrícolas africanas para adaptar la agricultura de conservación a las condiciones específicas de los agricultores a fin de aumentar su producción de alimentos.
El objetivo de Rusinamhodzi es diseñar sistemas de producción para la región basados en la siembra intercalada de maíz y leguminosas y la agricultura de conservación. Otra ventaja del cultivo intercalado es que se pueden producir dos cultivos en un mismo terreno en una sola temporada. Diferentes especies como el maíz y las leguminosas facilitan este proceso y ayudan a contrarrestar los efectos negativos de las sequías prolongadas y la baja calidad del suelo.
“La clave es entender a los agricultores, sus recursos (incluidas las condiciones biofísicas) y sus sistemas de producción, y ayudarlos a que adapten la agricultura de conservación a sus necesidades locales”, agrega.
En su trabajo con el Programa de Intensificación Sustentable, Rusinamhodzi busca entender las limitaciones de la producción y las oportunidades de aumentar la productividad comenzando con los recursos disponibles localmente.
Mediante la modelación y experimentación de cultivos, estima cómo se comportará el sistema de producción bajo diferentes condiciones y después formula una serie de opciones que ayuden a los agricultores. Las opciones incluyen agroforestería, cultivos intercalados, variedades mejoradas tolerantes al calor y la sequía, fertilizantes y estiércol junto con los principios de la agricultura de conservación para obtener los mejores resultados.
Los modelos son una forma innovadora de evaluar los buenos resultados o las desventajas que los agricultores podrían tener al incorporar procesos nuevos a sus sistemas de producción. Sin embargo, la aplicación de estas herramientas todavía es limitada debido a las grandes cantidades de datos que se necesitan para la calibración, y su complejidad”, agrega.
La información que se recopila se comparte con los agricultores con el fin de ofrecerles opciones basadas en la investigación sobre cómo aumentar de manera sustentable su producción de alimentos en sus condiciones”, refiere Rusinamhodzi.
“Mi objetivo final es que los agricultores tengan más poder de decisión para que puedan elegir sus opciones desde una postura informada”, concluye el investigador.
Rusinamhodzi también capacita a agricultores, personal de los gobiernos nacionales, organizaciones no lucrativas y compañías semilleras, así como a estudiantes de posgrado, sobre los conceptos y la aplicación de la intensificación sustentable, lo cual incluye análisis avanzados para entender la productividad del sistema, la calidad del suelo, el uso eficiente del agua y los nutrientes, y la dinámica de las plagas y enfermedades de las plantas.
Leonard Rusinamhodzi trabaja en el proyecto SIMLESA financiado por el Centro Australiano de Investigación Agrícola Internacional y el programa MAÍZ del CGIAR.