Al temer que sus rendimientos sean menores y sus utilidades también si no aplican suficiente fertilizante, muchos agricultores realizan aplicaciones excesivas, pero estas tienen un impacto que va más allá de lo económico, pues su potencial de afectar el medioambiente es alto. De hecho, se estima que, si se reduce el uso efectivo de fertilizantes, la producción total de maíz en México podría lograr una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 33 %.
La pregunta entonces es cómo optimizar el uso de los fertilizantes, particularmente el fertilizante nitrogenado cuyo costo actualmente es muy elevado. Iván Ortiz Monasterio, científico principal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), menciona que además de la fuente adecuada, el lugar correcto es importante. En el caso de la urea (una de las fuentes más habituales de nitrógeno en agricultura) es importante incorporarla al suelo porque “Si la urea se deja sobre la superficie del suelo y no se incorpora, ya sea mecánicamente o con el agua de riego, se va a volatilizar una cantidad importante de nitrógeno”.
Sobre el lugar de aplicación, el investigador señala que “en algunos lugares les gusta mezclar un poco de fertilizante con la semilla, y la cantidad de nitrógeno que se puede aplicar con la semilla va a depender de algo que se llama índice de salinidad de los fertilizantes; mientras mayor es el índice de salinidad, menos podemos ponerle fertilizante, y mientras menor es el índice de salinidad más podemos ponerle fertilizantes”.
“En los sistemas con agricultura de conservación ahí es muy importante tener la maquinaria adecuada, tener discos cortadores para que corten los residuos y atrás se pueda colocar el fertilizante debajo del suelo. Si por alguna situación esto no es posible, es muy importante que en lugar de tirarlo al voleo se aplique en una banda concentrada aunque sea sobre la superficie del suelo, pero la primera opción debe ser incorporar al suelo para evitar la volatilización”.
Ortiz Monasterio señala además que, de acuerdo con investigaciones recientes, hacer una aplicación en banda (tanto para nitrógeno, fosforo y potasio) 15 cm abajo de la superficie del suelo es lo que está resultando como la mejor práctica: “lo que están haciendo es que ponen la semilla a 5 cm de profundidad con respecto a la superficie del suelo y luego 10 cm debajo de la semilla, que serían 15 cm con respecto a la superficie del suelo, es donde están obteniendo los rendimientos más altos”.
Con respecto al amoníaco, que es la fuente de nitrógeno más barata, “la manguera en el canal de riego es el método de aplicación más barato porque no hay que gastar diésel, pero desgraciadamente es un método muy ineficiente y hay muchas pérdidas de nitrógeno al utilizar esta forma de aplicación, por lo que se recomienda evitarlo si es posible. Y en lugar de hacer esto utilizar fuentes sólidas, como la urea o el sulfato de amonio que se pueden aplicar con una voleadora e incorporar con el agua de riego”, menciona.
“Es muy importante que el agua de riego entre de preferencia el mismo día o a más tardar al día siguiente de que se hizo la aplicación, el agua de riego va a incorporar estas fuentes sólidas y reducir las pérdidas por volatilización. En los casos que definitivamente no deben utilizar el amoniaco en el agua de riego es cuando el agua se empieza a poner de color blanco lechoso porque esto indica que hay una reacción donde todo el nitrógeno se está volatilizando hacia la atmósfera. Así que si ven que el canal quedo pintado de blanco ahí son los lugares donde definitivamente deben evitar utilizar el amoniaco porque están teniendo cantidades enormes de pérdida de nitrógeno”, enfatiza el Iván Ortiz Monasterio.