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Jóvenes, guardianes de la biodiversidad

Jóvenes y niños del Valle del Cauca, Colombia, colaboran con instituciones de investigación en la conservación de los recursos fitogenéticos de sus comunidades, aprendiendo y promoviendo mejores prácticas para la conservación de la biodiversidad, agua y suelo.

Especialista del CIMMYT en sesión con jóvenes estudiantes colombianos. (Foto: Nature Plus)
Especialista del CIMMYT en sesión con jóvenes estudiantes colombianos. (Foto: Nature Plus)

Aunque a lo largo de la historia han existido más de seis mil especies de plantas cultivables, en la actualidad solo nueve especies representan el 66 % de la producción mundial de cultivos. Esta pérdida de biodiversidad limita la capacidad de los sistemas agroalimentarios para adaptarse a los cambios climáticos y afecta la seguridad alimentaria de las poblaciones.

En este desafío, los jóvenes juegan un papel clave. En las zonas rurales de Colombia, representan el 26% de la población total, y su participación activa en la conservación de variedades locales de cultivos como maíz, papa, arroz, yuca, frutas y plantas medicinales es fundamental para preservar el patrimonio agrícola y garantizar la resiliencia de los ecosistemas locales ante los cambios en las dinámicas socioeconómicas y la variabilidad climática.

Sin embargo, los jóvenes enfrentan barreras significativas que limitan su capacidad para asumir este rol de manera efectiva. La falta de formación específica en conservación de recursos fitogenéticos y biodiversidad dificulta la aplicación de métodos adecuados para la preservación de los cultivos locales. Para superar estos desafíos, la iniciativa Nature+ del CGIAR ha fortalecido la resiliencia de los sistemas agrícolas promoviendo estrategias de conservación y manejo sustentable con la participación activa de los jóvenes.

Así, entre 2023 y 2024, se establecieron alianzas estratégicas en el Valle del Cauca con el objetivo de capacitar a jóvenes en la conservación de la biodiversidad, el manejo del agua y la salud del suelo. En esta colaboración participaron el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Alianza Bioversity-CIAT, la Corporación no Nacional Ambiental Pecuaria y Agrícola de Bellavista (CAMPAB) y la Institución Educativa José María Falla. A través de estas alianzas, se involucró a tres grupos juveniles: la Institución Educativa José María Falla, el grupo de jóvenes investigadores Herederos del Planeta y el Club Cantarrana. En total, participaron 32 jóvenes, de los cuales cerca del 70% fueron mujeres. Además, se integró a 10 niñas y niños menores de 14 años, con el acompañamiento de sus padres.

Las actividades con los jóvenes incluyeron la siembra y conservación de variedades nativas de maíz como Diente de Caballo y Limeño, esenciales para la seguridad alimentaria local debido a su adaptación a las condiciones agroclimáticas de la región. “Estas variedades locales son fundamentales para la soberanía alimentaria de las comunidades rurales y su preservación garantiza que las futuras generaciones continúen accediendo a alimentos adaptados a su entorno”, explicaron los investigadores del proyecto.

Con el apoyo técnico de especialistas del CIMMYT y de la Alianza Bioversity-CIAT, y como parte de su proceso de formación académica, los jóvenes realizaron prácticas de manejo sustentable de los recursos, explorando alternativas a los fertilizantes químicos con base en análisis de suelo, elaboración de compost y el uso funcional de la biodiversidad, específicamente mediante la producción de la mosca soldado-negra como una alternativa sustentable para la transformación de residuos orgánicos, ya que la excreta de este insecto benéfico contiene nitrógeno, fósforo y potasio, elementos esenciales para mejorar la calidad del suelo y disminuir el uso de productos sintéticos.

Además de esta estrategia para promover una agricultura más sostenible y a fin de recuperar las variedades tradicionales de la zona, se establecieron parcelas de selección de variedades nativas de maíz Limeño amarillo en fincas de agricultores locales. Esta estrategia permitió que los jóvenes adquirieran conocimientos directamente de los productores, combinando el aprendizaje científico con los saberes tradicionales. Uno de los logros más importantes fue el fortalecimiento de capacidades en el manejo y conservación de semillas. Además, gracias a esta iniciativa, se contribuyó al equipamiento del banco de semillas de la Institución Educativa José María Falla, que ahora funge como un nodo de vinculación entre estudiantes y agricultores de la región.

Los jóvenes participantes han manifestado el impacto que esta experiencia ha tenido en su vida y en su visión sobre la agricultura y la conservación de la biodiversidad. Una de las estudiantes destacó: “Mi papel como joven en la conservación de semillas nativas es muy importante porque, a través de mi participación, se mantiene viva la tradición de conservarlas y transmitirlas a futuras generaciones”. Otro estudiante complementó: “Son muchos los conocimientos que obtuve en estas prácticas y me servirán para aplicarlos en la finca de mi padre”.

La colaboración entre organizaciones, instituciones educativas y comunidades rurales es crucial para continuar promoviendo este tipo de iniciativas. Solo a través del empoderamiento de los jóvenes y su vinculación con los agricultores se podrá asegurar que la riqueza genética de los cultivos tradicionales de Colombia siga siendo parte de la vida cotidiana, contribuyendo a la seguridad alimentaria y al bienestar de las generaciones futuras.