Soledad de Graciano Sánchez, SLP.- Más de 40% de los suelos agrícolas a nivel mundial han perdido su fertilidad natural debido al excesivo laboreo y la poca materia orgánica que se reincorpora a su perfil (Blum y Eswaran, 2004). Por esta razón, diversos acuerdos internacionales ―como el tratado de París sobre el cambio climático y el calentamiento global― han establecido que es necesario incrementar en 0.4% la materia orgánica de los suelos a fin de asegurar la producción de alimentos para la creciente población mundial.
Por décadas, los suelos de la región Altiplano de San Luis Potosí se han preparado para la siembra con un barbecho y uno o dos pasos de rastra. Este movimiento continuo destruye la estructura del suelo, diluye la materia orgánica y acelera su oxidación, incrementa el escurrimiento y favorece la compactación.
Además, predomina la práctica de retirar los esquilmos (rastrojos o residuos del cultivo anterior) para usarlos como forraje y el libre pastoreo después de la cosecha reduce la cantidad de residuos de los cultivos que se reincorpora al suelo. Esta forma de producción agrícola, al practicarse de forma sistemática por años, desgasta el potencial productivo de los suelos y reduce su fertilidad y —en consecuencia— el volumen de las cosechas.
La Agricultura de Conservación es un sistema que permite acumular materia orgánica en el suelo, así como reducir la erosión eólica e hídrica (al proteger la superficie del terreno). Un estudio a largo plazo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollado de forma conjunta con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y diversos colaboradores en San Luis Potosí ha evaluado el efecto de este sistema en la acumulación de materia orgánica en el suelo.
El trabajo se desarrolló en la plataforma de investigación San Luis, ubicada en el ejido Palma de la Cruz, municipio de Soledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí. El estudio inició en 1995 con diferentes formas de preparación del suelo. En 2017 se tomaron muestras de suelo de dos tratamientos: uno en que se ha barbechado y pasado la rastra (labranza convencional) y otro en que no se ha movido el suelo y se ha cubierto con los rastrojos (Agricultura de Conservación).
El análisis estadístico mostró diferencias significativas entre ambos tratamientos. Por ejemplo, en el caso de la materia orgánica seca acumulada (peso de los residuos de raíz) en dos estratos del suelo (primeros cinco centímetros), el tratamiento con Agricultura de Conservación reportó 29.52 toneladas por hectárea (t/ha). En cambio, en el tratamiento con labranza convencional fue de solo 1.62 t/ha.
Este mismo análisis se realizó para el caso específico de los cultivos establecidos en el área de estudio, obteniéndose resultados similares a favor de la Agricultura de Conservación, hecho que refleja que este sistema genera mejores condiciones físicas en el suelo, que permitieron un superior desarrollo de la raíz de los cultivos de maíz y avena forrajera.
Con respecto a la captura de carbono, el total de carbono en el perfil del suelo con Agricultura de Conservación fue de 7.86 t/ha, en comparación con las 2.59 t/ha en labranza convencional, lo cual destaca la importancia de no remover el suelo (invertir su perfil) con métodos de labranza para poder acumular el carbono en la zona de siembra. Además, el carbono contenido en las raíces se mantiene en el suelo y no es liberado como CO2, lo cual reduce la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Las diferencias notables en el peso de los residuos de raíz y las cantidades de carbono capturado ponen de relieve los efectos del movimiento continuo del suelo por años (en el caso de la labranza convencional) y la importancia de la Agricultura de Conservación como un sistema efectivo para incrementar la materia orgánica en el suelo por arriba del 0.4% señalado en el tratado de París como un indicador para mantener y mejorar la fertilidad del suelo y mitigar los efectos del calentamiento global y el cambio climático.