Aunque actualmente hay más información disponible sobre la agricultura de conservación, siguen existiendo muchas dudas por parte de los agricultores quienes, al desconocer información específica sobre cómo implementar este sistema, muchas veces optan por no hacerlo ante el temor de perder su inversión.
La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo.
Este sistema de producción tiene tres componentes básicos: 1) la cobertura del suelo con rastrojo, 2) la mínima labranza, y la diversificación de cultivos. Estos componentes aportan sus mejores beneficios cuando se implementan en conjunto.
“Un beneficio de tener la cobertura del suelo y la rotación de cultivos, por ejemplo, es que estos dos componentes de la agricultura de conservación hacen que no tengamos malezas. Como pueden ver aquí básicamente no hay ninguna mientras que donde tenemos agricultura convencional está lleno de malezas”, menciona el investigador Simon Fonteyne mientras señala dos parcelas experimentales del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Texcoco, Estado de México, que contrastan notablemente.
“Aquí tenemos labranza convencional sin residuos; como no tenemos cobertura, el suelo está cubierto con oxalis (Oxalis corniculata) o acederilla, uno de sus nombres comunes; algunos pastos, coquillo (Cyperus esculentus). Lo que ocurre es que la labranza controla las malezas al momento de las siembras, pero después también genera condiciones para que las malezas prosperen. En cambio, donde tenemos la agricultura de conservación vemos que no tenemos casi nada de malezas”, continúa Fonteyne, quien es el coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.
Además de ayudar a controlar malezas, la diversificación de cultivos permite que los suelos estén en un mejor estado general porque ayuda a reponer las capacidades del suelo en medida que cada cultivo tiene necesidades y aportaciones de nutrientes diferentes (por ejemplo, las leguminosas ayudan a reponer los niveles de nitrógeno del suelo); o bien, algunos cultivos tienen propiedades agronómicas particulares que resultan útiles en ciertos contextos (el girasol, por ejemplo, ayuda a descompactar el suelo gracias a sus raíces pivotantes).
Diversificar cultivos (a través de rotaciones, asociaciones o relevos) permite también romper con los ciclos de diversas plagas y enfermedades. Ya que cada plaga tiene hábitos o un comportamiento específico asociado a un cultivo particular, al variar los cultivos estos ciclos pueden romperse.
En el plano de la comercialización y la seguridad alimentaria la diversificación de cultivos también tiene beneficios, ya que incrementa la variedad de las dietas de las familias productoras, o bien, contribuye a tener una producción adicional en distintos momentos.