La milpa —con toda la riqueza que le otorgan los climas, las altitudes y las prácticas culturales locales— se caracteriza por su diversidad y asociación de cultivos. Existe desde hace por lo menos 4,500 años y, debido a las nuevas dinámicas socioeconómicas y la paulatina pérdida de su productividad (por diversos factores, entre ellos la persistencia de prácticas inadecuadas), hoy está siendo abandonada, hecho que fomenta fenómenos migratorios y pérdida de diversidad biológica.
Además, es el sistema de producción que ha dado origen a la gran diversidad de maíces nativos (se han identificado 64 grandes grupos o razas de maíces originarios de México, pero solo se han aprovechado menos de 10 para el mejoramiento de maíz). A pesar de su amplia variedad, en el país el maíz nativo representa apenas 0.8% de las hectáreas sembradas de maíz y su consumo solo alcanza 0.3% del total, destinándose primordialmente al autoconsumo de las comunidades campesinas e indígenas, las cuales son 80% de los productores de este cereal (según el IICA en 2019).
Ante este panorama, han surgido diversas iniciativas para proteger los maíces nativos y rescatar la milpa (algunas desde la normatividad y otras desde la investigación). Aunque estos esfuerzos son fundamentales en el camino para mantener la diversidad genética de las semillas y las plantas cultivadas, es necesario que los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos sean distribuidos justa y equitativamente, como señalan las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
MasAgro es un programa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) que busca revitalizar la milpa y ampliar la investigación y el consumo de maíces nativos, pues —en conjunto— la milpa y los maíces nativos tienen el potencial de contribuir significativamente a que toda la población mexicana tenga acceso a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año.
Así, recientemente se desarrollaron 158 ensayos y viveros de maíz nativo y de cultivos de la milpa en Oaxaca, Michoacán y Estado de México. La intención es consolidar un esquema que eleve la productividad sustentable y el bienestar de las comunidades milperas, tal como ocurre en la Península de Yucatán, donde el CIMMYT y su red de colaboradores —mediante el mismo enfoque de intensificación sustentable de MasAgro— han afianzado acciones que han sido reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas como una de las soluciones más innovadoras para fomentar el desarrollo de las comunidades rurales y los grupos indígenas.
Debido a que se adaptaron a las más diversas condiciones geográficas y a distintos usos, en los maíces nativos podría haber importantes pistas para desarrollar variedades resistentes a las enfermedades, la sequía y otras condiciones extremas derivadas del cambio climático. El potencial de estos maíces, sin embargo, no se limita a su valor biológico, sino que se extiende al terreno de la economía, pues aunque actualmente 99.7% del consumo total de maíz en México corresponde a maíz blanco y amarillo, los maíces de colores han despertado recientemente el interés en varios nichos del mercado que demandan productos nutritivos de alta calidad (y diferentes) producidos artesanalmente y con inocuidad y bajo impacto.
Con la experiencia de MasAgro —que también ha aportado opciones de mecanización adecuadas y tecnologías poscosecha para incrementar la productividad y lograr la seguridad alimentaria de los productores que trabajan la milpa—, se ha logrado desarrollar Maíz para México, el plan estratégico más completo generado por especialistas y actores clave de los ámbitos científico, gubernamental, empresarial y social para transformar el escenario del maíz en México. En este plan, la milpa ocupa un papel preponderante como patrimonio cultural intangible y como clave para erradicar el hambre.
Entre las acciones que propone, destacan la creación de bancos de semillas comunitarios a nivel nacional, el acompañamiento técnico a productores milperos para mejoramiento participativo, el desarrollo de un observatorio de maíz con las propiedades de los maíces nativos (así como su disponibilidad comercial y distribución geográfica a nivel nacional), las acciones para fomentar una economía justa y equitativa en torno a los maíces nativos y las acciones para reivindicar el papel histórico del sistema milpa y preservar su legado biocultural.