Las emisiones de gases de efecto invernadero están directamente relacionadas con el aumento de la temperatura media mundial y contribuyen a agravar la actual crisis climática. Para tomar conciencia de lo importante que es reducir estas emisiones, el 28 de enero de cada año se conmemora el Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2.
Actualmente se estima que el sector agropecuario es responsable de hasta el 39 % de las emisiones de gases de efecto invernadero ya que en este persisten diversas fuentes contaminantes: la quema de residuos agrícolas y el uso de combustibles fósiles para diversos procesos —que generan dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero implicado en el cambio climático—, el uso de insumos potencialmente contaminantes —como los fertilizantes nitrogenados que producen óxido nitroso (N2O), gas relacionado con el deterioro de la capa de ozono— y el metano y amoníaco que genera la ganadería.
De acuerdo con el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), hay una diferencia minúscula en las emisiones previstas y concluye que la sociedad global está lejos del objetivo del Acuerdo de París por el cual se busca limitar el calentamiento global. El informe, también señala que únicamente la transformación urgente en todos los niveles permitirá lograr la enorme reducción necesaria en las emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030: un 45 % de disminución en relación con las proyecciones de las políticas actuales para encaminarse a la meta de 1,5 °C y 30 % para la meta de 2 °C.
A través de diversos proyectos con los sectores público, privado, social y académico, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve diversas prácticas sustentables para reducir el impacto ambiental de la agricultura. El uso de sensores ópticos para optimizar la fertilización nitrogenada, el aprovechamiento del rastrojo como cobertura del suelo —en lugar de su quema—, y otras prácticas de agricultura de conservación son una vía útil para lograr una agricultura que contribuya a que la sociedad global se encamine a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
La agricultura de conservación ofrece diversos beneficios para la atmósfera: al no quemar residuos de cultivos —una práctica común en regiones de alta productividad con altos niveles de producción de residuos— se reduce la contaminación del aire. La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con este sistema agrícola se debe tanto al uso reducido de combustible como al secuestro de carbono en la materia orgánica del suelo.
“Con prácticas de agricultura de conservación se podrían dejar de utilizar arriba de cinco millones de litros de combustible solo en Sinaloa”, comenta Jesús I. Madueño Martínez, profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y quien promueve, en colaboración con el Hub Pacífico Norte del CIMMYT, la agricultura sustentable en esa entidad.
De forma paralela a la promoción de mejores prácticas agrícolas, investigadores del CIMMYT en colaboración con otras instituciones buscan identificar las mejores prácticas para capturar carbono en el suelo y evitar que este llegue a la atmósfera: “Recientemente se realizaron muestreos de suelo en las plataformas de investigación del Hub Chiapas del CIMMYT, ubicadas en los municipios de Villa Corzo, Venustiano Carranza y San Andrés Larráinzar, en Chiapas. Estas plataformas nos pueden ayudar a entender que prácticas capturan más carbono, y por eso estamos desarrollando investigación en ellas, determinando el contenido de materia orgánica, carbón orgánico del suelo y su densidad”, comentan los investigadores
Así, la agricultura de conservación representa una gran oportunidad para la reducción de gases de efecto invernadero. Además, se puede complementar con el uso de sensores ópticos para optimizar la fertilización nitrogenada, así como con el uso de fertilizantes nitrogenados más eficientes y las rotaciones de cultivos —que son un componente importante para el manejo del nitrógeno en los sistemas de agricultura de conservación— que, en conjunto, permiten incluso reducir las emisiones de óxido nitroso, un gas de efecto invernadero más potente que el CO2.