En Colombia, el maíz es el cereal más importante y un símbolo de cultura, tradición y sustento. En 2019, Colombia consumió 7.2 millones de toneladas de maíz, de las cuales el 72% fue destinado a la alimentación animal —variedades amarillas—, el 25% al consumo humano —variedades blancas— y 2% para derivados industriales. La producción nacional ocupa el puesto 50 a nivel mundial y, en 2022, los departamentos de Meta, Tolima, Córdoba, Huila y Valle del Cauca concentraron la mayor producción.
Las variedades nativas y criollas, adaptadas a diversas condiciones climáticas y preferencias del mercado y consumo tradicional, son cultivadas tanto para el autoconsumo como para la venta en mercados locales. No obstante, aún se requiere mayor información para comprender su dinámica y conocer con más detalle la cadena de valor del maíz colombiano a fin de diseñar estrategias efectivas para la conservación y producción de maíces nativos.
En este contexto, CIMMYT y sus colaboradores locales han desarrollado un estudio en los departamentos de Nariño, Cundinamarca, Boyacá, Valle del Cauca y Putumayo para mapear y fortalecer la cadena de valor de los maíces nativos. Este proyecto que se inicio en el marco de la iniciativa Naturaleza Positiva de OneCGIAR busca documentar aspectos relevantes como la distribución, comercialización y consumo, y diseñar una ruta crítica que fortalezca los pequeños productores de maíces nativos.
La mayoría de los maíces nativos corresponden a variedades cultivadas en pequeñas superficies por muchas familias para el autoconsumo, el intercambio y la venta de excedentes. Al respecto, un agricultor de Nariño explica: “La producción está planificada para que el porcentaje de venta sea menor que la del consumo. La venta se realiza en los mercados tradicionales, típicamente los sábados o domingos. La venta más común de maíz se realiza en forma de choclo, tanto de maíz blanco como amarillo”.
Además, en estos lugares también se comercializa maíz en grano a través de intermediarios. Únicamente en las plazas de mercado de Nariño se reconoce la venta de maíces criollos y nativos, como Capia amarillo, Capia blanco, Morocho amarillo y Granizo, siendo el Chulpe menos común. Estas variedades de maíz son adquiridas localmente para la elaboración de diversos platos tradicionales, como Tostado, Arniada, Mote, Mazamorra, Champús, Chicha, Envueltos y Colada.
Las variedades más cultivadas están destinadas al mercado y probablemente dependientes de grupos culturales regionales y urbanos que los consumen, como en Guaitarilla, en Nariño, donde se presenta la siembra de grandes extensiones de tierra de maíces blancos destinados en su mayoría para el mercado mediante intermediarios y comerciantes, por lo que su cultivo está dirigido a las demandas del mercado nacional.
“Es oportuno advertir que una variedad que no es tan cultivada puede pasar a ser mayor por cambios en el mercado —como los mercados nicho— y para muestra basta con prestar atención a los maíces de colores en el departamento de Pasto Nariño y otro en Cundinamarca, donde siembran maíces a partir de solicitudes particulares de los compradores de maíz morado y maíces de colores, respectivamente”, señala el equipo de investigadores.
También, se identificó tres categorías de mercados nicho:
- Emprendimientos de comercio justo: Promueven la comercialización de productos nacionales a precios justos para los agricultores, ofreciendo maíz en diversas formas y provenientes de regiones como Boyacá y Cundinamarca.
- Restaurantes: Utilizan el maíz en platos tradicionales, reinterpretaciones de la cocina colombiana y experimentaciones culinarias.
- Pequeños emprendimientos: Sin espacio físico fijo, distribuyen productos a consumidores finales y otros negocios.
A pesar del potencial, la cadena de valor del maíz enfrenta desafíos significativos. Los productores lidian con altos costos de producción, pérdidas por los efectos del cambio climático, competencia con productos importados de países vecinos, dependencia de intermediarios para la venta y la falta de tierras. Los compradores, por su parte, enfrentan dificultades para obtener volúmenes de producción constantes y la falta de infraestructura de almacenamiento y otros problemas poscosecha.
En este contexto, los agricultores destacan la importancia de preservar la diversidad y las prácticas culturales. “No nos interesa sembrar monocultivos para comercializar, sembramos los maíces por amor para seguirlos conservando”, comenta una agricultora de Nariño. Otro agricultor añade: “Produciría o vendería más si la producción estuviera dirigida a la protección de la agrobiodiversidad, seguridad y soberanía alimentaria y la preservación de prácticas bioculturales”.
Para comprender cómo los mercados nicho podrían influir en la conservación y rescate de los maíces nativos y criollos en Colombia, y al mismo tiempo diseñar una ruta crítica que fortalezca la cadena de valor y promueva mercados nicho justos y eficientes, el CIMMYT y sus colaboradores están realizando grupos focales encuentros entre compradores y vendedores que analizarán el impacto de estas iniciativas en la conservación de la diversidad del maíz. Este esfuerzo busca no solo mitigar los desafíos resaltados por los actores involucrados, sino también crear condiciones beneficiosas para agricultores y consumidores, asegurando un futuro más sustentable para los pequeños productores de Colombia.
Este trabajo tuvo la contribución de colaboradores locales de CIMMYT: Andrea Gómez, Andrea Pinzón y Jeisson Rodríguez, a quienes los autores agradecen su valiosa colaboración.