Chiapas.- El título de esta nota podría sonar controversial, pero brinda la oportunidad para aclarar algunos aspectos importantes sobre el tema de la desertificación. Esto, a propósito del Día de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía que cada año se conmemora el 17 de junio para hacer énfasis en la urgencia de restaurar las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que se encuentran degradadas por la convergencia de diversos factores climáticos y las actividades humanas.
Aunque la palabra desertificación propicia imaginar la formación de un desierto o su avance, en realidad hace referencia a un proceso de degradación del suelo muy particular donde intervienen los cambios en los patrones climáticos (principalmente asociados a la humedad y la precipitación) y la sobreexplotación del suelo por la actividad agrícola, el sobrepastoreo, la deforestación, el uso de sistemas de irrigación inadecuados y el manejo forestal inapropiado.
Esta convergencia entre los efectos del cambio climático y el desequilibrio entre la demanda de servicios de los ecosistemas y lo que estos pueden proporcionar se presenta y afecta de un modo particular a las tierras secas que, en México, ocupan un poco más de la mitad del territorio nacional (128 millones de hectáreas) y abarcan las zonas muy áridas y áridas (que se encuentran principalmente en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua y Sonora), las zonas semiáridas (distribuidas en su mayoría en el desierto Sonorense y en el altiplano), y las zonas subhúmedas secas de Campeche y Yucatán, el Golfo de México y las costas del Océano Pacífico desde Sinaloa hasta Chiapas (Semarnat, 2008).
La desertificación entonces puede presentarse incluso allí en los estados donde aparentemente no habría problemas mayores con los recursos hídricos. Y es que, si bien Chiapas se caracteriza, en general, por la presencia de amplias zonas de bosque, una alta precipitación y numerosos cuerpos de agua (de hecho, se estima que abastece de agua a 30% del país), en décadas recientes ha perdido un poco más de la mitad de sus bosques (principalmente por deforestación para actividades agropecuarias) y registra alrededor de 6,600 incendios al año, muchos de ellos causados por quemas agropecuarias.
Además, Chiapas es uno de los estados donde se han documentado algunos de los primeros casos de modificación climática basada en registros (en Tapachula y Malpaso, por ejemplo, las precipitaciones anuales han disminuido en más de 300 milímetros y las temperaturas se han elevado de forma consistente) (Consejo Consultivo de Cambio Climático en Chiapas, 2018).
En este contexto, no es que Chiapas vaya a convertirse en un desierto (no al menos en el futuro inmediato, ya que los procesos geológicos de la Tierra sí abren esa posibilidad, aunque en algunos millones de años), pero sí es susceptible de padecer los efectos de la desertificación en sus zonas subhúmedas secas. De hecho, de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el nivel de desetificación en esas zonas de Chiapas (figura 1) es severo (esta estimación se obtiene al considerar el estado de los hídricos, cobertura vegetal, erosión del suelo y aridez).
¿Es posible detener la desertificación? Considerando que en este proceso están involucrados numerosos factores relacionados con las actividades humanas (particularmente prácticas agrícolas inadecuadas), la respuesta no solo es que sí es posible, sino que es necesario hacer frente a este proceso. La adopción amplia de prácticas agrícolas sustentables para adaptarse y mitigar el cambio climático están en el centro de estas acciones.
Chiapas, por ejemplo, es un estado pionero en tomar medidas para mitigar y adaptarse al cambio climático gracias a los esfuerzos coordinados entre diversas organizaciones —como la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), entre otras— que conforman la Mesa Técnica Agroclimática de Chiapas.
A través de esta colaboración se emiten periódicamente boletines agroclimáticos con recomendaciones claras y puntuales para que los productores del estado puedan tomar mejores decisiones en sus tierras de cultivo. En el boletín más reciente (correspondiente a mayo-junio-julio), por ejemplo, se detallan los pronósticos de lluvias para cada región de Chiapas, así como recomendaciones para los distintos cultivos (en general, se esperan buenas lluvias por lo que es viable sembrar maíces rendidores). El boletín puede ser consultado y descargado en el siguiente enlace: https://idp.cimmyt.org/download/boletin-agroclimatico-chiapas-no-3/