A principios del siglo XX, Aaron Aaronsohn, un agrónomo destacado conocido principalmente por identificar al progenitor de trigo, comenzó a buscar variedades criollas de trigo duro en Israel. Viajó a pueblos de todo el país, recogiendo y registrando cuidadosamente los detalles de las variedades locales utilizadas en cada área.
Esta tarea tenía un propósito. Aaronsohn reconoció que a medida que un número cada vez mayor de habitantes como él llegaba al territorio, el cambio varietal a partir de la introducción de variedades de trigo nuevas y competitivas y la rápida intensificación de la agricultura causaría pronto la desaparición de todas las estructuras tradicionales que había identificado.
Aaronsohn fue uno de los primeros en comenzar a recolectar germoplasma en la región, pero otros vieron la importancia de recolectar antes de que ocurriera un cambio a gran escala. Por ejemplo, el botánico ruso Nikolai Vavilov recolectó muestras de Israel en una de sus expediciones por el Medio Oriente. A finales de siglo, se habían establecido varias colecciones, pero los esfuerzos generales de conservación estaban fragmentados.
“Por eso decimos que la colección estaba al borde de la extinción”, explica Roi Ben-David, investigador del Centro Volcani, Instituto de Investigación Agrícola de Israel (ARO por sus siglas en inglés). “Existieron accesiones únicas en bancos de germoplasma en todo el mundo, pero nadie realmente les dio un tratamiento especial o vio su valor. Muchos estaban en colecciones privadas; otros simplemente se perdieron”.
Hace seis años, cuando Ben-David y sus colegas comenzaron a buscar variedades criollas, incluso la colección que se encuentra en el Banco de Germoplasma Israelí (IGB por sus siglas en inglés) fue decepcionante, con muchas muestras almacenadas en cajas sin etiquetar y en condiciones poco óptimas. “Cuando entramos, nadie realmente estaba tratando de estudiar lo que teníamos y utilizarlo para representar el paisaje de trigo del área como era hace 100 años”.
Los esfuerzos a largo plazo para restaurar y conservar una colección de variedades criollas de trigo israelí y palestino (IPLR) han llevado a la restauración de 930 líneas hasta la fecha, sin embargo, hay muchas variedades que no se pueden recuperar. Por lo tanto, fue una gran sorpresa para Ben-David encontrase con una de las colecciones presuntamente perdidas en la sede del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en México. “En realidad, creo que fue en mi primera semana en el CIMMYT cuando vi una parcela de demostración que cultivaba una de las variedades perdidas, un subconjunto de la colección Ephrat-Blum, y no podía creerlo”.
Había escuchado sobre esta colección del difunto Abraham Blum, pero nunca había podido localizarla. “Alguien podría haber movido las semillas, o tal vez la caja no estaba bien etiquetada y fue desechada. No lo sabemos, pero no hace falta decir que fue una muy grata sorpresa redescubrir 64 de nuestras líneas faltantes”.
¿Qué los impulsó a usted y a sus colegas a comenzar a buscar variedades criollas en Israel?
Comenzamos porque reconocimos que las variedades criollas son buenos recursos genéticos, pero desafortunadamente no pudimos encontrar ninguna. No se debía a que no existieran, sino que las accesiones estaban dispersas por todo el mundo, principalmente en colecciones privadas en países como Estados Unidos o Australia. El Banco de Germoplasma Israelí (IGB, en inglés), que se encuentra a solo dos pisos por encima de mi oficina, tenía algunos recipientes con germoplasma, pero nadie sabía realmente qué había dentro.
El Medio Oriente y la Media Luna Fértil son centros de diversidad, no solo para el trigo sino también para todos los cultivos que fueron parte de la revolución neolítica hace 10 000 años. Comenzaron aquí, –el punto de origen exacto probablemente estaba en lo que ahora es el sureste de Turquía– por lo que hemos tenido miles de años de evolución en los que esas variedades criollas dominaron el paisaje agrícola y se adaptaron a diferentes entornos.
¿Por qué cree que se perdió gran parte de la colección?
Las líneas de Israel se perdieron porque su conservación simplemente no fue priorizada. Las pérdidas ocurren en todas partes, pero lo que faltaba en este caso era la urgencia y la comprensión de cuán importantes son estas colecciones. Afortunadamente, el gerente actual del IGB, que es un socio fundamental en la construcción de IPLR, entendió la necesidad de priorizar esto y asignó un presupuesto para conservarlo como una colección.
¿Cuál es el valor de conservar las variedades criollas y por qué debería priorizarse?
