Desde tiempos prehispánicos, el frijol ha sido un pilar de la dieta y la cultura agrícola en México. Sin embargo, en años recientes, el país ha experimentado un aumento en las importaciones de esta leguminosa, alcanzando en 2023 un volumen histórico de aproximadamente 313 mil toneladas (INEGI, 2023). Este crecimiento de las importaciones se debe, entre otros factores, a las sequías que han propiciado la disminución de la producción en los estados tradicionalmente productores.
Aunque en México el frijol es la leguminosa por excelencia, no es la única que se cultiva. Actualmente, hay una gran diversidad de opciones disponibles para que las familias agricultoras elijan de acuerdo con sus necesidades y preferencias. Estas opciones incluyen cultivos como el frijol mungo (Vigna radiata), dólicos (Dolichos lablab), gandules (Cajanus cajan), cacahuates, entre otros.
La inclusión de leguminosas en los sistemas de producción representa además una estrategia clave para fortalecer la seguridad alimentaria y mejorar la salud del suelo. Investigaciones desarrolladas en las plataformas de investigación que impulsan el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores han demostrado que el uso de estas especies contribuye significativamente a la fertilidad del suelo, reduciendo la necesidad de fertilizantes sintéticos y, por lo tanto, los costos de producción.
Las leguminosas tienen una característica agronómica excepcional: en simbiosis con bacterias del género Rhizobium, pueden fijar nitrógeno atmosférico y convertirlo en una forma utilizable por las plantas. Este proceso reduce la dependencia de fertilizantes nitrogenados, cuyo uso excesivo puede degradar los suelos y generar impactos ambientales negativos. Además, la rotación y asociación de cultivos con leguminosas mejora la calidad del suelo, la disponibilidad de nutrientes y ayuda a controlar plagas de manera natural.
A través de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores que están estratégicamente distribuidas en gran parte del territorio nacional, cada ciclo productivo se suma evidencia de la ventaja de incorporar las leguminosas a los sistemas productivos. En la plataforma de Tlaltizapán, Morelos, durante el ciclo primavera-verano 2023, por ejemplo, la combinación de camas permanentes, rotación con leguminosas (dólicos) y el mantenimiento del 100% de los residuos del cultivo permitió mayores rendimientos, efecto que ha sido observado especialmente en condiciones de sequía prolongada.
En la plataforma de San Miguel Tlacamama, también en Oaxaca y en el mismo ciclo productivo, la cobertura proporcionada por las leguminosas (en sistemas asociados de maíz-frijol) ayudó a reducir costos en el control de arvenses, beneficiando a los agricultores con un ahorro significativo.
Por su parte, en Chiapas, la diversificación de cultivos con leguminosas ha reportado beneficios consistentes, por lo que esta tecnología ahora forma parte del Menú de tecnologías validadas – Maíz y frijol en Chiapas que recientemente publicó el CIMMYT. En este documento se señala que en la plataforma de Comitán (ciclo primavera-verano 2022) las asociaciones maíz-canavalia y maíz-dólicos mejoraron significativamente la biomasa y la producción de grano de maíz. Estos resultados son relevantes considerando que en esta región de Chiapas el rendimiento promedio de maíz es muy bajo (de apenas 1.5 toneladas por hectárea —t/ha—) debido, sobre todo, a la pérdida de materia orgánica.
De igual manera, en la plataforma de Ocosingo, Chiapas, la diversificación de cultivos con leguminosas ha demostrado ser una estrategia efectiva para mejorar la eficiencia en el uso del suelo. La asociación de maíz con frijol mungo, dólicos, gandules y cacahuates ha permitido cosechas adicionales, con el beneficio extra de que las leguminosas ayudan a reducir plagas en el maíz mediante la diversificación funcional (atracción de insectos benéficos y/o como cultivo trampa).
Las legumbres, que son las semillas que se cosechan de las leguminosas, han acompañado al ser humano desde la prehistoria, no solo como alimentos emblemáticos (como el frijol para México o el garbanzo para las culturas mediterráneas), sino como aliadas en la sostenibilidad de los sistemas productivos. Su capacidad para ayudar a regenerar el suelo, reducir el uso de insumos sintéticos y diversificar las fuentes de ingreso de los agricultores las convierten en una pieza clave para la seguridad alimentaria del futuro.
Cada 10 de febrero el mundo celebra el Día Mundial de las Legumbres, recordándonos su importancia en la nutrición y la agricultura sostenible. En México, donde el frijol es un símbolo de identidad y tradición, es fundamental fortalecer la producción de esta y otras leguminosas a través de prácticas agronómicas más sustentables. Con el respaldo de plataformas de investigación como las aquí referidas esta tarea es posible.