El uso del agua para fines agrícolas es un tema central en cualquier debate sobre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria. En promedio se destina el 70% del agua que se extrae en el mundo para esta actividad y más de 330 millones de hectáreas cuentan con instalaciones de riego a nivel mundial. La agricultura de regadío representa el 20% del total de la superficie cultivada y aporta el 40% de la producción total de alimentos en todo el mundo.
Pese a la importancia que la agricultura tiene a nivel mundial, existen serios problemas con el tema del abastecimiento general del agua. El cambio climático, usos y prácticas inadecuadas e inconsistencias en la asignación de este recurso complican aún más el panorama. Además, para el año 2050 las proyecciones indican que la población del planeta será superior a los 10 mil millones de habitantes y, para satisfacer las necesidades básicas de alimentos, las predicciones en cuanto a produccion agrícola se estiman en un aumento del 70% para dicho año.
Por un lado, es necesario utilizar menos agua para fines agrícolas, pero por el otro, el uso más intensivo del agua en la agricultura es un elemento fundamental en el aumento sostenible de la producción de alimentos. Para resolver este dilema aparente es necesario reconsiderar seriamente la gestión del agua en el sector agrícola y su reposicionamiento en el contexto más amplio de la ordenación general de los recursos hídricos y la seguridad hídrica.
En México, el Sistema Hidriagrícola de Sinaloa (SHISIN) es el más importante en cuanto a número de distritos de riego, superfice de riego, presas y capacidad de almacenamiento. Las 11 presas de almacenamiento que lo conforman tienen una capacidad de conservación de 15,609.5 millones de metros cúbicos (Mm3), para regar ocho distritos de riego que cuentan con una superficie de riego de 780,905 hectáreas (ha) y 84,344 usuarios.
Debido a diversos factores, los almacenamientos en la mayoría de las presas de los subsistemas han sido muy bajos en lo que va del año, por lo que los volúmenes almacenados en las presas hacia octubre de 2021, cuando inicia el año agrícola en la región, podrían ser insuficientes para autorizar los volúmenes concesionados a gran parte de los distritos de riego.
Algunas recomendaciones para poder sembrar la mayor superficie son captar agua de lluvia en las parcelas —la cobertura del suelo con rastrojo permite conservar la humedad por más tiempo—; sembrar cultivos de baja demanda de agua, como frijol, garbanzo, sorgo y cártamo; rescatar agua superficial con bombeo en corrientes superficiales como ríos, arroyos y drenes; hacer planes de riego congruentes con los volúmenes de agua autorizados a extraer de las presas, los programados a bombear con los pozos profundos y a rescatar de las corrientes superficiales; coordinar los cambios entre las parcelas que terminan e inician los riegos, para evitar las pérdidas de agua en punta de canal; regar de día y de noche.
Por supuesto, son necesarias acciones a nivel socioorganizativo en la gestión del agua y considerar mejoras de los sistemas de abastecimiento de agua para proporcionar servicios a pedido usando tecnologías de la información —como sensores de la humedad del suelo y la estimación de la evaporación y transpiración a partir de datos satelitales—. No obstante, también es importante aumentar la eficiencia en el uso del agua a nivel de parcelas, donde existen alternativas como el uso de semillas mejoradas, la siembra directa o con poca labranza —Agricultura de Conservación—, humectación y secado alternativo, intensificación sostenible del arroz —uno de los cultivos con mayores requerimientos de agua—, sistemas de riego adecuados y otras.
Con la colaboración especial del doctor Luis Rendón Pimentel