Las variedades criollas son un recurso genético extremadamente importante. Los parientes silvestres son el tesoro más grande, pero los mejoradores son generalmente reacios a usarlos porque son muy diferentes de las variedades modernas. Por lo tanto, las variedades criollas forman el vínculo entre estas dos, las que ya han sido domesticadas y desarrolladas dentro de los sistemas agrícolas sin dejar de ser genéticamente distintos de las modernas. En el trigo, son bastante fáciles de detectar debido a su altura en comparación con las variedades semi enanas por las cuales fueron reemplazadas en el siglo XX.
Hay dos razones principales por las cuales debemos priorizar la conservación. Primero, creemos que la evolución bajo domesticación en esta región es importante para la comunidad en su conjunto. En segundo lugar, hoy en día nos encontramos en un momento crítico, ya que nos estamos alejando del tiempo en que esas líneas tradicionales estaban en uso. La última colección se llevó a cabo en la década de 1980, cuando las personas aún podían recolectar variedades criollas auténticas de los agricultores, pero esto ya no es posible. Viajamos por todo el país, pero las muestras que recolectamos no eran auténticas, la mayoría eran variedades modernas que los agricultores pensaban que eran tradicionales. No todos saben exactamente lo que están cultivando.
El factor tiempo es importante. Si nos despertáramos dentro de 50 años y decidiéramos que es importante comenzar a buscar variedades criollas, no sé cuánto podríamos ahorrar realmente.
¿Hay agricultores que aún cultivan variedades criollas en Israel?
Cuando comenzamos a buscar agricultores que todavía cultivan variedades criollas, solo encontramos una granja. Es bastante pequeña, solo unos diez acres compartidos entre dos hermanos. Cultivan una variedad que generalmente se usa para hacer un alimento tradicional llamado kube, una especie de bola de carne cubierta de harina que posteriormente se fríe o se hierbe. Si lo hierves con harina normal, se desmorona, por lo que las personas prefieren usar una variedad criolla, que es lo que cultivan los hermanos y pueden vender hasta seis veces más que el trigo duro normal en el mercado. Sin embargo, no están realmente interesados en hacerse ricos; solo intentan mantener vivas sus tradiciones.
¿Cómo están trabajando usted y sus colegas para conservar la colección existente?
Hay dos enfoques. Queremos desarrollar conservaciones ex situ para preservar la diversidad. Como las variedades criollas no siempre son fáciles de conservar en un banco de germoplasma, también queremos apoyar la conservación in situ en el campo, como lo han hecho los agricultores tradicionales. Junto con el IGB, hemos distribuido semillas a jardines botánicos y otros actores con la esperanza de que algunos de ellos la propaguen en sus campos.
Una vez establecida la colección, también estamos tratando de utilizarla para la investigación y el mejoramiento tanto como sea posible. Hasta ahora lo hemos caracterizado genéticamente, probamos la tolerancia a la sequía y otros rasgos agronómicos y estamos en conversaciones para comenzar a probar el perfil de calidad de las líneas.
¿Continuó trabajando en esto mientras estaba en el CIMMYT?
Sí, este fue un proyecto adicional que traje conmigo durante mi año sabático. El principal éxito fue trabajar con Carolina Sansaloni y el equipo del Programa de Recursos Genéticos para llevar a cabo el genotipado. Si se hubiera manejado con mis propios recursos, no creo que pudiera haberse logrado ya que la colección contiene 930 genotipos de plantas y solo teníamos el presupuesto para 90.
Afortunadamente, el CIMMYT también está interesado en el material para que podamos colaborar. Trajimos el material, el CIMMYT proporcionó soporte técnico y pudimos genotiparlo todo, lo cual es un gran impulso para el proyecto. Ya habíamos medido fenotipos en Israel, pero ahora que tenemos todos los datos genéticos, también podemos estudiar la colección a más profundidad y comenzar a buscar genes específicos de interés.
¿Qué pasará con las líneas que descubrió en el CIMMYT?
Han sido enviadas de regreso a Israel para reintegrarse a la colección. Quiero seguir colaborando con personas en el Programa de Recursos Genéticos y con el banco de germoplasma del CIMMYT para hacer una genómica comparativa y evaluar cuánta diversidad tenemos en la colección IPLR en comparación con lo que tiene el CIMMYT. ¿Existe diversidad genética adicional?, ¿cómo se compara con otras colecciones de variedades criollas? Eso es lo que queremos descubrir después.
Roi Ben-David se encuentra en la Organización de Investigación Agrícola (ARO) de Israel. Trabaja en el Plant Institute, donde su laboratorio se centra en el mejoramiento de cereales de invierno como el trigo. Recientemente completó un año sabático en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Los bancos de germoplasma del CIMMYT contienen las colecciones más grandes y diversas de maíz y trigo del mundo. La semilla mejorada y conservada está disponible para cualquier institución de investigación en todo el mundo.