Venustiano Carranza, Chis.- México es el centro de origen del maíz. La diversidad climática del país favoreció la diferenciación de las variedades y el surgimiento de razas. El estudio científico no solo ha confirmado que la evolución del maíz inició hace cerca de 10 mil años (mediante la selección artificial por parte de los antiguos mexicanos), sino que este proceso evolutivo continua hasta nuestros días.
En otras palabras, las razas de maíz no son estáticas, siguen cambiando debido a las múltiples interacciones entre el medioambiente y las prácticas agronómicas a las que son sometidas. Las razas que actualmente conocemos no siempre han existido, sino que son el resultado de un complejo proceso de evolución biocultural. De hecho, en los últimos 500 años (es decir, desde los aztecas) el maíz ha evolucionado principalmente por la cruza entre razas.
Actualmente se estima que en alrededor del 80% de la superficie cultivada en el país se trabaja alguna variedad de maíz nativo. Estos cultivos se encuentran principalmente en condiciones de temporal y, dependiendo de muy diversos factores, brindan rendimientos muy variables a los productores, por lo que es fundamental continuar investigando tanto sus características genéticas como las prácticas agronómicas que más les favorecen.
En Chiapas se calcula que el 75% de la superficie cultivada es de maíces nativos (18 razas) y de generaciones avanzadas de variedades mejoradas (variedades “acriolladas”, como dicen algunos productores). En la región de los Llanos la mayoría de los productores cultivan maíz nativo bajo condiciones de temporal, pero sus rendimientos no superan las 1.5 toneladas por hectárea.
Para ofrecer a los productores locales información útil para el mejor aprovechamiento de sus maíces, en la plataforma de investigación Venustiano Carranza, Chiapas, se desarrolló un estudio (durante el ciclo agrícola primavera-verano 2017) a través del cual se evaluó la respuesta a diferentes dosis de fertilización de cinco maíces nativos que sobresalen por sus rendimientos y adaptabilidad en la región de los Llanos de Chiapas.
Los genotipos que obtuvieron los rendimientos más altos (5.4 y 5.3 toneladas por hectárea, respectivamente) fueron San Gregorio y Zapatista con solo una fertilización (el resto de variedades no superó la media de 4 toneladas por hectárea). Aunque se alcanzaron rendimientos favorables similares a los de un maíz híbrido, aun es necesario seguir investigando la eficiencia en el uso de los fertilizantes en maíces nativos así como las efectos de otras prácticas agronómicas a fin de encontrar soluciones a las problemáticas locales que enfrentan los productores con sus propios materiales nativos.
Si bien las variedades nativas sobresalen por su adaptabilidad a condiciones adversas y por sus características particulares de color, sabor, textura, tamaño, etc., es necesario brindar opciones sustentables para incrementar los rendimientos de estos maíces, ya que muchos productores al observar bajos rendimientos deciden ya no seguir cultivándolos. De ahí la importancia de investigaciones como esta que realiza el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores en los estados.