Omar Garcilazo Rahme ayuda a los pequeños productores en México a mejorar su nutrición y condiciones de vida cultivando huitlacoche, un hongo comestible que se desarrolla en el maíz y es apreciado en el mercado por los consumidores y chefs. Omar desarrolló una técnica sencilla que permite a los productores cultivar el hongo Ustilago maydis o huitlacoche sin tener que recurrir a inversiones en infraestructura como invernaderos o la modificación de un sistema tradicional de producción de maíz logrando excelentes resultados. Omar recibió el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la categoría de Investigador por su contribución en este trabajo.
Los premios, una iniciativa del Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), buscan reconocer las contribuciones de mujeres y hombres jóvenes que están implementando innovaciones en los sistemas agroalimentarios basados en maíz de América Latina. Ésta es la tercera entrega de los premios, después de la entrega en Asia en octubre de 2018 y la entrega en África en mayo de 2019. La ceremonia de entrega de los premios tuvo lugar en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia, el 9 de octubre de 2019.
P: ¿Cuál fue tu inspiración para dedicarte a la agricultura?
R: Desde pequeño siempre he tenido un particular interés en la calidad de los alimentos, vengo de una familia de químicos, así que siempre estuve sumergido en la ciencia y sus procesos, por eso decidí estudiar la ingeniería en alimentos y posteriormente un posgrado en agroecología.
He trabajado en la industria alimentaria durante mucho tiempo y lo que me llevo a enfocarme en la agricultura fue la problemática que estamos enfrentando de manera global en materia de salud debido al consumo desmedido de alimentos industrializados, el escaso desarrollo para incluir opciones naturales que le permitan a la gente tener una buena nutrición y el potencial de México para desarrollar productos de calidad.
Estoy interesado en ayudar a que la gente tenga una mejor alimentación y quiero ser parte de un sistema que convierte los esfuerzos en una realidad. Afortunadamente, creo que eso se podría lograr con mi innovación, la cual es solo un esfuerzo de muchos que podemos alcanzar en este país.
P: Háblanos sobre tu innovación.
R: La innovación que presenté fue parte de mi investigación de posgrado y desde su inicio, el principal objetivo ha sido ayudar a la gente a consumir alimentos más nutritivos, y que, al adoptar la innovación, mejoren sus condiciones de vida. Esta innovación consiste en incorporar el hongo comestible de Ustilago maydis o huitlacoche —como lo conocemos en México— al sistema de producción de maíz en cultivos a cielo abierto. El huitlacoche es generalmente producido en condiciones controladas en invernadero. La innovación dependía de encontrar una técnica sencilla que permita a los pequeños productores cultivar este hongo sin hacer modificaciones en su sistema de producción de maíz.
En el proceso se evalúa la susceptibilidad del inoculo del Ustilago maydis en sembradíos de maíz a cielo abierto a través de una técnica accesible y de bajo costo para los pequeños y medianos productores, que son quienes enfrentan las condiciones más complejas para incorporarse al mercado.
La técnica de producción del hongo comestible consiste en inocular la planta de maíz al inicio de la etapa fenológica R1 (inicios de jilote) y para lograr el resultado deseado es importante considerar tres factores principales: la calidad del inóculo adecuada, la variedad hospedera del maíz y las condiciones climatológicas adecuadas para la incubación.
El huitlacoche es un hongo comestible alto en proteína y contiene casi dos veces más proteína que el maíz. Por otro lado, en términos económicos, mientras que un kilo maíz se vende por menos que un dólar, un kilo de huitlacoche se vende entre uno y cuatro dólares, lo que es un incremento sustancial. Este hongo es una fuente de proteína que podemos obtener después de 20 o 30 días de incubación.
P: ¿Cómo te sientes al haber sido nombrado uno de los ganadores de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina?
R: Siento mucha emoción y alegría. El día que recibí el correo en el que me anunciaban que había sido ganador fue impactante y estoy muy agradecido de que mi trabajo se valore de esta manera.
Espero que esto nos sirva a los ganadores en las diferentes categorías y a mí para difundir y ayudar a muchas más personas dedicadas al maíz, y mejorar los sistemas que actualmente tenemos.
P: ¿Cuáles son tus esperanzas y expectativas a futuro?
R: Espero seguir colaborando en el desarrollo de alimentos que nos ayuden a todos, que tengamos mejores herramientas y productos de calidad para tener una alimentación mejor. Los jóvenes estamos dispuestos a proponer y ahora, nos sentimos responsables de aportar más en términos de innovación y tecnología.
México es un país que alberga una gran diversidad de maíz, que no es solamente un cultivo más para nosotros, es la base de nuestra alimentación, es incluso una referencia cultural y ancestral. Prácticamente estamos hechos de maíz, comemos maíz todo el día a todas horas.
No obstante, creo que faltan muchas cosas por hacer, me da gusto que haya organismos como el CIMMYT para seguir desarrollando este tipo de propuestas para el maíz, un cultivo de suma importancia a nivel mundial. Los usos y aplicaciones del maíz son muy variados y creo que podemos encontrar aún muchos más, ya que es una planta que ha convivido con la humanidad desde hace bastante tiempo y todavía hay mucho que aprender de ella.
P: ¿Qué consejo le darías a otros jóvenes interesados en la agricultura?
R: Si la agricultura o la alimentación están dentro de sus intereses o tienen curiosidad por entenderlas —porque al final se terminan entrelazando— yo les diría a los jóvenes que se necesita mucha paciencia y ganas de explorar. La agronomía hoy en día, al igual que todas las ciencias, se interrelaciona con las herramientas tecnológicas ya que no solo se trata de las semillas, la tierra y el hombre, ahora se trata de las semillas, la tierra, la tecnología y el hombre, y aún falta mucho por desarrollar y entender.
La ciencia ha resuelto problemas relacionados con el hambre y otras complejidades en el mundo a lo largo de la historia y lo seguirá haciendo, pero hace falta darle un giro a la agricultura, la agronomía y la alimentación de una manera más sostenible.