Originario de la región de Papaloapan, Oaxaca, Jacinto Rafael Valor nació entre montañas y sembradíos. Desde muy pequeño descubrió que su lugar estaba en el campo, ya que este fue su hogar, su entretenimiento, su escuela y, con el tiempo, su vocación. Como ingeniero agrónomo especializado en fitotecnia, recorrió durante años las comunidades de Oaxaca como extensionista, y se dedicó a enseñar a los campesinos a aprovechar sus tierras y a sembrar con conocimiento. No había en él mayor felicidad que compartir lo que sabía sobre su gran pasión, y, a la par, ayudar a su gente, pero la vida le tenía preparado un reto inesperado.
En 2008, Jacinto notó que su vista comenzó a nublarse. Los médicos le explicaron que era una enfermedad congénita que avanzaba poco a poco. Para él, acostumbrado a ver hasta los últimos detalles de las plantas y las parcelas, fue como perder una parte de sí mismo. Pero Jacinto no estaba solo, su esposa Celia y su hija Linaxi decidieron ayudarlo a seguir adelante. “No tienes que dejar el campo, nosotras te vamos a acompañar para que sigas siendo extensionista”, le dijeron.
Celia, con una fuerza admirable, no solo aprendió a manejar para llevar a Jacinto a sus reuniones, cursos y visitas a las parcelas, sino también se puso a estudiar para entender los apuntes que hacía en las sesiones de sus capacitaciones. Linaxi, entonces en la preparatoria, se sintió tan inspirada que decidió sumarse también. Y lo que empezó como un acto de apoyo familiar se convirtió en una vocación compartida. La hija de Jacinto al finalizar sus estudios de contaduría se inscribió en agronomía, decidida a ser parte del cambio que su padre impulsaba en la región.
Al trabajar junta, la familia se integró en proyectos clave como Sembrando Vida y en diversos proyectos implementados por el Hub Pacífico Sur del CIMMYT. Estos espacios de aprendizaje y colaboración comunitaria les dieron herramientas que fueron más allá del cultivo. Jacinto, Celia y Linaxi participaron en capacitaciones de temas agronómicos y de género, que les ayudaron a entender el trabajo en el campo como algo integral, donde las técnicas agrícolas se combinan con el bienestar social. Cada visita al Hub es una oportunidad para aprender algo nuevo, fortalecer sus lazos familiares y transmitir esos conocimientos a los productores de Papaloapan.
Para Jacinto, las sesiones de trabajo con el Hub, tanto capacitaciones como eventos demostrativos en temas relacionados con prácticas sostenibles, han sido relevadoras. En su curso como técnico certificado, entendió que su trabajo podía tener un respaldo científico que fortaleciera sus recomendaciones. Las reglas de disciplina y puntualidad que aprendió en las capacitaciones del CIMMYT le hicieron aún más consciente de la responsabilidad de su rol como líder rural. De hecho, la puntualidad se convirtió en su sello: nunca llegaba tarde a una reunión y sus colaboradores sabían que podían confiar en él.
Linaxi, quien en un principio se había sentido nerviosa al cambiar de carrera, pronto encontró en el modelo del Hub impulsado por el CIMMYT una fuente de inspiración. Le sorprendió la manera en que el CIMMYT explicaba cada técnica y la claridad con la que mostraban que el campo no era solo sudor y trabajo físico, sino un espacio donde el conocimiento podía transformar vidas. Para ella, su familia ya no era solo su apoyo, sino su equipo y su red de colaboración. En cada capacitación, han logrado aprender conjuntamente, para después llevar esas ideas a los pequeños productores, que ahora ven en ellos una familia comprometida y profesional.
A través de los programas estatales donde participa y al ser parte del Hub PSUR, Jacinto y su familia contribuyen a promover prácticas sostenibles, ayudar a pequeños agricultores a mejorar sus tierras y cultivar una relación cercana con cada productor. Al involucrarse con los miembros de sus familias, comenzaron a abrir puertas en zonas donde tradicionalmente el trabajo agrícola era exclusivo para los hombres. La presencia de Celia y Linaxi en el campo ha inspirado a otras mujeres a unirse y a aprender que la agricultura es una actividad donde todas las personas integrantes de una familia pueden participar.
Asimismo, el hijo menor de Jacinto también se interesó por el campo, en la actualidad estudia en Veracruz y sigue los pasos de su padre y su hermana. Así, la pasión de Jacinto se convirtió en un legado familiar. Cada miembro aporta algo único: Celia con su organización y dedicación, Linaxi con sus conocimientos de contaduría y agronomía, y su hijo con la visión fresca de la nueva generación.
En cada capacitación, en cada encuentro con los campesinos, Jacinto recuerda su primer amor por el campo y se siente orgulloso de ver a su familia trabajar a su lado. Para él, el campo no es solo una profesión, es la base de la vida y del futuro. Y sabe que el modelo del Hub ha permeado su estructura familiar. El enfoque de colaboración y acción participativa de un Hub ha consolidado una nueva visión en su familia, donde las capacidades de cada integrante, al sumarse, favorecen la innovación y el impacto. La familia, en cierta forma, es una analogía para explicar el Hub: todos comparten una visión común y colaboran para lograrla, cada uno aporta sus habilidades y fortalezas. En el caso de la familia de Jacinto, esa visión es regenerar la tierra, transformar la vida de los campesinos de Oaxaca y ayudarlos a ser resilientes ante el cambio climático.
Hoy, la familia Valor es mucho más que un equipo técnico; son una verdadera inspiración para su comunidad. En cada parcela y en cada reunión siembran conocimiento, esperanza y una nueva forma de ver la agricultura: no solo como un medio de subsistencia, sino como un espacio donde la familia, la innovación y el compromiso se entrelazan para dar vida a los anhelos más profundos.