Un brillo especial se nota en la mirada de Teresa Santos Cortés, técnica de la SEFADER, cuando habla de la plataforma de investigación en Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca. Para Teresa, este espacio no es solo una parcela, es su segunda casa. Es el lugar donde comparte su pasión por el campo y el conocimiento, además de transformar cada visita en una oportunidad para construir algo más grande. Con cada productor que cruza las puertas de la plataforma, Teresa forja, con paciencia y entrega, una familia unida por un mismo objetivo: aprender juntos para crecer juntos.
El trabajo en la plataforma está cuidadosamente diseñado para garantizar imparcialidad y facilitar que los productores adopten prácticas como la agricultura de conservación, el manejo sostenible de la fertilidad del suelo y el uso de variedades mejor adaptadas a sus condiciones. Estas prácticas buscan no solo mejorar la productividad, sino también fortalecer los entornos en los que viven y trabajan los productores. Teresa supervisa ensayos con tres tratamientos distribuidos al azar, asegurándose de que factores como la pendiente o la disponibilidad de agua no influyan en los resultados. “Lo que buscamos aquí es descubrir qué realmente les sirve a los productores, bajo sus propias condiciones”, explica Teresa, mientras recorre el terreno. Es un enfoque práctico y directo, donde la ciencia se aplica para resolver los problemas cotidianos de quienes dependen de la tierra para vivir.
Más que una técnica, Teresa es una hermana mayor para la comunidad. Con dedicación, enseña a calibrar mochilas aspersoras, seleccionar semillas o probar nuevas técnicas agrícolas. No lo hace desde la teoría, sino desde la práctica, al mostrar resultados que los productores pueden ver con sus propios ojos. “De la vista nace el amor,” dice convencida de que esa conexión visual transforma las dudas en confianza, y las ideas en acción.
Pero la labor de Teresa va más allá de los números y las parcelas. En un municipio donde la pobreza, el alcoholismo y la migración marcan la vida de muchas familias, ella entiende que su papel es también social. Por eso, además de utilizar fertilizantes comerciales, trabaja con los productores en la promoción de la agricultura de conservación y otras prácticas sostenibles regenerativas. “Queremos que, cuando nos vayamos, ellos se queden con herramientas propias, que no dependan de recursos externos,” comenta Teresa, mientras muestra el rastrojo que se incorporará como materia orgánica para mejorar la calidad del suelo.
Teresa Santos Cortés transforma el campo oaxaqueño desde la plataforma de investigación, combinando ciencia, tradición y comunidad para sembrar esperanza y fortalecer lazos.
La plataforma también es un refugio para las mujeres. De los 238 productores participantes, 177 son mujeres que han encontrado en este espacio algo más que un lugar de aprendizaje; es decir, para ellas, la plataforma es un punto de encuentro para compartir conocimientos, convivir y soñar con mejores condiciones de vida. Teresa, consciente del rol crucial que juegan, fomenta su participación a través de actividades que conectan ciencia y cultura, como la lectura de cuentos. La leyenda del maíz, que habla de la lucha por conservar un bien invaluable, resuena especialmente en estas mujeres, quienes trabajan para proteger su semilla criolla, un legado de generaciones. “Aquí no solo evaluamos qué sirve y qué no. Aquí fortalecemos el tejido social, porque en comunidad es como realmente podemos crecer,” afirma Teresa con una sonrisa.
En cada visita, Teresa cruza arroyos, sube montañas y trabaja hombro a hombro, mano a mano, con los productores. Su compromiso va más allá de las palabras, ya que se traduce en sudor, esfuerzo y cercanía. Gracias a esa dedicación, ha ganado la confianza de la comunidad, al demostrar que el liderazgo más efectivo es el que se construye desde la humildad y la empatía.
Para Teresa, la plataforma es como una vela encendida en medio de la oscuridad. Cada productor que llega prende su propia luz sin apagar la de los demás. Esa luz se multiplica e ilumina parcelas, módulos y corazones. Al final, el camino se llena de pequeñas llamas que no solo alumbran, sino que inspiran.
Este esfuerzo no sería posible sin la colaboración entre la SEFADER y el CIMMYT, que trabajan juntos para impulsar y empoderar a productores, técnicos y formadores, y generar grandes impactos en sus comunidades. De forma cercana y comprometida, ambos organismos llevan esperanza a las personas que más lo necesitan, iluminando el camino hacia un futuro sostenible y lleno de oportunidades.