La mayoría del grano de maíz que se produce en México es para consumo humano y animal y, en menor proporción, para otras industrias, incluyendo la producción de almidones, azúcares, etc. Ya que son parte de nuestra alimentación, es muy importante cuidar la sanidad o inocuidad de los granos, es decir, que estén libres de cualquier condición que pueda afectar la salud.
Durante su cultivo en el campo, el maíz está expuesto a diferentes condiciones ambientales y a la presencia de hongos que se encuentran en los suelos. Uno de estos hongos se conoce como Aspergillus flavus, del que hay poblaciones con la capacidad de producir unas sustancias tóxicas naturales, o toxinas, llamadas aflatoxinas, las cuales representan una amenaza para la salud y la vida de quien las ingiera, sean humanos o animales.
Las aflatoxinas, que desafortunadamente no son perceptibles por los sentidos de humanos o animales, pueden inducir algunos tipos de cáncer (de hígado, de páncreas y cervical), afectar nuestro sistema inmunitario y hacernos mas débiles ante enfermedades, impedir la absorción de nutrientes e incluso pueden causar la muerte. Por esto, las aflatoxinas son una amenaza a la salud pública.
Para que el hongo Aspergillus flavus produzca las aflatoxinas se deben dar las condiciones apropiadas en el campo o durante el almacenamiento del grano. Las temperaturas, el comportamiento de la lluvia y humedad o la presencia de insectos facilita que el hongo crezca sobre los granos del maíz y produzca dichas toxinas. No existe una solución única para desaparecer las aflatoxinas; sin embargo, la suma de diferentes tecnologías contribuye a la mitigación o reducción de la presencia de estas peligrosas sustancias.
En el estado de Tamaulipas se ha detectado la presencia de aflatoxinas con una frecuencia cada vez mayor y en mayores proporciones. Por esto, desde hace cuatro años diferentes organizaciones públicas y privadas, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), han unido esfuerzos para evaluar tecnologías que puedan mitigar o reducir las afectaciones por aflatoxinas.
El trabajo con los agricultores, empresas semilleras y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) ha sido esencial para realizar estos trabajos que iniciaron con la evaluación en 10 hectáreas en 2019, pasando a 90 hectáreas en 2020 y luego a 500 en 2021.
Se han obtenido resultados muy positivos y prometedores al combinar germoplasma adaptado; es decir, híbridos precoces y con buena cobertura de mazorca; tecnología adecuada, que incluye recomendaciones de fechas de siembra, frecuencia de riegos y manejo de plagas; buen manejo de los suelos y la utilización de control biológico mediante AF36, una herramienta en el manejo de las aflatoxinas mediante el uso de una particular población del hongo que naturalmente no produce aflatoxinas.
Con estas tecnologías en el ciclo otoño-invierno 2021 el grano proveniente de solo 10 % de las parcelas sembradas presentaron niveles de aflatoxinas mayores a lo que permite la norma, que es más de 20 ppb (o partes por mil millones, que es la unidad que mide la concentración de una sustancia). Mientras que en las parcelas donde no se aplicaron estas tecnologías más del 90 % del grano salió contaminado con niveles de aflatoxinas mayores a 20 ppb.