Los bajos rendimientos actuales se deben a diversos factores, entre ellos afectaciones por sequías, degradación de la fertilidad del suelo, el incremento de los costos de producción y la presencia de plagas y malezas. Por esta razón es importante buscar alternativas que permitan enfrentar varios problemas a la vez, con impactos en el corto plazo, pero que también sean sostenibles en el tiempo.
Lo anterior significa que la producción debe percibirse ahora como un sistema mucho más vasto, con muchas partes en constante interacción. En México, por ejemplo, el 59% de las unidades de producción agrícola a cielo abierto usan herbicidas químicos, pero solo el 18.48% practica la rotación de cultivos (INEGI, 2020) cuando diversificar y rotar cultivos ayuda a controlar malezas debido, entre otros aspectos, a un efecto conocido como alelopatía.
La alelopatía es definida como la influencia directa de un compuesto químico liberado por una planta sobre el desarrollo y crecimiento de otra planta. Las sustancias alelopáticas son inducidas por estreses ambientales y las plantas pueden liberarlas al ambiente por medio de la exudación de las raíces, lixiviación —proceso por el cual los nutrientes y minerales, o en este caso las sustancias alelopáticas, son arrastradas por el agua—, volatilización y descomposición de los residuos de las plantas en el suelo.
Las sustancias alelopáticas presentes en diversas plantas cultivadas pueden reducir la necesidad del manejo de malezas, especialmente el uso de herbicidas y, aunque la alelopatía por si sola no resuelve el problema de malezas, sí es una herramienta útil para para su manejo.
En trabajos de diversificación de cultivos recientemente hechos con el señor Antonio Chávez Jiménez —productor de Magdalena Apasco y quien participa en el proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche, de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, por ejemplo, se ha identificado el potencial del girasol en el control de malezas de hoja ancha.
También en Magdalena Apasco, Soledad y María Chávez Pineda —quienes también participan en el proyecto con Walmart Foundation y el CIMMYT— trabajan junto con su papá un conjunto de pequeñas parcelas donde producen alfalfa y maíz nativo que usan para alimentar su ganado bovino y ovino. La necesidad de forraje dio la oportunidad de experimentar en el pasado ciclo otoño-invierno con diversos cultivos de grano pequeño: alpiste, canola, tritricale y avena, sembrados en camas anchas o melgas para subir la densidad de siembra y conocer su efecto en el control de malezas de hoja angosta.
El cultivo que presentó mejor desempeño en rendimiento y el control de malezas fue la avena —que además puede dar una segunda cosecha de forraje—, seguido de la canola, y el alpiste. En el caso de los maíces que se establecieron como testigo, y a pesar de haber incrementado su densidad de población y haber realizado un paso de yunta para controlar malezas a los 40 días de la siembra, se observó presencia de malezas de hoja ancha y hoja angosta.
Cabe señalar que posteriormente, en el ciclo primavera-verano, Soledad y María sembraron su habitual maíz nativo blanco raza Bolita y la disminución de malezas en la parte de la parcela donde se validaron los cultivos de grano pequeño fue notable en comparación donde se sembró maíz. Este hecho confirma que, efectivamente, la diversificación de cultivos —a través de rotaciones, asociaciones, relevos, etcétera— ayuda al manejo de malezas y contribuye a que el sistema de producción sea más rentable, con efectos positivos sostenibles en el tiempo.