Esta semana se cumplen once años desde que Apple Inc. lanzó el iPhone. Aunque no fue el primer smartphone (teléfono inteligente) en el mercado, los expertos de esa industria suelen atribuir el inicio de la revolución móvil al innovador diseño del iPhone. Dicho aparato, sus competidores y las aplicaciones (apps) que surgieron junto con ellos han cambiado la forma en que más de dos mil millones de personas interactúan diariamente con el mundo.
Sin embargo, el éxito de esta revolución abarca mucho más que la tecnología en sí. En el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en las afueras de la Ciudad de México, el experto en diseminación Lennart Woltering señala el smartphone que tiene sobre su escritorio.
“Tenemos que recordar que este teléfono es simplemente hardware. Resulta inútil si en casa no tenemos conexión a una red o una toma de corriente eléctrica”, señala.
Woltering se unió al CIMMYT el año pasado como parte del esfuerzo de la Cooperación Alemana para el Desarrollo por ayudar a difundir las innovaciones agrícolas. Las nuevas semillas mejoradas, la maquinaria de pequeña escala y las prácticas de conservación pueden ayudar a alcanzar varios de los Objetivos del Desarrollo Sustentable, pero según Woltering, existen muchos otros factores no tecnológicos, como los mercados y las políticas, que pueden evitar que esas innovaciones tengan un impacto significativo.
“Muchos institutos de investigación y organizaciones no gubernamentales tienden a creer que la tecnología es la solución de todo”, dice. “Pero nosotros hemos encontrado que en 9 de 10 casos, los factores limitantes tienen más bien que ver con la falta de financiamiento de la gente, o con políticas deficientes que obstaculizan la adopción de tecnología”.
Por ejemplo, el CIMMYT tiene muchas iniciativas en el Sur de Asia que promueven la agricultura de conservación. Si bien es cierto que las prácticas de cero labranza pueden ayudar a reducir la erosión y mejorar las condiciones del suelo para producir mayores rendimientos, los agricultores que las adoptan suelen necesitar un tipo de maquinaria diferente, como el Happy Seeder, para sembrar. Si el gobierno subsidia los arados de cincel pero no el Happy Seeder, sería difícil convencer a los productores de que se sacrifiquen económicamente e inviertan en adquirirlo.
“En el mundo real, las cosas son totalmente distintas, y tenemos que ser sinceros y admitir si hemos creado alguna falsa realidad en nuestro proyecto”, comenta Woltering.
Los proyectos se diseñan de forma muy controlada. Tienen un presupuesto fijo y una fecha final fija; además suelen estar protegidos de situaciones sociales y económicas complejas que podrían impulsar u obstaculizar la diseminación de una innovación.
“Así que si un donador dice ‘queremos llegar a dos millones de personas’, bueno, ¿cómo vamos a lograr hacer eso? Ahí es donde Scaling Scan puede ayudar”, dice Woltering.
El Scaling Scan le ayuda a uno a analizar, reflexionar y especificar lo que quiere diseminar y cómo va a hacerlo, mediante una serie de preguntas y recordatorios. Esta herramienta se enfoca en diez “ingredientes” de la diseminación que hay que considerar (por ejemplo, conocimientos y destrezas, gobernanza del sector público, concientización y demanda) para lograr el resultado que se desea.
“El Scaling Scan le ayuda a uno a identificar exactamente lo que se requiere, lo que es posible lograr y cuáles son los cuellos de botella que hay que eliminar como parte de la estrategia “, dice Woltering.
Woltering colaboró con The PPPLab, un consorcio de cuatro institutos holandeses, en el lanzamiento de la primera versión del Scaling Scan el año pasado. El consorcio ensayó esa versión con los grupos que trabajan en el proyecto en los Países Bajos, México, India, Nepal y Kenia. Con base en la retroalimentación que recibieron, ahora están lanzando una segunda versión, que también se puede obtener aquí.
Durante los ensayos con la primera versión de Scaling Scan, algunos grupos se dieron cuenta de que los resultados que querían obtener eran demasiado ambiciosos dadas las circunstancias. Por el contrario, a otros grupos les ayudó a definir exactamente lo que querían lograr.
“El hecho de que un proyecto tenga un objetivo no es suficiente para internalizar la meta principal”, explica Woltering. “Además, cambia con el paso del tiempo, especialmente si se trata de un proyecto a largo plazo. El Scaling Scan puede ser útil para realizar un chequeo anual”.
Woltering hace énfasis en que para que la diseminación sea exitosa, es necesaria la colaboración multidisciplinaria.
“Si solo contamos con un grupo de agrónomos, no vamos a llegar a los millones que queremos alcanzar. Si solo tenemos expertos en políticas, tampoco lo vamos a lograr”, dice. “Existen profesionales que de veras nos pueden ayudar y agregar valor a lo que estamos haciendo”.
“Es difícil reunir a un agrónomo y un economista en un mismo cuarto; sin embargo, no lograremos cambiar el mundo si no trabajamos con otras personas que tienen una especialización o conocimientos específicos”, dice.
La nueva herramienta Scaling Scan también requiere que se revisen las responsabilidades de las personas haciéndoles algunas preguntas muy sencillas, pero estratégicas.
“Cada sistema tiene sus pros y sus contras, y algunas personas se benefician y otras no. Algunas tienen poder y otras no”, dice Woltering. “Entonces, si nuestra innovación se disemina, ¿eso qué significa? Quizá exista una dimensión de poder totalmente nueva”.
Lograr diseminar una innovación puede tener consecuencias no deseadas. Siempre hay que hacer algún sacrificio y siempre hay resistencia al cambio. Woltering dice que la revisión de responsabilidades puede ayudar a los actores del sector desarrollo a pensar en estas cuestiones y considerar los resultados que se podrían obtener.
Haga clic aquíEste trabajo cuenta con el apoyo de la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ) y es coordinado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
