En las jornadas de capacitación que brinda la plataforma de investigación Francisco I. Madero (ubicada en el municipio del mismo nombre, perteneciente al Valle del Mezquital) a través del programa MasAgro —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, los productores de la región han manifestado tener un problema de parcelas salinas (visualmente se identifican por tener una “costra blanca” en la superficie del suelo, la cual propicia bajos rendimientos y pérdida de fertilidad).
El problema se ha generado por diversas circunstancias. Entre ellas se encuentran el riego por inundación, ya que los productores llevan más de 100 años inundando sus suelos hasta 25 cm por más de cuatro horas; la falta de cobertura en los suelos, lo que propicia un mal drenaje y la acumulación de ciertas sales solubles que pueden provocar toxicidad en las plantas; y un mal uso de fertilizantes, pues no se tiene la cultura de hacer una fertilización con base en análisis preliminares del suelo.
La Agricultura de Conservación es un sistema de producción cuyos componentes básicos (mínimo movimiento del suelo, diversificación de cultivos y cobertura del suelo) permiten reducir el problema de los suelos salinos. Para promover sus beneficios en el Valle del Mezquital, la plataforma Francisco I. Madero ha hecho diversos estudios en los que compara los efectos en el suelo tanto de este sistema sustentable como de la labranza convencional.
En los estudios de la plataforma de investigación se ha encontrado que los suelos trabajados con Agricultura de Conservación presentan una menor concentración de las principales sales que dan origen a los suelos salinos (las formadas a partir de sodio, calcio, magnesio y fósforo), por lo que al usar este sistema los productores evitarían la presencia de la “costra blanca” sobre la superficie de los suelos agrícolas. De acuerdo con los análisis de muestras de suelo de distintas profundidades, estos efectos son más notorios en los primeros cinco centímetros del suelo (tabla 1).
El mismo efecto es notorio con los carbonatos —sales que resultan de la combinación con un metal—, pues se reportan menores concentraciones en comparación con la labranza convencional. En otras palabras, dejar rastrojo sobre la superficie de las parcelas evita la presencia de encostramientos sobre el terreno y, de acuerdo con estas evidencias, puede haber tendencia hacia reducir las probabilidades de salinización en las parcelas.
La labranza convencional de la región (con riego por inundación) propicia una mayor salinidad del suelo y, por consiguiente, los productores tienen que efectuar gastos extras en la compra de yeso agrícola para ajustar la alcalinidad de este y equilibrarlo. En cambio, con Agricultura de Conservación las concentraciones salinas son bajas y las parcelas no requieren de inversión para la integración de yeso o cal agrícola, siendo visibles sus efectos en la nivelación de las propiedades del suelo.
¿Cómo actúan los tres componentes básicos de la Agricultura de Conservación?
El manejo de rastrojo contribuye a que las partículas minerales individuales del suelo formen agregados estables, mejorando así la estructura del suelo; aumenta la capacidad de retener agua, por lo que disminuyen el número de riegos y la erosión; y posibilita la formación de complejos orgánicos-metálicos, estabilizando de este modo los micronutrientes del suelo y reduciendo el riesgo de que se forme la “costra blanca”.
Por su parte, la diversificación de cultivos mejora la nutrición mineral de estos; actúa como agente amortiguador, pues disminuye la tendencia hacia un cambio brusco en el pH del suelo al aplicar sustancias de reacción ácida o alcalina; y regula la actividad microbiana, principalmente de plagas y enfermedades.
Finalmente, el mínimo movimiento del suelo disminuye la erosión de este. Al no voltear el suelo, se altera menos su orden, evitando su mineralización y compactación.
Por: plataforma de investigación Francisco I. Madero.