La agricultura sustentable se ha convertido en un imperativo global para garantizar la seguridad alimentaria y preservar el medioambiente. En este contexto, el manejo adecuado de los rastrojos, los residuos de cosecha que suelen ser pasados por alto, desempeña un papel crucial en la promoción de prácticas agrícolas respetuosas con el entorno.
Los rastrojos o socas son los residuos de cultivos que quedan en el campo después de la cosecha. Estos pueden incluir tallos, hojas y otros restos vegetales. Aunque la quema de rastrojos ha sido una práctica común, esta contribuye al cambio climático y afecta negativamente a los organismos microscópicos en el suelo. Esto es relevante porque la vida microscópica, incluyendo bacterias y hongos, desempeña un papel crucial en la degradación de la materia orgánica y en los ciclos de elementos esenciales para la fertilidad del suelo.
En este sentido, conservar los rastrojos ayuda a mantener la vida microbiana del suelo y contribuye a mejorar su estructura física: por un lado, dejar los rastrojos en la superficie del suelo actúa como una barrera natural que previene la erosión. Esto es fundamental para mantener la salud del suelo y la sostenibilidad a largo plazo de la tierra de cultivo. Además, durante la descomposición de los rastrojos se liberan nutrientes esenciales en el suelo, como nitrógeno, fósforo, potasio y calcio, reduciendo así la dependencia de fertilizantes inorgánicos.
Aprovechar los rastrojos como cobertura del suelo no solo reduce el impacto ambiental de las quemas agrícolas, sino que también tiene un valor económico, por lo que esta práctica es una alternativa viable y rentable que ayuda a mejorar la fertilidad y la productividad del suelo.
En Sonora, en la plataforma de investigación Cajeme I, por ejemplo, se ha investigado el uso de residuos como cobertura en camas permanentes desde el año 2006, confirmándose que “los rendimientos de camas permanentes con retención total o parcial de rastrojo tienen mayor valor —promedio de 7.4 toneladas por hectárea (t/ha)— que cuando el rastrojo es quemado o incorporado con la labranza, esto lo vemos en rotación con cultivo de maíz en verano”, señalan los responsables de la plataforma.
“Por su parte, en la plataforma Cajeme II la siembra en camas permanentes con cobertura con rastrojo ha tenido, desde el ciclo otoño-invierno 2014-15, un mayor rendimiento que las camas permanentes sin cobertura, con una diferencia promedio de 0.3 t/ha”, apuntan los investigadores de esta plataforma.
Evidencia como la generada en estas plataformas sonorenses confirman entonces la pertinencia de aprovechar los rastrojos. Por esta razón, este enfoque para el manejo de residuos forma parte del Menú de tecnologías validadas – Trigo de riego en Sonora. Te invitamos a consultarlo completo y a seguir el hashtag #MenúTecnológicoSustentable en nuestras redes sociales para más información sobre tecnologías validadas.