En un gramo de suelo hay millones de microorganismos que degradan la materia orgánica muerta, liberando sus nutrientes para que las plantas los aprovechen y crezcan. Estos microorganismos, invisibles a simple vista, constituyen la parte viva del suelo y, por ello, la frase “lo que se ve es producto de lo que no se ve” —del agricultor Alejandro Zarate— fue adecuada para que técnicos y productores del estado mexicano de Zacatecas abordaran recientemente el tema de la microbiología del suelo.
“Manejo de la microbiología del suelo en sistemas agrícolas” fue una actividad teórico-práctica desarrollada recientemente en el marco del proyecto Aguas Firmes con la finalidad de que productores de Calera, Zacatecas, comprendieran cuáles son las características y las relaciones de los organismos que habitan o están relacionados con las tierras de cultivo y que, con prácticas adecuadas, permiten hacer un manejo más efectivo y sustentable de las parcelas, conservando o incrementando la fertilidad del suelo.
Durante la actividad, el investigador Luis Ángel Rivera López mencionó que, en tanto las principales funciones conocidas en las que intervienen los microorganismos son la disponibilidad de nutrientes, el control de fitopatógenos —microorganismos que generan enfermedades en las plantas— y la estimulación del crecimiento vegetal, lo más recomendable es trabajar en tener suelos con buenas condiciones, como un pH adecuado, incrementar la materia orgánica y reducir la labranza para que, con una mejor estructura, el suelo pueda cumplir con sus funciones de forma correcta.
Además, “diversos microorganismos intervienen en los ciclos de algunos elementos como el nitrógeno o el fósforo —esenciales para la fertilización—. En el caso del nitrógeno, por ejemplo, intervienen las bacterias del género Azosporillum que promueven el crecimiento de las plantas; y Bradyrhizobium que fija el nitrógeno atmosférico. En el caso del fósforo intervienen géneros como Bacillus, Psudomonasentre y muchos otros que producen sustancias asociadas a la solubilización de fosfatos; es decir, que hacen que las formas de este elemento presentes en el suelo puedan ser asimiladas por las plantas”, comentó Luis Ángel Rivera.
En el mercado hay una amplia gama de microrganismos benéficos que se pueden aplicar de forma gradual para mejorar los suelos; sin embargo, lo más recomendable es realizar primero un análisis de suelo para identificar organismos benéficos; esta es una notable herramienta para evaluar la calidad del suelo y su potencial productivo, señaló el investigador quien también guio a los participantes en la observación, mediante microscopio, de esporas de Glomus, hongo vinculado a una potencial mejoría en la nutrición de diversos cultivos.
Aunque los microorganismos benéficos pueden estar presentes incluso en condiciones adversas —como en suelos salinos—, es fundamental mejorar esas condiciones, enfatizó Rivera López, reiterando que los suelos con alta diversidad y abundancia en microorganismos son menos susceptibles a la degradación e incidencia de plagas y enfermedades en las plantas, por lo que este tipo de capacitaciones que ofrece Aguas Firmes son importantes.
Aguas Firmes es un proyecto impulsado por Grupo Modelo en alianza con la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.
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