Texcoco, Edo. Méx.- El hambre es un problema real y los efectos de la pandemia por COVID-19 lo han agudizado. Hoy, la hambruna —carencia grave de alimentos que casi siempre afecta un área geográfica grande y cuya consecuencia, generalmente, es la muerte por inanición— es un riesgo latente en más de 20 países y, de hecho, se estima que 34 millones de personas están en serio riesgo de morir de hambre (ONU, 2021).
En México los efectos de la pandemia también se han reflejado en la seguridad alimentaria: antes de la pandemia, el 20% de la población sufría carencia alimentaria y ahora hay un 50% con inseguridad alimentaria grave o severa (Unicef, 2021).
Al mismo tiempo que esto ocurre, cada año en el mundo un poco más de un tercio de toda la comida producida, esto es aproximadamente 1,300 millones de toneladas, acaba pudriéndose en los botes de basura de los consumidores y minoristas, o estropeándose debido a un transporte y unas prácticas de recolección deficientes —cerca del 14% se pierde entre la cosecha y la venta minorista, 11% se desperdicia en los hogares, 5% en los servicios de comidas y 2% en el comercio al por menor—.
Desperdiciar alimentos tiene efectos negativos en la seguridad alimentaria y contribuye a aumentar el costo de la alimentación, pues también significa desaprovechar todos esos recursos que se emplearon para producirlos: agua, suelos, energía, mano de obra y capital.
El Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (29 de septiembre) es una oportunidad para exponer la paradoja de la persistencia del hambre en un mundo donde se desperdician alimentos, pero también para exponer la pertinencia de un conjunto de prácticas y proyectos innovadores que ofrecen soluciones a esta compleja situación.
La producción sustentable de alimentos junto con esquemas de abastecimiento responsable han demostrado ser una alternativa para sumar esfuerzos en la batalla contra el hambre y el desperdicio de alimentos. Por esta razón, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y las organizaciones con las que impulsa diversas iniciativas promueven prácticas y tecnologías sustentables como las tecnologías herméticas poscosecha, las cuales son una importante herramienta para disminuir la pérdida de alimentos que impacta incluso en el medioambiente global —te recomendamos leer Desperdicio de alimentos impacta en salud y medioambiente—.
Producir sustentablemente beneficia también a toda la cadena de valor. Gracias al interés creciente de algunas empresas que apoyan la producción sustentable, se han promovido relaciones comerciales más sólidas y directas con los agricultores. Desde la siembra, los productores vinculados a estas iniciativas reciben acompañamiento técnico que les permite optimizar sus sistemas de producción y tener mayor certidumbre en la comercialización de sus cosechas.
La producción sustentable además permite que la sociedad disponga de alimentos sanos, nutritivos y asequibles, por eso es necesario que los consumidores apoyen y demanden alimentos producidos sustentablemente, pero, al mismo tiempo, dándole valor a esa producción; esto es, evitando el desperdicio en sus propias mesas.