La canícula (sequía intraestival o veranillo) es un caso particular de sequía que ocurre en una amplia región de Mesoamérica y el Caribe. Se trata de un fenómeno climático que constituye una amenaza regional, pues sus impactos —amplificados por el inadecuado uso de la tierra y el cambio climático— pueden ser tan grandes que históricamente han provocado el desplazamiento de miles de personas, muerte de ganado y pérdidas de cultivos a gran escala.
Llamada así porque hace muchos años el fenómeno coincidía con la aparición de la constelación Canis Maior en el firmamento, la canícula se origina regularmente en medio del verano porque es cuando las condiciones climáticas en la región propician la aparición de algunos anticiclones. Si los ciclones ocasionan lluvias torrenciales, los anticiclones hacen lo contrario, y es por eso que en los llamados 40 días más calurosos del año —de acuerdo con los registros históricos, pueden ser entre 30 y 60— se observan cielos muy despejados.
Este fenómeno, en el que se conjugan lluvias mínimas y altas temperaturas que pueden llegar hasta los 50 grados Celsius, se presenta entre julio y agosto. No obstante, su duración, intensidad y severidad varían dependiendo de la región y la aparición de otros fenómenos climáticos, por lo que incluso puede extenderse hasta septiembre.
Su estudio científico es muy reciente, pero hoy se sabe que la canícula es más intensa en la parte oriental del Pacífico (el Corredor Seco) y que está asociada a otros fenómenos meteorológicos, como el Monzón de América del Norte, la corriente en chorro de bajo nivel del Caribe e incluso la llegada del polvo del Sahara, el cual contribuye a la supresión de las lluvias.
La agricultura de temporal es la más vulnerable ante este fenómeno, pues ocasiona un bajo nivel productivo —comparado con las zonas de riego— y un aumento de plagas. Desde el punto de vista agronómico, la severidad del efecto de la canícula no solo depende de la temperatura y la precipitación, sino del tipo de suelo, el cultivo establecido, la etapa de desarrollo en que se encuentre dicho cultivo, la variedad y —sobre todo— las medidas y prácticas agronómicas que se realicen.
De acuerdo con los pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se prevé que este año la canícula se presente sobre todo en estados del noreste —en Chihuahua, Durango, Sinaloa y Sonora las lluvias se incrementan durante julio y agosto, debido a la presencia del Monzón de Norteamérica, por lo que la canícula no se percibe en estos estados— y en las costas de Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca, y con menor intensidad en los estados del centro y sur-sureste.
¿Cómo pueden los productores hacerle frente?
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve la agricultura de conservación como un sistema efectivo para hacer frente a la sequía. Debido a que este sistema agrícola contempla la cobertura del suelo con rastrojos o residuos agrícolas del ciclo anterior, el suelo queda protegido y conserva mayor humedad. En este sentido, no es exagerado decir que el rastrojo es un héroe en años secos.
Junto con otras prácticas sustentables derivadas y asociadas —como la elección de fechas de siembra y variedades adecuadas (particularmente de ciclo corto), la diversificación de cultivos (donde en las rotaciones o asociaciones una especie puede proporcionar sombra a otra, o compensar las posibles pérdidas, por ejemplo) y los cultivos de cobertura (que funcionan como una trampa de humedad, ya que retienen rocío y evitan que se pierda por evaporación)—, la agricultura de conservación contribuye a minimizar los impactos de la canícula.