La gastronomía mexicana no sería la misma sin especias como la canela, el clavo, el comino o la pimienta; tampoco la alimentación cotidiana de los mexicanos estaría completa sin legumbres como los garbanzos, las lentejas o las alubias. Todas estas especies vegetales son originarias de Asia y muy populares en la India —líder mundial en la producción de legumbres—, país con el que México tiene profundos vínculos.
Los lazos comerciales de ambos países han crecido sostenidamente en la última década y actualmente México es el primer socio comercial de la India en América Latina (Banco de México, 2020) y el noveno a nivel global. Además, India ha sido uno de los pocos países que ha cooperado con México en el envío de vacunas contra el COVID-19.
Más allá de las relaciones comerciales, México e India mantienen una amplia colaboración en el área científica, particularmente en investigación agrícola. Los antecedentes de esta colaboración se remontan a la década de los sesenta, cuando el doctor Norman Borlaug utilizó variedades de trigo desarrolladas en México para duplicar la producción en India y así salvar a millones de personas que estaban en riesgo de hambruna —te invitamos a leer más sobre el legado del doctor Norman Borlaug en: https://idp.cimmyt.org/un-dia-como-hoy/ —.
A través del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), México ha sostenido esa colaboración científica con India. En 2011, en un esfuerzo de cooperación internacional entre el Consejo Indio de Investigación Agrícola (ICAR) y el CIMMYT, se estableció el Instituto Borlaug para el sur de Asia (BISA), un instituto sin fines de lucro dedicado a incrementar la seguridad alimentaria, la nutrición y los medios de vida, así como a la rehabilitación ambiental en el sur de Asia, donde se estima que hay más de 300 millones de personas desnutridas.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, India es actualmente la sexta economía mundial ―México ocupa la posición 16―, pero también es el segundo país más poblado del planeta solo después de China. Este hecho sigue planteando numerosos retos a la producción agrícola de ese país, pues si bien India ya no depende de la ayuda alimentaria, la degradación de los suelos y los cambios en los patrones climáticos ―igual que en México― representan serios desafíos para la producción de alimentos.
En la región de Bundelkhand, por ejemplo, las condiciones agroclimáticas son muy particulares: aunque recibe buenas lluvias, sufre frecuentes sequías y escasez de agua. Como resultado, la productividad de los cultivos —predomina el trigo, las legumbres y las oleaginosas— es baja y la cobertura de área también fluctúa de un año a otro. Además, existen otros factores que contribuyen a esta situación, tales como falta de prácticas de conservación de agua de lluvia, bajo uso de insumos, situaciones de créditos y vinculación a mercados y la inadecuada adopción de tecnologías para el mejoramiento de la producción.
Para apoyar a los agricultores de esta amplia región de India, recientemente se presentó una propuesta de proyecto orientado a la sostenibilidad y resiliencia de los cultivos de frijol rojo y trigo, el cual incluye asegurar la disponibilidad de semillas e insumos, así como la vinculación de los productores con el mercado ―en esta iniciativa participan la Universidad Agrícola Central Rani Lakshmi Bai, diversos centros de ciencias agrícolas (Krishi Vigyan Kendra), Bayer Crop Science, las empresas DCM-Shriram Farm Solutions y Corteva Agriscience, así como el CIMMYT―.
¿Por qué este tipo de proyectos son importantes para los agricultores mexicanos y de otras partes del mundo? Básicamente porque el contexto de cambio climático es común en muchas y amplias regiones del planeta, de manera que la investigación en India contribuye a la búsqueda de soluciones regionales y globales. De hecho, diversos cultivos originarios de aquel país asiático actualmente constituyen opciones agrícolas viables en algunas regiones de México afectadas por la variabilidad climática ―te recomendamos leer Un nuevo cultivo tolerante a las condiciones del desierto ―.
De acuerdo con el doctor Ravi Gopal Singh ―científico del CIMMYT quien participa en esta colaboración internacional―, “un viaje de campo reciente, una consulta con las partes interesadas y una investigación documental revelaron la ocurrencia de severas sequías agrícolas que se acumularon durante las últimas décadas. La región, a pesar de ser rica en recursos naturales, está rezagada en cuanto a ingresos agrícolas suficientes para sostener los medios de vida rurales”, señaló.
Para aprovechar el potencial de los productos agrícolas de la región, el proyecto piloto busca identificar mejores variedades de frijol rojo y trigo, así como buenas prácticas agronómicas ―lo que incluye desarrollar la prestación de servicios para la mecanización que conduzca a la adopción a gran escala de prácticas de intensificación sostenible―. La intención es asegurar la disponibilidad de semillas e insumos para desarrollar un sistema de semillas robusto y a nivel comunitario.
De igual manera, se busca apoyar en la vinculación con los mercados, por lo que se apoyará que los colectivos de agricultores establezcan vínculos para insumos agrícolas y también venderán productos agrícolas clave, como frijol rojo, maíz, chícharo y trigo. En conjunto, con estas acciones se espera tener una mayor comprensión del sistema agroalimentario de la región, propiciar un mayor y más rápido crecimiento en el volumen de negocios de colectivos de agricultores y desarrollar un modelo de prestación de servicios de mecanización.