La principal función de las abejas en los ecosistemas es la polinización, por lo que se considera que la reducción de las colonias de abejas es un problema de particular importancia para la agricultura porque se afecta la polinización de plantas cultivadas y la producción de miel, lo que no representa necesariamente un problema de conservación, ya que las principales especies productoras de miel no están en riesgo de extinción, e incluso su presencia en altas densidades puede tener efectos negativos en las abejas nativas.
Las abejas adultas se alimentan principalmente de néctar y algo de polen. En este proceso, las flores de ciertas especies de plantas ofrecen como recompensas aceites o fragancias que recolectan algunos grupos de abejas. La diversidad de flores y fragancias se refleja también en la diversidad de aromas y sabores de la miel.
Por lo anterior, son dos las principales acciones que los agricultores pueden realizar para no afectar a este insecto benéfico y, por el contrario, aumentar su población y beneficiarse de su presencia y su acción polinizadora: la primera está referida a un manejo de plagas con enfoque agroecológico; y la segunda a la diversificación de cultivos, particularmente con especies atrayentes de las abejas.
Una de las alternativas al control convencional de plagas que tienen alto efecto tóxico en humanos, animales e insectos benéficos, como las abejas, es el manejo agroecológico de plagas, una alternativa sustentable que permite regular la población de insectos plaga sin necesidad de exterminarla.
La diversificación de cultivos, por su parte, representa una gran oportunidad para que los agricultores mejoren su producción; disminuyan el uso de plaguicidas; reduzcan la degradación de sus suelos; obtengan alimentos más variados; y —adicionalmente— comercialicen los excedentes, apoyando así a la economía de sus familias.
La rotación de cultivos, una de las formas de diversificación de cultivos que existen, mejora el balance de nutrientes y permite aumentar la materia orgánica en los suelos; ayuda a aprovechar mejor el agua; y tiene un efecto regulatorio sobre las poblaciones de plagas, malezas y enfermedades.
Hay especies, como el girasol (Helianthus annuus), que representan una buena opción para diversificar cultivos. Además de ser un cultivo con beneficios agronómicos —sobre todo por su buena respuesta a condiciones de lluvia limitada—, las flores del girasol proveen de néctar a cientos de insectos. Esto es particularmente útil en un contexto de cambio climático porque, en tiempos de sequía —cuando no hay flores disponibles en el entorno natural—, los girasoles cultivados se convierten en auténticos oasis para las abejas.
Por supuesto, existen otras alternativas: muchas especies de leguminosas también presentan floración atrayente para las abejas y, con su diversidad de flores y fragancias, aportan diversidad de olores, sabores y colores en la miel.