El año 2023 es decisivo para la humanidad. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el final de 2022 reportó casi un millón de personas en riesgo de inanición —casi el doble que en 2021— y 222 millones de personas que están experimentando niveles elevados de inseguridad alimentaria aguda.
Los efectos de la pandemia, los conflictos, el cambio climático y la recesión económica mundial han abonado a este grave retroceso en materia de seguridad alimentaria. Por supuesto, México no está exento de los efectos de esta situación mundial y, de hecho, en el país es posible observar cómo estos factores han interactuado para generar un panorama complejo donde la migración, la pobreza, y la falta de autosuficiencia alimentaria en cultivos clave señalan amplias oportunidades para el sector agrícola nacional.
En México, debido a la pandemia la inseguridad alimentaria afectó a cerca del 60% de los hogares. Adicionalmente, con años cada vez más cálidos y con menos lluvias —la década de 2011-2020 registró 4,1 % menos lluvias y 0,9° C más que la década anterior— los impactos del cambio climático se manifiestan con sequías más prolongadas, pérdida de cultivos, más incendios forestales, más eventos meteorológicos extremos y más migración.
Además, el costo de los fertilizantes sigue siendo elevado, complicando el camino hacia la autosuficiencia alimentaria. Ante este contexto se vuelve prioritario promover prácticas simples, pero significativas y eficaces, para mitigar los efectos del cambio climático y avanzar en materia de seguridad alimentaria. En este sentido, es fundamental articular esfuerzos entre sectores —público, privado, social y académico—, desarrollar capacidades en los agricultores y consolidar redes de innovación para construir sistemas agroalimentarios estables, resilientes y sustentables.
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve junto con sus colaboradores diversos proyectos que están orientados a incrementar la productividad en las parcelas de los pequeños productores, a la vez que abordan el tema de los recursos naturales para incrementar la productividad sin incrementar la superficie agrícola.
Con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, por ejemplo, se ha impulsado Cultivos para México, iniciativa que ha impactado positivamente en más de 500 mil productores y más de un millón de hectáreas; también ha desarrollado el Atlas Molecular del Maíz y ha contribuido a la preservación de las variedades nativas y el desarrollo de variedades mejoradas. De hecho, la iniciativa fue reconocida por impulsar la industria semillera nacional mediante sitios de evaluación que han permitido identificar variedades que duplican los promedios actuales de rendimiento de maíz, lo cual contribuye a su vez a una menor dependencia de las importaciones.
Las semillas adecuadas son, sin embargo, solo la mitad del trabajo, “la otra mitad la hacen los agricultores que resguardan el conocimiento tradicional y, al mismo tiempo, asumen el reto de innovar para mejorar sus sistemas productivos y sus condiciones de vida en forma sostenible”, comenta el doctor Bram Govaerts, director general del CIMMYT con relación al conjunto de prácticas y tecnologías agrícolas sustentables que se promueven desde el CIMMYT para facilitar además la transición agroecológica para la producción de alimentos de calidad e inocuos que sirvan como base para la salud pública.
El enfoque de la iniciativa ha permitido obtener mayores rendimientos en comparación con prácticas convencionales, reducir la cantidad de aplicación de fertilizantes por tonelada producida, y hacer en general un mejor aprovechamiento de los recursos. Por sus resultados, la metodología de Cultivos para México ha sido replicada en otros países de América Latina y Asia y, recientemente, está siendo llevada a África, contribuyendo a posicionar a México como líder en innovación agrícola que hace de la agricultura sustentable y generadora de paz una embajadora de los mexicanos ante los pueblos del mundo.
Como señala el director general del CIMMYT sobre las innovaciones generadas en el país, “este es un proyecto de los productores de grano y de semilla, de la sociedad civil organizada, de las instituciones públicas de investigación y educación superior, de la industria, del Gobierno mexicano, pero, sobre todo, del pueblo de México”.