El precio del maíz en el mercado internacional alcanzó recientemente su nivel más alto en, por lo menos, los últimos siete años. Después de una ligera pausa en abril, los precios internacionales de este grano subieron casi 83% con respecto al 2020 y apenas la semana pasada se registró una ligera baja atribuible a un clima más favorable para el avance de las siembras en los Estados Unidos.
Estados Unidos, China y la Unión Europea son grandes consumidores de maíz. Se estima que este año concentrarán cerca del 59% del consumo global de este grano, de manera que lo que allí ocurre impacta en otros países. En este sentido, estas tendencias en los precios del maíz se explican por diversos factores: los reducidos inventarios del grano en Estados Unidos, los efectos de los fenómenos climatológicos como La Niña en Sudamérica y, sobre todo, el incremento exponencial de las importaciones de maíz por parte de China para alimentar a su ganado.
De acuerdo con proyecciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), solo si el clima venidero es favorable se lograrán los rendimientos esperados anunciados en el reporte de oferta y demanda de mayo. De lo contrario, muy probablemente el mercado estaría reaccionando nuevamente al alza.
Si bien muchos agricultores mexicanos se han mostrado entusiastas porque, comentan, hacía muchos años que no veían un panorama tan favorable para el precio de los granos (que en algunos casos ha estado en el orden de los $6,000 por tonelada), esta situación también puede propiciar (como de hecho ya ha ocurrido en algunas zonas del país) un aumento en los costos de los fertilizantes y otros insumos clave. Esto podría implicar mayores precios al consumidor que incluso afectarían la rentabilidad de la agroindustria.
En México, esta coyuntura de mercado plantea diversos escenarios. En todos, es oportuna una transición hacia una agricultura más sustentable: el cambio climático y la volatilidad en los mercados pone al sector en un momento decisivo. El país estima un crecimiento de 2.6% en la producción de maíz grano en el presente ciclo agrícola (se proyecta un volumen de 28.4 millones de toneladas en contraste con las 27.7 millones de toneladas del 2020). A pesar de este crecimiento, las importaciones de maíz amarillo durante el primer trimestre de 2021 también se incrementaron en más del 10% con respecto al mismo periodo en 2020.
¿Cómo puede México sacar ventaja de una situación tan compleja a nivel nacional y global? Por supuesto, no hay una respuesta definitiva, pero es posible que a través de la ciencia aplicada al campo se favorezca una transición hacia un tipo de agricultura que reduzca la incertidumbre y los riesgos para los agricultores. Los beneficios económicos, sociales y ambientales de una transición hacia una agricultura más sostenible están ampliamente probados.
En colaboración con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), Kellogg fomenta una iniciativa de abastecimiento responsable basada en la compra local de maíz amarillo producido en Guanajuato y Sinaloa con prácticas agrícolas que ayudan a la conservación y regeneración de los recursos naturales. Con la sustentabilidad como eje de los agronegocios, se busca que esta producción cumpla también con las necesidades de calidad de Kellogg.
Producir sustentablemente beneficia también a toda la cadena de valor. A través de este proyecto se promueven relaciones comerciales más sólidas y directas con los agricultores. Desde la siembra, los productores vinculados a esta iniciativa reciben acompañamiento agronómico y comercial que les permite tener mayor certidumbre en la proyección de sus ingresos al cierre de las cosechas. Tener estrategias que permitan a los productores enfrentar las volatilidades del mercado y la producción es fundamental para lograr sistemas agroalimentarios más resilientes.
Para que las expectativas sobre la producción de maíz sean buenas, el clima —invariablemente— debe ser favorable, pero la realidad es que en medio de un panorama de cambio climático no hay garantía sobre eso. Por esta razón proyectos como este son relevantes, pues las prácticas a través de las que se promueve una mejor (y mayor) producción, también promueven un uso más eficiente de los recursos naturales.
En recientes ciclos agrícolas, los productores que participan en el proyecto con Kellogg lograron reducir el consumo de agua requerido para producir una tonelada de maíz hasta 50% en comparación con prácticas convencionales. También han usado 54% menos combustible en comparación con prácticas no sustentables. La implementación de sistemas como la Agricultura de Conservación les ha permitido a estos productores tener ahorros significativos, pero también han favorecido la estructura y calidad de sus suelos, así como la calidad del aire, pues evitan liberar considerables cantidades de CO2 a la atmósfera.
Actualmente un grano de maíz producido sustentablemente vale lo mismo que un grano producido de forma convencional, pero esto está cambiando gracias a proyectos como este que apuestan a la producción local y sustentable. Esta apuesta involucra además a los consumidores, quienes cada día están más interesados en saber cómo se cultivaron y de dónde proceden los alimentos que consumen.
En el ámbito de las políticas públicas, la iniciativa de abastecimiento responsable impulsada por Kellogg y CIMMYT es referencia para el desarrollo de esquemas de colaboración que generan ganancias justas para todas las partes, incluyendo, por supuesto, a los productores agrícolas y el medioambiente donde operan. Por ejemplo, la iniciativa gubernamental Maíz para México busca incrementar la seguridad alimentaria en el país a partir de la integración de la demanda y oferta de maíz en puntos estratégicos para las cadenas de valor de maíz blanco y amarillo. En ese contexto, la adopción de prácticas agrícolas sustentables es uno de los pilares fundamentales de esta iniciativa, que también se acompaña del fomento de acuerdos comerciales más sólidos entre productores y compradores para responder a las necesidades de la agroindustria.
Con colaboraciones como estas, queda de manifiesto el valor del maíz producido en México de forma sustentable, la integración de los pequeños y medianos productores al mercado; el aumento de la productividad con el uso de tecnología; las prácticas agrícolas sustentables que contribuyen a reducir costos y la identificación de zonas focales donde todos los eslabones de la cadena ganan.