Por años en Santa María Teopoxco, un municipio de la Sierra Mazateca donde la población habla náhuatl, se han sembrado maíces nativos de diversos colores: blanco, rosa, rojo y amarillo, aunque más para el auto consumo y de la manera tradicional, sin incluir un manejo poscosecha que evite pérdidas.
“Si vemos que nos sobra algo lo vende uno, aunque no da resultado el precio en comparación con lo que se gasta en el campo”, comentan los productores quienes, por kilo de maíz, reciben ocho pesos.
Para Alejandrina García Dávila, quien a través proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche —de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) —asesora a productores en esta zona, Esteban y Lidia han sido los más receptivos a aplicar las innovaciones tecnológicas en el campo.
A través del diálogo, Alejandrina les ha compartido muchos conocimientos, entre ellos cortar la mazorca cuando el maíz alcanzó su madurez fisiológica, para después cuidar un proceso de secado que, por las condiciones de humedad en la zona, puede durar hasta dos meses.
Convencionalmente el almacenaje implica guardar el grano en un coscomate, un granero pequeño que se construye con una estructura de tiras de madera y techo de palma o láminas, conocida también como troje.
El problema recurrente con esta forma de almacenar el grano, comentan los productores, es que los excedentes “se picaban” o se llenaban de gorgojos, lo que los llevó a buscar una forma que evitará las pérdidas.
Así, un primer cambio que Esteban y Lidia debieron hacer es guardar el grano seco y limpio en bolsas herméticas que evitan que requieran utilizar productos químicos “que pueden afectar después la calidad del grano”. Al comprobar la efectividad de las tecnologías herméticas decidieron guardar su maíz en un silo metálico hermético.
Para Lidia y Esteban la implementación de estas innovaciones ha representado además una forma de conservar su identidad cultural basada en las distintas variedades de los maíces nativos que cultivan. Además, la implementación de un mejor manejo de su cosecha reduce las dificultades que en sí representan para Lidia trabajar en el campo, de donde muchas veces no veía retribuido su esfuerzo.
“Es difícil trabajar en el campo y a veces no sale”, pero ahora que cuentan con asesoría ese panorama va cambiando: “Ahorita más o menos, pues, guardamos el maíz, ya no se pudre” y tienen más tiempo para poder consumirlo.