Cultivar en terrenos de ladera es un verdadero reto para la agricultura, ya que sus suelos superficiales son muy susceptibles a la erosión y el desprendimiento de tierras. Las pendientes dificultan el trabajo y el acceso de maquinaria a las parcelas, y las prácticas convencionales basadas en las quemas agrícolas no favorecen la conservación de los recursos naturales.
Al respecto, Columba Silva Avendaño, representante legal de la Agencia Mexicana para el Desarrollo Sustentable en Laderas (AMDSL), comentó que “la baja producción de maíz en las regiones de laderas en el estado de Oaxaca se agrava con las prácticas tradicionales de roza, tumba y quema, así como con el descanso por mucho tiempo de los terrenos. Los productores los ocupan por uno o dos años para establecer la milpa; luego los dejan descansar dos o tres años y vuelven a producir”.
Aunque “dejar descansar el monte” para que se regenere solo parece una buena idea inicialmente, trae como consecuencia la apertura de nuevas parcelas. Columba Silva explicó que “el sistema de Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF) está diseñado principalmente para laderas y es una alternativa que hace posible sedentarizar la milpa. Junto con la Agricultura de Conservación (AC) permite que el mismo terreno se pueda ocupar ciclo con ciclo, y esto evita la apertura de nuevas parcelas (que nuevos lugares sean quemados), pues el mismo lugar se hace eficiente con diversos cultivos”.
Elevar la productividad, sedentarizar la milpa, disminuir la erosión —ya que los árboles actúan como barrera viva que reduce los escurrimientos de suelo— y reducir la contaminación ambiental no son los únicos beneficios del sistema MIAF, pues también incrementa la variedad y la disponibilidad de alimentos para las familias e incide positivamente en su tejido y su economía. “Se fortalecen las interacciones de la familia y se generan ingresos adicionales a la producción de maíz. Obtienen alimento para sus familias, excedente para vender e ingresos por el frutal”, mencionó Columba Silva.
Maíz, frijol, calabaza, durazno, pera, manzana y aguacate son algunos de los alimentos que se siembran en el sistema MIAF. Y aunque fue pensado para lograr la seguridad alimentaria, en la práctica ha permitido afianzar vínculos tradicionales en las comunidades, además de “ayudar a mejorar el medioambiente y conservar el suelo y el agua, porque el productor ya no quema, ya no rotura el suelo frecuentemente; entonces, reduce los jornales y los costos de producción”, puntualizó la representante de la AMDSL.
Sobre la colaboración entre el CIMMYT y la organización que representa, Columba Silva mencionó que “esta vinculación nos ayuda a impulsar el sistema MIAF en las laderas con productores con poco espacio en sus terrenos. Nos está auxiliando a aumentar su producción. Juntos generamos estrategias para utilizar el rastrojo en el terreno, y así no quemamos y hacemos más eficientes los terrenos. En el mismo lugar donde ellos producen su maíz —la milpa— con el sistema MIAF y la AC estamos consiguiendo que vuelvan a sembrar año con año, ciclo con ciclo, sin quemar y utilizando su rastrojo”.
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