El cambio climático es una realidad. En diversas zonas de la Península de Yucatán el 2019 fue un año particularmente seco, de manera que para muchos productores que trabajan el sistema milpa ha sido necesario buscar variedades más resistentes a las condiciones climáticas actuales y también nuevas y mejores prácticas que les permitan hacer rentables sus milpas.
Nazario Celso Ek Kumul —de Dzitás, Yucatán— y Raymundo Gómez Solórzano —de Calakmul, Campeche— son dos productores que, en sus respectivos terrenos, reciben grupos de agricultores que buscan soluciones a diversas problemáticas que presentan sus milpas. ¿Por qué acuden a las parcelas de estos productores? Porque incluso a simple vista estas se distinguen de muchas otras: tienen plantas mejor distribuidas, con más mazorcas y un mejor llenado de granos.
Nazario y Raymundo participan en el proyecto Milpa Sustentable en la Península de Yucatán —que impulsan la Fundación Haciendas del Mundo Maya (FHMM), Fomento Social Banamex (FSB) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— y han implementado innovaciones agrícolas con las que reducen sus costos de producción y cuidan los recursos naturales.
En sus parcelas mantienen un área denominada testigo, donde siguen produciendo de la forma en que siempre lo habían hecho, es decir, quemando y arando la tierra. El propósito es que durante los recorridos que se organizan periódicamente los otros productores puedan ver claramente los beneficios del arreglo de siembra, hacer mínima labranza, fertilizar en los momentos adecuados y dejar el rastrojo en el suelo (lo cual les permite además retener mayor humedad).
De acuerdo con las necesidades de cada zona, en las parcelas demostrativas pueden desarrollarse ensayos particulares. En la milpa del señor Nazario, por ejemplo, se evalúan ocho diferentes variedades de maíces nativos con la finalidad de observar cuáles responden mejor a las condiciones agroclimáticas.
Gracias al acompañamiento técnico que le ha brindado el proyecto y a la adopción de la Agricultura de Conservación —sistema sustentable que aprovecha el rastrojo como cobertura del suelo y promueve la mínima labranza—, el señor Raymundo ha logrado tener ahorros significativos. “En la parcela testigo se hicieron dos pases de rastra, y cada uno costó $1,000. Además, se tuvo que resembrar, y eso costó $600. En la otra parte no fue necesario arar la tierra ni hacer resiembra. Comparando con el testigo, me ahorré $2,600”, explica.
La parcela del señor Raymundo es muy significativa, ya que está cerca de la Reserva de la Biósfera de Calakmul. Y es un ejemplo de cómo a través de prácticas sustentables es posible sedentarizar la milpa, haciéndola más rentable para evitar que se amplíe la frontera agrícola. De acuerdo con los productores que participan en el proyecto, fortalecer su milpa con innovaciones agrícolas tiene beneficios ambientales y económicos, pues tener plantas con mayor profundidad de raíz, un tamaño superior, tallos más gruesos y un mejor llenado de grano al final se refleja en el bolsillo.