“Acá estamos en medio de los cultivos, hay girasol, cempasúchil, bótil —un frijol que en otras regiones es conocido como ayocote—, chayote, esta especie de repollo —el cual todo el año da hojas comestibles que se cotizan muy bien en el mercado porque pocos productores siembran la planta—; allá hay ajo, hay nabo, cebolla, rábano; de ese lado zarzamora, plátano, café, aguacate, maíz y flores”, comenta el señor Sebastián Díaz Hernández en su lengua materna, el tsotsil.
El señor Sebastián es un agricultor del municipio de Larráinzar, en Chiapas, México. El ha implementado algunas innovaciones agronómicas que ha conocido a través de los colaboradores del Hub Chiapas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quienes, manifiestan, también han aprendido del señor Sebastián porque el agricultor posee muchos conocimientos ancestrales y también es un referente para varios agricultores de la zona debido a la gran diversidad de cultivos con los que cuenta en su parcela.
En Larráinzar, cerca del 88,5 % de la población habla tsotsil y una buena proporción de ellos no habla español. Es el caso del señor Sebastián, con quien fue posible comunicarse gracias al apoyo de Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT en la región y con quien el señor Sebastián trabaja muy de cerca: “él es un productor innovador que ha estado aplicando en su parcela los principios de la agricultura de conservación, hablamos del mínimo movimiento del suelo, dejar el rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos”, señala Mateo.
“En total aquí el productor tiene más de 25 especies comestibles. Es un espacio muy pequeño, pero aquí no se va a ver el suelo sin cultivo y por lo tanto el productor cosecha todo el año, todo el tiempo tiene cosecha, no hay día ni momento que no tenga algo. No son superficies grandes, pero esta diversificación garantiza la alimentación del productor y su familia que es lo que se está buscando con el sistema diversificado”, comenta el técnico.
La parcela del señor Sebastián, establecida en una superficie con gran pendiente —como la mayoría de los terrenos en Larráinzar—, parece un auténtico jardín, con flores, frutos y granos a cada paso: “Muchos productores me preguntan por los cultivos que siembro, algunos productores lo siembran y me preguntan que qué le aplico”, cuenta el productor quien, gustoso, comparte sus conocimientos con los otros agricultores, incluyendo lo que recientemente ha aprendido sobre control de enfermedades y otras innovaciones sustentables.
De acuerdo con las Naciones Unidas, cada dos semanas —en promedio— una lengua desaparece. La pérdida de la diversidad lingüística es grave, porque implica la desaparición de todo el patrimonio cultural e intelectual vinculado a las lenguas que se extinguen, incluyendo, por supuesto, valiosos conocimientos derivados de la particular forma de vincularse con la tierra y cultivarla, como en este caso lo hace el señor Sebastián.
México cuenta con 69 lenguas nacionales: 68 lenguas indígenas y el español. No obstante, muchas lenguas indígenas están en gran riesgo de desaparecer por diversos motivos. Si desaparecen, se perderían modalidades únicas de pensamiento y expresión; todos estos, recursos importantes y necesarios para construir mejores sociedades, incluyendo la transmisión de la herencia de cultivo y las posibilidades de fortalecer la tradición con innovación.