La Sierra Norte de Puebla, ubicada en la zona de transición entre el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre Oriental de México, es una región caracterizada por su abrupto relieve —con pendientes muy pronunciadas, de hasta 40 %— y alta humedad. Los agricultores de esta región, en su mayoría nahuas y totonacos, cultivan maíz criollo para autoconsumo, comúnmente asociado con frijol, chile serrano, arvejón, haba, avena, ebo, calabaza, y una amplia variedad de quelites como quintonil, borraja y tomate criollo.
A pesar de los beneficios de esta diversidad de cultivos, en la región los rendimientos de maíz son bajos —de una tonelada por hectárea (t/ha) o menos— y el manejo agronómico es deficiente. Esto se refleja en altos costos de producción que se suman a los retos de la variabilidad climática, cada vez más notoria.
Para ofrecer alternativas que les permita a los productores de la región superar estos desafíos, en la plataforma de investigación Cuautempan —ubicada en la carretera federal Tetela-Cuautempan, Km 9.4, en Hueytentan, municipio de Cuautempan, Puebla— se ha investigado, desde 2016 cuando fue instalada, aspectos como densidad de población, fertilización y manejo de malezas e insectos. Esto, a partir de experimentos con base en agricultura de conservación, uso de semilla criolla e hibrida, distintas dosis de fertilización y arreglos topológicos —distribución de las plantas sobre el terreno—.
La plataforma, donde colaboran la Unión Rural de Productores de Cuautempan y Tetela (URPCT) y CIMMYT, forma parte de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica (RedAgAL) —una de las redes de investigación agrícola más grandes a nivel mundial— y, en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía del CGIAR —consorcio de centros de investigación internacionales del cual forma parte CIMMYT—, está operando y generando datos en beneficio de los agricultores locales y de todo el campo latinoamericano.
“Durante los tres primeros años de evaluación el rendimiento promedio entre la práctica convencional de la región —monocultivo de maíz y remoción de rastrojo— y las innovaciones —cero labranza y dejar el rastrojo en la superficie del terreno— fue similar; sin embargo, en 2019 llovió 30 % menos de lo normal y entonces se notaron los beneficios de la agricultura de conservación, ya que el rendimiento con este sistema sustentable mejoró en 2,1 t/ha con respecto a la labranza convencional”, señalan los responsables de la plataforma.
“Los costos de producción, con agricultura de conservación, disminuyeron cerca de 4 mil pesos por hectárea (3,975 MXN/ha). Además, las prácticas sustentables aplicadas han tenido un impacto positivo en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo. La materia orgánica, por ejemplo, ahora es mayor en las capas de 0-5 y 5-30 cm”, enfatizan los investigadores, quienes continúan investigando otros aspectos que aún requieren mayor tiempo para obtener conclusiones robustas que puedan ser compartidas con los agricultores.