En el marco de su primer ciclo de operación, se presentaron los resultados del proyecto Maíz Sustentable, impulsado por Bimbo, Cargill México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). En el Valle del Mezquital, donde inició, el proyecto ha permitido que los productores implementen diversas innovaciones sustentables en su sistema de producción y que —de esta manera— incrementen sus rendimientos en poco más de 16%, en comparación con las prácticas agrícolas convencionales.
Maíz Sustentable es un proyecto de abastecimiento responsable basado en el fomento de la producción local de maíz blanco (el cual será transformado en harina para elaborar diversos productos que Bimbo comercializará en México) pero de forma sustentable. A través de la implementación de la Agricultura de Conservación y sus prácticas asociadas, se desea mejorar tanto la productividad como el medioambiente de las comunidades donde radican los productores participantes.
El proyecto busca generar una amplia red de innovación y producción sustentable que paulatinamente se extienda en volumen y áreas geográficas. Para su arranque y primer ciclo de operación, fue seleccionada la región del Valle de Mezquital (concretamente, 19 de los 28 municipios que la conforman). La selección de esta región no es casual, pues no sólo aprovecha la cercanía de la planta de procesamiento de harina que Cargill México tiene en el municipio de Atitalaquia, sino que busca incidir positivamente en la que es considerada una de las zonas más pobres del país (Coneval, 2015).
El Valle del Mezquital es considerado el granero de Hidalgo, a pesar de ser una zona árida. Su producción agrícola se debe a la presencia de canales de riego (de aguas residuales provenientes de la Zona Metropolitana del Valle de México), por lo que alrededor de 60% de su población —que tiene fuerte presencia de la comunidad otomí— se dedica a la agricultura. Los productores, sin embargo, enfrentan numerosos problemas, como la poca rentabilidad, la pérdida de la calidad de los suelos y la consecuente disminución del tonelaje de producción. Además, por tratarse en su mayoría de productores individuales y atomizados, están a merced de la volubilidad del mercado informal y no son considerados sujetos de crédito por las instituciones financieras.
Para consolidar una cadena de valor que genere beneficios medioambientales, sociales y económicos para todos sus componentes, Maíz Sustentable ha desarrollado acciones para que los pequeños agricultores eleven la calidad de su producción y se facilite así su inclusión a la cadena de suministro. Entre estas acciones destacan diversas innovaciones desarrolladas por el CIMMYT, orientadas al cuidado del agua, a evitar las quemas agrícolas y la deforestación, a la rotación de cultivos, a reducir el uso de agroquímicos, a evitar las pérdidas poscosecha, al control integral de plagas y a la reducción de gases de efecto invernadero, entre otras.
El desarrollo de capacidades entre los productores, la adopción de prácticas sustentables, el incremento de los rendimientos y la reducción de los costos de producción son pasos de un mismo proceso, cuyos primeros resultados son alentadores. En el primer ciclo de operación, y en comparación con las prácticas convencionales, se ha logrado:
- Ahorrar más de 100,000 litros de agua por tonelada.
- Reducir significativamente el uso de agroquímicos (se han registrado parcelas que, gracias al Manejo Agroecológico de Plagas y otras prácticas, han reducido al mínimo o prescindido completamente del uso de agroquímicos restringidos).
- Incrementar los rendimientos en un poco más de 16%, lo que representa alrededor de 10 t/ha.
Los beneficios más visibles corresponden a los tratamientos en los que se deja rastrojo y la labranza es mínima, aunque también hay avances en lo referente a la calidad del suelo y el aire. Sin embargo, los cambios notables en estos últimos aspectos se verifican solo después de varios años de trabajo con Agricultura de Conservación. Por eso, Maíz Sustentable es un proyecto que busca generar cambios notables, duraderos, escalables y replicables en otros lugares que —como el Valle del Mezquital— tengan productores dispuestos a innovar y generar así mejores condiciones para ellos y sus comunidades.