Además de la combinación maíz-frijol-calabaza —las llamadas “tres hermanas” o “triada mesoamericana”—, la milpa es un espacio rico y diverso en recursos genéticos en el que se puede cultivar chiles, tomates, quelites, leguminosas, frutales, incluso cactáceas, café y hongos, dependiendo de la región.
La plasticidad de la milpa y sus características particulares en cada zona surge de las diversas combinaciones de tipos de suelo, condiciones climáticas, ecosistemas naturales circundantes, tradiciones y dinámicas sociales, saberes locales y necesidades o exigencias agroalimentarias. Así, se puede decir que no existe uno, sino varios tipos de milpas —culturalmente se puede hablar de la milpa otomí, donde se produce chilacayote, agaves, chilaca, flor de calabaza; o la milpa totonaca, que incluye chayotes, tomatillos, quintoniles, yuca, chiltepín, etcétera—.
En contraste con esta enorme diversidad biocultural, los estudios formales sobre los aspectos agronómicos del sistema milpa son limitados. De hecho, entre 1955 y 2021 solo se publicaron 61 estudios centrados en cuestiones agronómicas, revela un artículo reciente desarrollado por investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), la Unión Rural de Productores de Cuautempan y Tetela, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), y la Universidad Autónoma Chapingo.
La falta de estudios específicos sobre los sistemas de milpa ha limitado el desarrollo de soluciones agronómicas que, respetando y partiendo de las tradiciones de cultivo, estén adaptadas a las diferentes condiciones locales y a las circunstancias de cultivo actuales —donde el cambio climático y los cambios socioeconómicos han contribuido a que el sistema se practique cada vez menos—.
Así, apoyado por AgriLAC Resiliente —una iniciativa del CGIAR para aumentar la resiliencia, la sostenibilidad y la competitividad del campo latinoamericano y del Caribe—, el estudio tiene el objetivo de proporcionar un punto de partida para la nueva investigación agronómica sobre la milpa en tanto que se trata de un sistema altamente productivo capaz de proporcionar dietas suficientes y saludables para los agricultores de pequeña escala.
“La limitada investigación agronómica formal sobre los sistemas de milpa ha dejado a los agricultores de pequeña escala desatendidos, por lo que han adoptado tecnologías desarrolladas para otros sistemas de producción que no necesariamente funcionan en los sistemas tradicionales. Lo mismo se aplica a los programas de asistencia técnica”, señalan los autores quienes, considerando el gran significado cultural del sistema, mencionan que es necesario conservar la milpa y tomar en cuenta que el sistema ha evolucionado con el tiempo y actualmente enfrenta —y enfrentará— nuevos retos.
“El cambio climático afectará fuertemente a Mesoamérica, lo que requerirá cambios en las variedades y los cultivos en muchas regiones. Se necesita la evaluación continua de las prácticas bajo las diversas condiciones de las milpas, junto con la investigación de mejora de los cultivos, para generar soluciones de mitigación y adaptación para los agricultores de milpa en las zonas afectadas”, menciona el estudio.
De entre los aspectos que el estudio identifica como prioritarios para el desarrollo de nueva investigación agronómica destaca la necesidad de reducir las cargas de trabajo en la milpa, ya que esta es una de las razones por las que los agricultores abandonan este sistema. En este sentido, “una opción es la investigación y el desarrollo sobre mecanización a pequeña escala para una preparación del suelo más eficiente, la fertilización, la siembra, el manejo de malezas, la cosecha y la poscosecha”, señala el artículo.
Una fertilización adecuada —ya que los diversos cultivos de la milpa tienen diferentes requisitos de fertilizantes—, variedades de frijol y cultivos asociados mejoradas, un manejo de malezas más eficiente —por las complicaciones en este proceso muchos productores optan por monocultivos—, y buenas prácticas poscosecha son otros de los aspectos destacados en donde se requiere nueva investigación para fortalecer la milpa en México y América Latina, región donde se proyecta como un sistema agrícola clave para contribuir a la seguridad alimentaria.
Al respecto, los autores enfatizan y concluyen que “el aumento de la productividad de la milpa no necesariamente tiene que apuntar a mayores excedentes, sino más bien a mejorar la disponibilidad de alimentos nutritivos y la resiliencia del sistema frente a las limitaciones ambientales y socioeconómicas. Aún así, el sistema milpa puede ofrecer seguridad alimentaria a las familias solo si produce lo suficiente y a través de intervenciones tecnológicas que los agricultores pueden implementar”.