La producción agrícola del Valle de Yaqui se ve afectada cada vez más por los altos costos de producción. Algunos pequeños productores —en su mayoría ejidatarios— optan por rentar sus tierras, ya que para ellos no es viable sembrar solos. En el caso del trigo, en esa región particular los costos de producción en la actualidad pueden llegar hasta los $23,000, lo que es muy elevado si se consideran los factores de rendimiento y precios del grano en el mercado.
Uno de los aspectos que contribuye al aumento de los costos de producción es la poca eficiencia en el uso de ciertos fertilizantes, como el nitrógeno, nutriente esencial para las plantas que solo es asimilable por ellas a partir de un complejo ciclo (la mayor parte del nitrógeno disponible en la Tierra está en la atmósfera), por lo que la fertilización nitrogenada es fundamental. Sin embargo, una importante cantidad de este nutriente se pierde por escurrimientos, erosión o volatilización (se estima que en México y otros países en desarrollo las pérdidas promedio de nitrógeno por volatilización son de 18%).
Ya que sin nitrógeno las plantas crecen poco, las hojas palidecen e incluso pueden morir (pues es esencial para que realicen la fotosíntesis), es importante investigar y difundir prácticas que permitan optimizar la fertilización nitrogenada. A partir de diversos estudios desarrollados con la colaboración de productores del Valle de Yaqui, se ha observado que mediante el uso de sensores ópticos —que son una herramienta de diagnóstico de fertilización nitrogenada— es posible bajar la dosis de nitrógeno sin afectar el rendimiento potencial del cultivo de trigo.
El estudio se realizó en un predio de 90 hectáreas en la localidad de Vícam, donde se sembró trigo en el ciclo otoño-invierno 2018-19. Ahí se establecieron cinco franjas ricas en nitrógeno (secciones de tierra suficientemente fertilizadas que sirvieron como punto de referencia) distribuidas estratégicamente.
En la etapa de inicio de encañe se realizó el diagnóstico con los sensores GreenSeeker® y Sequoia (este último montado en un dron). Una vez tomadas las lecturas del Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI, por sus siglas en inglés) —que es una estimación del “verdor” de las plantas, es decir, de su actividad fotosintética y su estado de nutrición—, se determinó el requerimiento de fertilizante nitrogenado más adecuado (mediante el algoritmo matemático que se utiliza para el Valle del Yaqui).
Al final del ciclo, se tomaron muestras de grano para determinar el rendimiento en las diferentes áreas de la parcela. Después de realizar los análisis correspondientes, fue posible observar que siguiendo las recomendaciones de los sensores ópticos el productor redujo la aplicación de nitrógeno, ahorrando un poco más de $2,000 por hectárea. Esta reducción en la cantidad de fertilizante (con una diferencia de 138 kilogramos de nitrógeno) no afectó el rendimiento.
El hecho de que el rendimiento del área del sensor y de la franja rica hayan sido muy similares indica que no es necesario sobrefertilizar para obtener mayor producción: lo importante es incrementar la eficiencia en el uso de nitrógeno para evitar pérdidas y permitir que este sea mejor aprovechado. Los sensores ópticos son una de las tecnologías que se promueven mediante el movimiento #AgriculturaConCiencia para impulsar una agricultura regional eficiente, responsable y climáticamente inteligente. ¡Súmate tú también!
Por: colaborador del Hub Pacífico Norte.