Durante la primera sesión de la capacitación sobre Análisis de Parcela, impartida por especialistas del Hub Golfo Centro y del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), hubo preguntas que por falta de tiempo quedaron sin responder. Aquí compartimos las respuestas en espera de que sean de utilidad para quienes las formularon y para todos aquellos interesados en el análisis de parcela como elemento clave de una Agricultura Sustentable.
¿Cuántas muestras se requieren y cómo se toman para que sean representativas?, ¿cuántas se deben tomar por cada hectárea?, ¿se divide el terreno en parcelas? (Matilde Barreto, desde Perú, Vía Facebook; Nataly Gualavisi, desde Ecuador, vía Facebook; y Ugarte Briones Isidora Eva, vía YouTube)
El número de muestras individuales que deben componer una muestra compuesta varía entre 15 y 40, dependiendo de la heterogeneidad y tamaño de la unidad de muestreo, aunque el número de submuestras es independiente del tamaño de la población.
Cuando la unidad de muestreo alcance una extensión entre dos y ocho hectáreas se podrán colectar entre 10 y 25 submuestras, conservando precisión. De manera práctica se ha calculado que la máxima precisión en el muestreo se puede alcanzar al colectar hasta 40 submuestras por muestra compuesta.
Si por dividir en parcelas se refiere al muestreo de suelos para llevar a análisis de laboratorio, lo que nos define como dividirlas son varios factores, como la pendiente del terreno, la homogeneidad en el color del suelo, los cultivos establecidos, las fuentes y la cantidad de fertilizante aplicado. Si el terreno es muy homogéneo y se establecerá un mismo cultivo, no es necesario dividirlo, basta con tomar suficientes muestras de suelo, por ejemplo 40, después mezclarlas bien todas ellas y obtener una muestra compuesta para llevarla al laboratorio, esta puede ser de 1 kg.
¿La hierba que se corta, también aporta materia orgánica? (Noé M Valerio, vía Facebook)
Sí, podrían considerarse dos etapas importantes para cortarlas y dejarlas como cobertura: la primera es durante el ciclo de cultivo, no se debe permitir que las hierbas compitan mucho con el cultivo; en el caso del maíz, es importante no dejar que estas crezcan mucho durante los primeros 40 o 45 días. La hierba que aún crezca se puede cortar antes de que emitan flor para disminuir la diseminación de la semilla.
¿Cómo calcular la aplicación entre estiércoles y abonos tipo bocashi o compostas? (Tere Cano, desde Puebla, vía Facebook)
Ya hay fórmulas que consideran el nivel inicial de materia orgánica del suelo y hasta cuanto queremos aumentar, así como un porcentaje de carbono que aporta el abono que vamos a aplicar. Una fórmula que se puede ocupar es la siguiente:
MF = (S x p x Da x %Mo) / (%ms x k1)
Los tres primeros valores nos dan a conocer la masa de suelo sobre la que vamos a realizar la labor. La parcela tiene una superficie (S) de una hectárea (10,000 m2), nuestra profundidad (p) será de 20 cm, que expresamos en metros (0.2 m). También sabemos que la densidad (Da) de la mayoría de los suelos tiene un valor de alrededor de 1.35.
Seguidamente conocemos que el porcentaje de materia orgánica (% Mo) que vamos a agregar es del 0.5% (queremos llegar al 1.2% y partimos del 0.7%), que a efecto de la fórmula sería: 0.5%=0.5/100=0.005. Esta cantidad la vamos a aportar a la masa de suelo arriba considerada.
Finalmente, para conocer los dos últimos valores que son el porcentaje de materia seca (% ms) y el coeficiente isohúmico (K1), empleamos la siguiente tabla, donde las cifras para estiércol bien hecho son 25% (0.25) y 0.45 respectivamente. La tabla ha sido muy simplificada para obtener unos datos de referencia orientativos de forma sencilla.
Si se aplica estiércol de borrego, ¿cuanto se debe aplicar por hectárea? (Bulmaro Alcocer, vía Facebook)
Se puede calcular de la misma manera que en la pregunta anterior, pero si la cantidad que se debe aplicar es mucha, lo ideal es ir aplicando ciclo tras ciclo cierta cantidad, dependiendo de las condiciones del terreno, de la disponibilidad de maquinaria o implementos para aplicar este abono, de la mano de obra disponible, etc. Una tonelada por ciclo puede funcionar bien.
