
“Un cuerpo sano necesita semillas sanas… y eso sólo se logra con un suelo sano”, así resume don Carlos Juárez Guzmán su filosofía de vida y de campo. A sus 73 años, este productor, originario de Santo Domingo de Guzmán, en el municipio de Ixtlahuaca, Estado de México, no solo siembra maíz, haba o frijol, sino también siembra futuro.
En el marco del Día Mundial de la Salud, queremos voltear la mirada hacia una salud menos visible, pero igual de vital: la salud del suelo. Porque ahí comienza todo. Porque un suelo vivo, fértil y equilibrado es la base de alimentos sanos y comunidades sanas.
“Yo siempre he pensado que el suelo es como una persona: si está enfermo, hay que curarlo. Si le falta materia orgánica, hay que dársela. Si está compacto, no hay que pisarlo ni meterle maquinaria pesada”, cuenta don Carlos con una voz que mezcla orgullo, experiencia y pasión. Mucho antes de hablar de agroecología o prácticas regenerativas, él ya aplicaba saberes de sus abuelos: nada de fertilizantes químicos, sólo estiércol compostado y rotación de cultivos.
Todo cambió hace unos seis años, cuando comenzó a colaborar con el CIMMYT. “Gracias al Dr. Bram (director general del CIMMYT, con quien don Carlos ha mantenido cercanía), me invitaron a trabajar con ellos. Desde el principio vieron que mi parcela tenía potencial. Y con el apoyo del Ing. Pablo Maya (asesor técnico del CIMMYT, quien da acompañamiento técnico en campo), aprendí sobre labranza de conservación, rotación con leguminosas, diversificación de semillas. Hoy hago siembra directa, ya no revuelvo el suelo, y los microorganismos lo agradecen”, narra don Carlos.
Recientemente se certificó como “doctor de los suelos” a través de un programa impulsado por la Secretaría de Agricultura del Gobierno de México. Dice que aprender a observar y leer el suelo lo cambió todo: “Bajas 70 centímetros y ahí te das cuenta si el suelo está vivo o muerto. Mucha gente no lo sabe, pero más del 80 % de nuestros suelos están enfermos”.
En su parcela siembra en policultivo maíz, frijol y calabaza, la cual sigue a la milpa tradicional, pero con herramientas modernas e innovadoras. Usa una sembradora de precisión, alterna colores y variedades criollas, y ya ha donado 11 tipos distintos de maíz al banco de germoplasma de ICAMEX.
También trabaja con otras instituciones para multiplicar semillas limpias que beneficien a más productores en el estado. Lo que cosecha, lo vende directamente cada semana en la plaza de Ixtlahuaca. “No tengo muchas hectáreas, pero sí muchas ganas de dejar un legado”, afirma orgulloso.
Don Carlos sabe que cuidar la tierra no es una moda, es una urgencia: “Ya basta de soñar con que alguien va a venir a salvarnos. El cambio empieza en nuestra parcela, en nuestras decisiones. Cuidar el suelo es un acto de responsabilidad con quienes vendrán después.”
Cuando le preguntamos qué espera dejar a las próximas generaciones, responde sin dudar: “Tierra sana, limpia. Para que los que coman de ella, lo hagan con alegría, sabiendo que viene de un lugar vivo, cuidado, respetado.”
Así como don Carlos, otros productores en México y en otras partes del mundo transforman su manera de cultivar gracias a la combinación de ciencia, acompañamiento técnico y el rescate de prácticas ancestrales. En el CIMMYT creemos que un campo más sano comienza con su gente: las y los productores comprometidos que, como don Carlos, siembran vida desde el suelo y cultivan esperanza con cada cosecha.