
El uso de maquinaria en general, y de maquinaria agrícola en particular, es una actividad tradicionalmente asociada a los varones. No obstante, ya sea de forma circunstancial —por la migración de sus esposos, por ejemplo— o por interés personal, las agricultoras y trabajadoras del campo son un segmento importante y creciente —en México, del total de personas involucradas en actividades agropecuarias, el 16 % son mujeres (INEGI, 2022); sin embargo, se estima que ellas representan hasta el 43 % de la fuerza laboral agrícola (FAO, 2023)—. En este sentido, es fundamental repensar el enfoque de la tecnología del campo.
Es entonces fundamental que las tecnologías promovidas en el ámbito rural tengan un enfoque de inclusión social. “Promovemos un enfoque de mecanización agrícola inclusiva que busca garantizar que las herramientas e implementos sean accesibles y beneficiosos para todas las personas que trabajan el campo, sin distinción de género, edad, capacidad física, nivel socioeconómico o ubicación geográfica. Para ello, empleamos el desarrollo participativo, una metodología que involucra directamente a los usuarios finales —en este caso, agricultoras y agricultores— durante todo el proceso de diseño y evaluación de tecnologías agrícolas”, comenta Gabriel Martínez Pérez, desarrollador de maquinaria agrícola del CIMMYT.
La metodología que sigue el equipo de mecanización agrícola del CIMMYT para llevar la ciencia a quienes trabajan el campo, permite que las tecnologías agrícolas se adapten a las capacidades de quienes las utilizarán. “Este enfoque comienza con la identificación de necesidades y la comprensión de los contextos y flujos de trabajo de agricultoras y agricultores, seguida por la construcción y validación de prototipos en condiciones reales de uso. De esta manera, se asegura que las herramientas e implementos se adapten a las capacidades de quienes las utilizarán, promoviendo así la equidad en el acceso a la mecanización y facilitando su adopción”, añade Gabriel.
Una mecanización adecuada debe estar estrechamente relacionada con la realidad social de las comunidades donde, muchas veces, las tierras de cultivo son trabajadas por adultos mayores, así que la mecanización no solo debe ser inclusiva, sino también reducir la carga física del trabajo agrícola, enfatiza Gabriel, quien menciona que “algunos de los implementos diseñados con un enfoque inclusivo incorporan un diseño modular y la filosofía multiuso-multicultivo. El diseño modular permite que los implementos sean flexibles y adaptables, utilizando módulos estandarizados que pueden combinarse para generar soluciones ajustadas a las necesidades de los agricultores”.
“Además, la combinación del diseño modular con la filosofía multiuso-multicultivo evita la necesidad de implementos especializados para cada tarea. Un solo equipo puede configurarse para realizar diversas labores de manera consecutiva o simultánea, como la formación de surcos, el aporque —apilar la tierra en la base de la planta—, el control mecánico de malezas, la siembra y la fertilización combinada o por separado. Asimismo, estos implementos pueden ajustarse para trabajar con distintos tipos de semillas y cultivos, desde granos grandes como maíz y frijol hasta granos pequeños como trigo y cebada”, señala Gabriel.
“Al incluir y divulgar el uso de equipos innovadores es posible enfrentar los retos que implica el cambio climático para el sector agrícola. Sin embargo, para lograrlo es necesario tener dichas herramientas que permitan a agricultoras y agricultores hacer frente a los retos con el mínimo esfuerzo y una reducción de la labor humana requerida. Esto último debido a que las comunidades agrícolas tienen cada vez menos jóvenes, quienes migran a las zonas urbanas buscando empleo mejor remunerado y que involucren menos trabajo arduo. Así, entre menores sean los niveles de mecanización, mayor es el trabajo pesado, lo que afecta desproporcionadamente a las mujeres”, señala en este sentido la Guía para la mecanización agrícola sostenible, recientemente publicada por el CIMMYT.
Este enfoque de mecanización agrícola incluyente, con el que ahora el CIMMYT también busca que agricultoras y agricultores tengan acceso a las máquinas con modelos de negocio inclusivos, abre posibilidades para construir sociedades más equitativas, no solo porque las tecnologías y prácticas sustentables que optimizan el tiempo y el trabajo en el campo son ampliamente adoptadas por mujeres —lo cual ayuda a equilibrar sus condiciones en el campo porque las mujeres rurales en México dedican en promedio 31 horas más que los hombres (INEGI, 2019)—, sino porque, cuando se introducen nuevas tecnologías, adecuadas e inclusivas, estas pueden desnaturalizar y exponer las normas de género y las relaciones de poder porque su adopción inevitablemente requiere que mujeres y hombres renegocien las reglas del juego.