Considerando el beneficio y el costo, ¿qué sería más recomendable?, ¿lixiviados o abonos de origen animal? (Antelmo Zarate, desde Oaxaca, vía Facebook)
Los lixiviados son buenos, pero es importante realizar un análisis de nutrientes, así como salinidad y pH. Si estos datos son muy altos, dependiendo de la cantidad que se aplique pueden llegar a provocar algunos efectos negativos a mediano plazo, claro está que por su forma de aplicación pueden ser menos costosos que aplicar abonos de animal, sobre todo porque estos normalmente se requieren aplicar por toneladas. También hay que considerar que para los lixiviados se requiere tener cierta infraestructura que permita obtenerlos, después de una primera extracción podemos humedecer la composta con este mismo lixiviado para dar más tiempo a que se estabilicen mejor algunos nutrientes.
¿Es correcto aplicar ácidos húmicos y microorganismos mineralizados para favorecer la descomposición de materia orgánica en el cultivo de trigo? (Julissa Muñoz, vía Facebook)
No hemos encontrado efectos consistentes de la aplicación de estas sustancias. Si dejamos materia orgánica como rastrojo de manera regular, va aumentando la biomasa microbiana del suelo sin necesidad de que agreguemos microorganismos externos. Por lo regular no es necesario aumentar la descomposición de manera artificial. Si hay cantidades muy grandes de rastrojo y tienen problemas para manejarlo, se puede considerar empacar una parte, pero por lo regular con adaptaciones a la maquinaria se pueden llevar a cabo las operaciones necesarias.
¿En que condición de humedad del suelo se debe utilizar el penétrometro? ¿Qué tan importante es la determinación de la infiltración en el diagnóstico de parcela? (Juan Martinez Medina, vía YouTube)
Se puede tomar en un rango de humedad del suelo entre capacidad de campo y punto de marchitez permanente. Actualmente existen algunos instrumentos electrónicos que nos permiten medir la humedad actual del suelo directamente en campo. En el rango de humedad indicado anteriormente es cuando las raíces absorben mejor el agua y los nutrientes, de igual forma, favorece el crecimiento de las raíces. Cuando el suelo está muy seco se puede utilizar el penetrómetro para identificar zonas más duras o compactadas, que también nos puede dar una idea de cómo algunos cultivos, a pesar de estar en dichas condiciones, se mantienen verdes y siguen produciendo follaje, flores o frutos.
Con respecto a la determinación de la infiltración, está es muy importante pues esta propiedad nos indica que tan rápido o lento penetra el agua en el suelo, y con esto podemos estimar cuánto realmente se puede quedar en el suelo y cuánto se escurre. O si se trata de riego, podemos ver cada cuanto debemos regar.
¿Es recomendable dejar descansar la tierra? (Ugarte Briones Isidora Eva, vía YouTube)
Nosotros recomendamos realizar un descanso mejorado, sembrando un cultivo que pueda tener diferentes beneficios, por ejemplo: rábano largo, que ayuda a descompactar el suelo, genera biomasa para incorporar materia orgánica del suelo, etc. O sembrar una leguminosa que ayude a controlar algunas hierbas, fijar nitrógeno, etc.
Para el caso de frutales que ya están en etapa de fructificación, ¿el análisis de suelo se tiene que realizar antes de entrar las lluvias o al final de el ciclo de producción? (Paco FA, desde Michoacán, vía Facebook)
Es importante realizarlo en la época más seca pues algunos nutrientes se mueven mucho con la humedad del suelo y eso puede llevar a sobre o subestimar alguno de ellos, en el caso de frutales se recomienda hacer los análisis a dos profundidades, de 0-30 cm y de 30-60 cm.
Fuentes:
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Labrador, J. (2003), La materia orgánica en los sistemas agrícolas. Manejo y utilización. Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario: Madrid.
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Guzmán, K.E., Azero, A.M., Sánchez, J. (2011). Estimación del coeficiente isohúmico de residuos de maíz en Inceptisoles de Pairumani, Vinto, Cochabamba. Revista Boliviana de la Ciencia del Suelo, Vol. 1, N° 1, pp. 24-36.