Benito Juárez, Son.- En muchos sentidos, el Valle del Yaqui, en Sonora, es un punto de referencia para la agricultura a nivel nacional e internacional. Sin embargo, su transformación a un sistema comercial de alta tecnificación muestra, desde hace algún tiempo, signos de que es necesario transitar hacia modelos de producción más sustentables.
Durante años, los altos costos de producción debido a la máxima labranza, las malas prácticas de fertilización y la poca eficiencia en el manejo de agua a nivel parcela han sido una de las principales problemáticas en la zona, misma que se refleja en parcelas con bajas cantidades de materia orgánica, baja capacidad de retención de agua, baja disponibilidad de los nutrientes y pérdida de suelo por el excesivo laboreo.
Ante este contexto —donde para producir trigo harinero sin aplicar prácticas regenerativas los agricultores tienen que asumir costos de producción muy elevados— el Grupo Bimbo, con el soporte científico del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), impulsa el proyecto Trigo Regenerativo BIMBO.
A este proyecto de Grupo Bimbo y el CIMMYT se han sumado productores que se han convencido de la importancia de hacer una Agricultura Regenerativa. Martín Ángel María Barceló Morales es uno de ellos y por esa razón aceptó que en una sección de su parcela se implementaran prácticas agrícolas innovadoras y sustentables, para compararlas, lado a lado, con las prácticas que convencionalmente se realizan en la zona.
Para identificar las prácticas regenerativas más adecuadas y viables que se pudieran implementar en la parcela de Martín, el equipo técnico del proyecto primero visitó su parcela y realizó un diagnóstico. Como Martín ya realizaba algunas prácticas de Agricultura de Conservación, se identificaron los pasos de maquinaria clave para la preparación del suelo y para manejar adecuadamente el rastrojo, que es un elemento clave para conservar humedad y proteger al suelo de la erosión.
En la parcela del productor también se realizó fertilización fraccionada, de donde el 30% del total de la fertilización se aplicó al momento de la siembra junto con la semilla y el 70% en el primer riego de auxilio. Esto ayudó a que Martín aumentara la eficiencia en el uso de los fertilizantes nitrogenados y fertilizara en el suelo en el momento que las plantas demandan mayor cantidad de nitrógeno, fertilizante que no solo es uno de los que más eleva los costos de producción, sino también uno de los que tiene mayor potencial contaminante si su aplicación es inadecuada.
Con respecto a las prácticas de optimización de agua se ha buscado aumentar la materia orgánica en el suelo para mejorar la capacidad de retención de humedad, así como recortar las tiradas a un máximo de 350 metros para reducir pérdidas y mejorar la eficiencia de los riegos.
Con todas estas acciones Martín ha logrado reducir los pasos de maquinaria —pasando de ocho a solo tres—, ahorrar hasta $5,000 en costos y avanzar en la regeneración de sus suelos: la materia orgánica ha pasado de 0.7% a 1.8% y, al mejorar la cobertura del suelo para retención de humedad, se ha disminuido también la erosión y se ha mejorado la estructura física del suelo.
Con estos resultados, y con una expectativa de rendimiento de 7.8 toneladas por hectárea —cuando el promedio regional es de solo 6.5—, este productor comenta que en esta parcela transitará totalmente al sistema de Agricultura de Conservación. Menciona que de igual forma lo hará en otras parcelas con las que trabaja ya que además en una de ellas cuenta con dos años de experiencia obteniendo rendimientos de ocho toneladas por hectárea con prácticas sustentables.
Con la convicción de seguir haciendo prácticas regenerativas del suelo, el productor buscará ahora reducir a un solo paso la preparación del suelo mediante la reformación de camas permanentes, aplicar la fertilización con base al diagnóstico con GreenSeeker® e imágenes espectrales de drones, así como fertilización en banda inyectado al suelo, entre otras.