Con estas palabras, José Luis Muro Rodarte, productor agrícola de Calera, Zacatecas, expresa cómo viven muchos productores mexicanos el cambio climático. Sus palabras también ilustran la importancia que tienen los acuíferos pues, ante la sequía y los temporales erráticos, el agua subterránea se vuelve indispensable para muchas zonas agrícolas y, de hecho, se estima que alrededor del 70% del agua que se utiliza en las ciudades y el agua de riego que se usa en un poco más de la tercera parte de la superficie agrícola del país proviene de los acuíferos.
Después de los mantos de hielo en los polos, los acuíferos subterráneos albergan la mayor cantidad de agua dulce del planeta, manteniendo el flujo de muchos ríos incluso cuando la sequía disminuye sus caudales. Lamentablemente, la extracción de esos embalses subterráneos está conduciendo a una desecación lenta de muchos ecosistemas. Tan solo en México, 105 de los 653 acuíferos existentes se encuentran sobreexplotados, siendo el de Calera, Zacatecas, uno de los más afectados.
Los suelos y la cobertura vegetal influyen en la captación de agua y son determinantes para la recarga de los acuíferos, por eso es fundamental contar con suelos sanos. “Los mantos freáticos no están recargados. Se supone que este año se debieron haber recargado, pero en la práctica no es así porque las tierras están duras, están muy compactadas y eso no permite la filtración del agua. El hecho de que llueva no garantiza que los mantos freáticos se recarguen o que ya vaya a haber más agua en los pozos, (si no hay buenos suelos) el agua solo se va por los arroyos”, comenta José Luis.
Ante este panorama, Grupo Modelo, la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversas organizaciones públicas y privadas están uniendo esfuerzos a través del proyecto Aguas Firmes para mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo.
“La primera propuesta que me hicieron por parte del proyecto fue comenzar con los análisis de suelo. Ese fue el primer paso. Y para mí fue el primer choque porque dije «pues para qué hacer eso si yo ya sé lo que tengo que poner». Pero accedí y me ayudó porque esos análisis de suelo me guiaron a lo que la tierra realmente necesitaba. El segundo paso fue la propuesta de poner una parcela de un cultivo alternativo que era el girasol. Y yo el girasol en algún momento lo había visto sobre la carretera, pero como algo panorámico, que se veía bonito, pero no me imaginaba el beneficio que podía tener tanto económico como agronómico”, comenta el productor.
José Luis es un productor que también cultiva chile, ajo, maíz, frijol, avena y, desde hace seis años, cebada maltera para el Grupo Modelo. “Desde que comencé con el cultivo de la cebada, al momento de cosecharla yo veía que daba mucha materia orgánica y al voltear la tierra veía que quedaba muy “esponjosa”. Y el siguiente cultivo yo veía que la filtración de agua era mejor que en donde no había esos residuos de rastrojo. Y así me fui fijando que eso era muy benéfico para la tierra y para las plantas”.
“Ahora que he recibido capacitación por parte del proyecto me he dado cuenta de que hay más cultivos que ayudan a que la tierra no se compacte (como el girasol, que además requiere menos agua), a que haya mejor fijación de nitrógeno y otros beneficios. Aquí se cultiva sobre todo el ajo, el chile y el frijol también, pero el precio ha decaído mucho y por eso necesitamos romper un poco eso de seguir con un solo cultivo; falta esa concientización de que se necesita un cambio porque las tierras también están muy agotadas, muy explotadas por estos cultivos. Necesitamos regenerarlas”.
“Esto de la Agricultura de Conservación que promueve Aguas Firmes nos viene muy bien para regenerar las tierras. Sobre todo ahora que como agricultores estamos entrando en una etapa económicamente difícil por el aumento bastante considerable de los insumos, fertilizantes, agroquímicos y también de materiales como la cintilla para riego, el acolchado, las tuberías que conducen el agua al campo”, enfatiza José Luis.
Para José Luis el cambio de prácticas convencionales a innovaciones sustentables se vuelve más urgente cada vez: “Aquí todavía la práctica cotidiana es voltear la tierra con un arado, arrastrarla varias veces hasta que queda hecha polvo. Aquí en el mes de febrero, marzo, hace mucho aire y es cuando se preparan las parcelas y es cuando el aire se lleva toda la tierra. No nos hemos puesto a pensar si habrá alguna otra opción, o por qué nuestros suelos están ya más delgados. No hemos tenido esa cultura de dejar materia orgánica, pero en los talleres nos llevan a parcelas donde ya se está haciendo Agricultura de Conservación y vemos la diferencia y que realmente es cierto”.
“Todo esto que he aprendido me ha llevado a reducir costos. Ahora ya no volteo la tierra, es una mínima labranza la que se da y así ya no hay que hacer todo ese gasto de diésel. Otro son los insumos. Con el análisis de suelo ya no pongo la cantidad de fertilizante que ponía, ahora compro solo lo que realmente se requiere, reduzco costos y mucha mano de obra también”.
“En cuanto a la conservación del agua y suelo, yo con estas prácticas utilizo menos agua y puedo regar más. Además, estoy asegurando más años de seguir trabajando, de que la tierra siga siendo productiva porque a como veo las cosas en cinco o 10 años las tierras posiblemente lleguen a ser inservibles porque de seguir con la labranza convencional la capa arable va a disminuir y disminuir hasta que lleguemos a un momento que sea, como decimos en Zacatecas, que sea puro caliche, que lleguemos a una parte que ya no sea fértil”, concluye el productor.